Hacia nosotros, desde cualquier parte
Publicado: Vie, 25 Mar 2016 2:04
“Amor, ¿escuchas la risa que viene hacia nosotros detrás de la tormenta?”
El ADN en los restos de esa calle
nos hubo consagrado el uno al otro,
cuando el cuello alto de aquel suéter para siempre
sentenció mis ojos a los tuyos,
transmutando mis heladas en espectros de tu luz.
Aquel barrial que enlodó mis pies cuando buscaba,
como se busca “nada”, como adivinar
lo que vendrá y que cargamos en los genes,
hizo germinar en ti los arrozales.
Y las conjugaciones que renunciaban a mí
desde mi boca, se han vuelto saludables.
No sé si estamos, porque eso de los cuerpos parece a veces ilusorio,
pero sé muy bien que somos,
como son los pájaros traslúcidos que invocan a la lluvia,
como se mancha la pantera en los ojos infrarrojos
mostrando que la noche es cuestión de perspectiva,
como es la tierra cuando se abre a tus palabras,
o el miedo que a sus propios miedos va venciendo.
Mientras, el vacío extrañamente, se limita al exterior de tus contornos,
se erige una ciudad en ti que muta por las noches, una muchedumbre
que repite las viejas oraciones,
aquellas que del niño salvaguardan su conciencia,
de las velas que podrían servir a los pirómanos.
Surge una ciudad en ti, sobre todos los vampiros,
esos que entonan al primer rayo la finitud de mis tragedias.
Surge esta ciudad desnuda, negando la corrupción inevitable de los cuerpos
y el desafinado canto del sístole y la diástole.
Surge esta ciudad donde se oxida el cielo férreo
y cae vencido a la recta que apaga las distancias
pero alumbra las calles y avenidas.
Porque aunque la vida falte a su palabra, y al fin la muerte
estropee nuestro escondite, del polvo
y el agua – saliva de los dioses –,
regresaremos como Adán, al Edén del niño que juega a la pelota,
a los dedos en flor de los colores, a la novedad de las cosas en desuso,
al rocío que lava la polución en las facciones,
que más allá de los jardines se aventuran.
Regresaremos a las aguas de cristal
sobre las que podremos correr como los Lamas…
hacia nosotros, desde cualquier parte.
El ADN en los restos de esa calle
nos hubo consagrado el uno al otro,
cuando el cuello alto de aquel suéter para siempre
sentenció mis ojos a los tuyos,
transmutando mis heladas en espectros de tu luz.
Aquel barrial que enlodó mis pies cuando buscaba,
como se busca “nada”, como adivinar
lo que vendrá y que cargamos en los genes,
hizo germinar en ti los arrozales.
Y las conjugaciones que renunciaban a mí
desde mi boca, se han vuelto saludables.
No sé si estamos, porque eso de los cuerpos parece a veces ilusorio,
pero sé muy bien que somos,
como son los pájaros traslúcidos que invocan a la lluvia,
como se mancha la pantera en los ojos infrarrojos
mostrando que la noche es cuestión de perspectiva,
como es la tierra cuando se abre a tus palabras,
o el miedo que a sus propios miedos va venciendo.
Mientras, el vacío extrañamente, se limita al exterior de tus contornos,
se erige una ciudad en ti que muta por las noches, una muchedumbre
que repite las viejas oraciones,
aquellas que del niño salvaguardan su conciencia,
de las velas que podrían servir a los pirómanos.
Surge una ciudad en ti, sobre todos los vampiros,
esos que entonan al primer rayo la finitud de mis tragedias.
Surge esta ciudad desnuda, negando la corrupción inevitable de los cuerpos
y el desafinado canto del sístole y la diástole.
Surge esta ciudad donde se oxida el cielo férreo
y cae vencido a la recta que apaga las distancias
pero alumbra las calles y avenidas.
Porque aunque la vida falte a su palabra, y al fin la muerte
estropee nuestro escondite, del polvo
y el agua – saliva de los dioses –,
regresaremos como Adán, al Edén del niño que juega a la pelota,
a los dedos en flor de los colores, a la novedad de las cosas en desuso,
al rocío que lava la polución en las facciones,
que más allá de los jardines se aventuran.
Regresaremos a las aguas de cristal
sobre las que podremos correr como los Lamas…
hacia nosotros, desde cualquier parte.