
Las horas de diciembre
Se asienta en el fuego
la mirada,
en ascuas arde el sueño;
el silencio te acoge
como sombra alargada de la noche
y las horas decembrinas pasan
por entre los recuerdos.
¡Qué soledad te alcanza
y qué nostalgia
mientras el aire vuela afuera sus desvelos!
Es noche de lobos y de invierno,
de crepitar de brasas en el alma
y vino rojo en tu copa,
un anhelo
de horas blancas de diciembre, país invisible
del “érase que se era...
en buena hora sea, el mal
que se vaya,
y el bien que se venga*”.
*Fórmula usada en cuentos tradicionales de los siglos XVI y XVII, con diferentes variantes.
González Alonso

La estación imposible
Resultaba imposible
que el tren llegase a la estación.
No lográbamos avanzar,
el horizonte
permanecía imperturbable a nuestros ojos.
Los viajeros sentíamos el insomnio de la impotencia.
El silabeo que las vías pronunciaban constantemente,
germinaba la seda de los campos,
haciendo insoportable
la erección del color tras las ventanas,
por donde huían
hojas desnudas, fuegos húmedos,
dos manos imprecisas abiertas en la inmensidad…
cosas casi irreales.
Aquella arrolladora luz
sin contornos, cegaba nuestra ruta.
Estaba claro, nunca conseguiríamos llegar,
el viaje sería interminable.
Tampoco
los ríos llegan
porque tras el agua instantánea
hay otra
que siempre espera.
JJM Ferreiro