A voces por mis venas
Publicado: Jue, 05 Jun 2008 0:51
No dudéis, no,
no dudéis del grito tras la noche,
de la palabra tibia que se acurruca
en la piedra como la gota
manosea un vidrio cuando ama el exterior.
Existe, yo lo sé,
un cálido ruiseñor,
latido transparente, lleno, profundo;
arrecife que me aúlla por las venas.
Sé de un todo tuyo,
resplandor palpitante,
que transita por mis grietas
marcándome a destellos,
que deslumbra,
que desgarra,
un algo que penetra a borbotones
filtrándose por la carne,
hundiéndose en el hueso desnudo,
quieto, para dejar huérfano el día
en cada instante nuestro.
Existe, ya lo sé,
un cándido ruiseñor
saltando calles,
retorciendo esquinas,
eclipsando farolas,
para que al anochecer nos sumerja
en un aullido,
vivo, único, transitable;
para así escuchar arriba
el paño suave de nuestros pechos.
¿Veis?, ya no es piedra, no es roca,
es arena tierna
como la que duerme un desierto oscuro
y se moldea como el rugido hambriento
de un animal salvaje
o como la flor gira la espina
para clavarse en ella
y morir desangrada.
¿Dudáis ahora de la tormenta o del trueno?
Sale de su cueva como dos labios que nacen
buscando desde lejos la tierra honda, hondísima.
¿Dudáis del árbol amarillo en el páramo?
Quizá no hayáis visto subir en hileras
remolinos de uvas como abejas celosas
o como lagarto por las tapias agarrado
al último rayo.
Yo piedra, arena, árbol amarillo;
la amo, no dudéis.
La amo en las noches de pulmones llenos
como dolor a costilla rota,
dolor agonizante de sangre
que derrama la vida
y rompe un espejo turbio.
Dolor o amor en ella, eso quiero.
Jamás dudéis.
no dudéis del grito tras la noche,
de la palabra tibia que se acurruca
en la piedra como la gota
manosea un vidrio cuando ama el exterior.
Existe, yo lo sé,
un cálido ruiseñor,
latido transparente, lleno, profundo;
arrecife que me aúlla por las venas.
Sé de un todo tuyo,
resplandor palpitante,
que transita por mis grietas
marcándome a destellos,
que deslumbra,
que desgarra,
un algo que penetra a borbotones
filtrándose por la carne,
hundiéndose en el hueso desnudo,
quieto, para dejar huérfano el día
en cada instante nuestro.
Existe, ya lo sé,
un cándido ruiseñor
saltando calles,
retorciendo esquinas,
eclipsando farolas,
para que al anochecer nos sumerja
en un aullido,
vivo, único, transitable;
para así escuchar arriba
el paño suave de nuestros pechos.
¿Veis?, ya no es piedra, no es roca,
es arena tierna
como la que duerme un desierto oscuro
y se moldea como el rugido hambriento
de un animal salvaje
o como la flor gira la espina
para clavarse en ella
y morir desangrada.
¿Dudáis ahora de la tormenta o del trueno?
Sale de su cueva como dos labios que nacen
buscando desde lejos la tierra honda, hondísima.
¿Dudáis del árbol amarillo en el páramo?
Quizá no hayáis visto subir en hileras
remolinos de uvas como abejas celosas
o como lagarto por las tapias agarrado
al último rayo.
Yo piedra, arena, árbol amarillo;
la amo, no dudéis.
La amo en las noches de pulmones llenos
como dolor a costilla rota,
dolor agonizante de sangre
que derrama la vida
y rompe un espejo turbio.
Dolor o amor en ella, eso quiero.
Jamás dudéis.