ALAIRE EN COLLIGUILLA (27 de junio del 2015)
Publicado: Lun, 06 Jul 2015 10:30
De porte cenital, calima dura, fue un sábado de Mancha y compañeros llegados de los 4 puntos cardinales de una virtud que celosamente fusiona poesía y camaradas. Colliguilla fue inolvidable, en la línea de las mejores reuniones que han contado con la presencia de Alaire.
Después de tantos años, de tantos poemas, de tanta relación bien pertrechada de solidaridad, camaradería y de un afecto a estas alturas incuestionablemente arraigado en las profundidades de la razón más convincente que se nos pueda ocurrir para continuar en la brecha, después de todo eso, nos queda la sensación de que lo realizado ha valido la pena, tanto que nos permite tener ilusión por seguir estando juntos en pos de vertebrar el ensueño de los escribidores de poemas. Más allá de la poesía, hay colegas y son eminentemente personas de pasta fina, harina candeal y un molde de intelectualidad satisfecha de tener una visión plural de las cosas.
Ya en Colliguilla, Víctor Mallada, alma mater del evento, nos muestra sus viñas. Sin abonos, todo natural, las cepas, muchas con treinta y tantos años, darán un vino con personalidad y buen cuerpo, como tendremos ocasión de comprobar en casa de Ángel y Pilar, donde acto seguido acudiremos para comenzar un festín que se prolongará hasta altas horas de la noche.
Entre la veintena de comensales, se cuentan varios poetas de Alaire y sus parejas. Pilar Morte y Luis; Ferreiro y Elena; Julio Gónzalez y Agurtzane; Celia Puerta y Luis; Pepa y Rafael; Pablo Ibáñez y Fátima; Rafel Calle y Columna, y Judit Paz.
Alrededor de la mesa, poetas y acompañantes se funden con los amigos de Víctor, Ángel y Pilar, para compartir una serie de platos de la gastronomía conquense, maridados con los vinos de Víctor. El blanco en boca es muy floral, personalísimo vergel de sensaciones gratas. El rosado es fresco, sin mucha rimbombancia sensorial, pero con identidad y equilibrio. Y por fin el tinto, con limpidez y consistencia suficientemente atractivas a la vista; en nariz, intenso y persistente, y en boca bastante estructurado, con cuerpo, muy ameno en su aspecto sensorial.
Y, llegados al café y las copas, se abre el turno de intervenciones. Víctor habla de la reunión anual de Colliguilla, de las sinergias que se van creando año tras año y de sus consecuencias afectivas. A continuación, Julio González presenta su libro Testimonio de la desnudez del tiempo y del amor, poemario que recientemente ganó el II Premio de Poesía Treciembre. Como de costumbre, la alocución de Julio resulta amena, literariamente bien hallada y sumamente llegadora.
A continuación, todos los poetas asistentes, además de Charo (amiga de Víctor) recitan poemas hasta bien entrada la tarde. Entonces, se arma un debate sobre la actualidad socio-política que nos está tocando vivir.
Y bueno, sigue un paseo por el río Júcar y, después, vuelta a empezar con el ágape, esta vez en la terraza.
Al día siguiente, con algo de resaquilla, nos vamos cada cual a sus lares, con un larguísimo retrogusto a reunión memorable.
Mi enhorabuena, para todos, queridos amigos. Hasta la próxima.
Abrazos.
Después de tantos años, de tantos poemas, de tanta relación bien pertrechada de solidaridad, camaradería y de un afecto a estas alturas incuestionablemente arraigado en las profundidades de la razón más convincente que se nos pueda ocurrir para continuar en la brecha, después de todo eso, nos queda la sensación de que lo realizado ha valido la pena, tanto que nos permite tener ilusión por seguir estando juntos en pos de vertebrar el ensueño de los escribidores de poemas. Más allá de la poesía, hay colegas y son eminentemente personas de pasta fina, harina candeal y un molde de intelectualidad satisfecha de tener una visión plural de las cosas.
Ya en Colliguilla, Víctor Mallada, alma mater del evento, nos muestra sus viñas. Sin abonos, todo natural, las cepas, muchas con treinta y tantos años, darán un vino con personalidad y buen cuerpo, como tendremos ocasión de comprobar en casa de Ángel y Pilar, donde acto seguido acudiremos para comenzar un festín que se prolongará hasta altas horas de la noche.
Entre la veintena de comensales, se cuentan varios poetas de Alaire y sus parejas. Pilar Morte y Luis; Ferreiro y Elena; Julio Gónzalez y Agurtzane; Celia Puerta y Luis; Pepa y Rafael; Pablo Ibáñez y Fátima; Rafel Calle y Columna, y Judit Paz.
Alrededor de la mesa, poetas y acompañantes se funden con los amigos de Víctor, Ángel y Pilar, para compartir una serie de platos de la gastronomía conquense, maridados con los vinos de Víctor. El blanco en boca es muy floral, personalísimo vergel de sensaciones gratas. El rosado es fresco, sin mucha rimbombancia sensorial, pero con identidad y equilibrio. Y por fin el tinto, con limpidez y consistencia suficientemente atractivas a la vista; en nariz, intenso y persistente, y en boca bastante estructurado, con cuerpo, muy ameno en su aspecto sensorial.
Y, llegados al café y las copas, se abre el turno de intervenciones. Víctor habla de la reunión anual de Colliguilla, de las sinergias que se van creando año tras año y de sus consecuencias afectivas. A continuación, Julio González presenta su libro Testimonio de la desnudez del tiempo y del amor, poemario que recientemente ganó el II Premio de Poesía Treciembre. Como de costumbre, la alocución de Julio resulta amena, literariamente bien hallada y sumamente llegadora.
A continuación, todos los poetas asistentes, además de Charo (amiga de Víctor) recitan poemas hasta bien entrada la tarde. Entonces, se arma un debate sobre la actualidad socio-política que nos está tocando vivir.
Y bueno, sigue un paseo por el río Júcar y, después, vuelta a empezar con el ágape, esta vez en la terraza.
Al día siguiente, con algo de resaquilla, nos vamos cada cual a sus lares, con un larguísimo retrogusto a reunión memorable.
Mi enhorabuena, para todos, queridos amigos. Hasta la próxima.
Abrazos.