MANERAS DE ESPERAR A LA POESÍA
Publicado: Mar, 28 Abr 2015 12:23
MANERAS DE ESPERAR A LA POESÍA
Para esperar a la poesía
resulta conveniente ubicarse en altura
de modo que se pueda mirar pero muy lejos.
Pongamos la cumbre nívea de una montaña
o, si la montaña es remisa y no viene,
desde una azotea, preferiblemente dando al mar.
De esa forma, justo antes de que brote la luz
nos será posible intuir cómo los peces hablan de sus asuntos
allá en las profundidades donde yacen los esqueletos de los barcos.
A la poesía se le puede atraer moviendo los dedos rítmicamente
o dejando que escuche el trino de las aves
o invocando a un poeta que haya sido su amor y no haya dudas
-Vallejo, Rilke, Emely Dickinson...-
No hay que descartar del todo la táctica de la jiñera
situada a campo abierto entre las flores
-pongamos en un campo de fresas rojas-
y mientras aguardamos recitar poemas heroicos
de cuando en el origen cantaban los muchachos en las plazas.
Pudiera ser que aun así la poesía opté por no venir,
piense que no se dan las circunstancias precisas,
que nuestro oído no es tan absoluto
o que andamos desconcentrados pensando en mujeres.
En ese caso, lo más conveniente es pensar que se ha plasmado
en otro espíritu y todo lo que hay que hacer
es salir a buscarla y leerla con admiración,
moviendo los dedos rítmicamente
y poniendo en libertad al pájaro que cayó inadvertido en la jiñera.
Para esperar a la poesía
resulta conveniente ubicarse en altura
de modo que se pueda mirar pero muy lejos.
Pongamos la cumbre nívea de una montaña
o, si la montaña es remisa y no viene,
desde una azotea, preferiblemente dando al mar.
De esa forma, justo antes de que brote la luz
nos será posible intuir cómo los peces hablan de sus asuntos
allá en las profundidades donde yacen los esqueletos de los barcos.
A la poesía se le puede atraer moviendo los dedos rítmicamente
o dejando que escuche el trino de las aves
o invocando a un poeta que haya sido su amor y no haya dudas
-Vallejo, Rilke, Emely Dickinson...-
No hay que descartar del todo la táctica de la jiñera
situada a campo abierto entre las flores
-pongamos en un campo de fresas rojas-
y mientras aguardamos recitar poemas heroicos
de cuando en el origen cantaban los muchachos en las plazas.
Pudiera ser que aun así la poesía opté por no venir,
piense que no se dan las circunstancias precisas,
que nuestro oído no es tan absoluto
o que andamos desconcentrados pensando en mujeres.
En ese caso, lo más conveniente es pensar que se ha plasmado
en otro espíritu y todo lo que hay que hacer
es salir a buscarla y leerla con admiración,
moviendo los dedos rítmicamente
y poniendo en libertad al pájaro que cayó inadvertido en la jiñera.