haciendo nubes

[Esteban Granado]

Vino la lluvia suelta a través de una corteza mínima de escamas.
El agua voló saboreando el aire, violando su alígera pureza,
su alada pretensión, su universal bautismo, esa confianza seca
y trabajada en su fortaleza grave, en la fuerza rotunda de su alado descenso.
El hombre sintió la primera gota fresca en la frente sudorosa y avisó a su familia;
los pequeños, descalzos, iniciaron un baile descoordinado,
un poco lúgubre, un poco abierto a la miseria que dejaba caer
pedazos imponentes de basura sobre la tierra caduca del estío.
Las mujeres, sin embargo, recogieron sus cuerpos como si fueran ropa
recién lavada y pronunciaron un leve escalofrío en la tibieza
casi romántica del sueño. Todos encendieron blancos cigarrillos y levantaron
cúpulas de humo hacia el enfurecido cielo. Los niños fumaban a paso de gigante,
haciendo rechinar los dientes, apenas si formados en su núcleo,
y los perros se acercaban al entorno caótico del campamento
con las fauces goteando sangre y los ojos vacíos de color.
La lluvia trajo un espacio de paulatino cambio, un horizonte
azul de cordilleras acabadas en cumbres de una blancura tenaz,
la múltiple ladera nevada y solitaria, entregada a las águilas
y conectada al instinto nómada que dirige las manadas hambrientas
hacia cualquier lugar donde caerse muerto no sea una solución de compromiso
sino una liberación auténtica y tan pura como la propia vida,
una vida sumida en la nostalgia. Llovía el firmamento sin mesura,
se derramaba el agua rápida y feliz en su momento, su pletórico instante,
fija en la añoranza de su fértil historia, recolectando hierba a manotazos.
Olía a transparencia, el ambiente era tímido y hasta el suelo se comportaba
de manera plausible, educada, exhibiendo su desierta tarjeta de baile.
La rosa, inevitable y carismática, sacrificaba una pizca de su tono
en el húmedo altar que ascendía a saltos mortales desde la superficie.
Callaban los artistas ante semejante desorden, protegiendo su entropía misma,
diseccionando su acrobático sentido del deber, con lápices en las manos
(que algunos insensatos llamarían plumas), todos excepcionales ad nauseam,
petimetres incluso en el lavabo, incluso en la floristería. Callaban su oficio
de decir que llueve, cuando los niños chicos se abrazaban calados
hasta los huesos débiles y jugaban a pisar los charcos caracoleando
sus cabellos negros. Solamente una hermosa doncella tropezando en su río,
en la sencilla claridad del agua, una bella persona de ojos pues haciendo nubes,
ojos en la primera laguna al fin del mapa, solamente una reina perseguida,
una reina alejada de su imperio, tenía la palabra, tomaba la palabra
para decir lo que llovía aquella tarde que estaba lloviendo y caía la lluvia tan nueva,
vertical y más líquida, tan vaporosa como una fúnebre cortina entre dos mundos.

[Hallie Hernández Alfaro]

Esteban querido, a ver, ¿cómo puedo aproximarme siquiera, a comentar tu obra con justicia? Ni lo intento; me conformo con tocar cada metáfora y asir un poco de belleza y emoción para atesorarlas. Sería suficiente para mitigar el hambre y la sed de letras por más de mil años. No, no exagero ni un ápice. De nuevo, estamos ante un colosal poema tuyo. En él noto una dulzura sorprendente, un motín de hermosura que anida en la reina creadora. Todos los detalles de esta lluvia epistemológica huelen a tierra nueva, a grandeza, a semillas perfectas de las cuales brotará un nuevo siglo de humanidad restaurada.
El manejo de la oscura miseria salpicada de charcos infames y almas descalzas es exepcional.

Infinitas gracias por regalarnos tanta Poesía.

Un beso y un abrazo, amigo del alma.

[Pilar Morte]

Magnífico, un poema para releer
Besos
Pilar

[Hallie Hernández Alfaro]

Volví; hay una fuerza incontenible en esta creación poética.

Ovaciono con fervor "haciendo nubes"

Grande, muy grande.

[Isabel Moncayo]

Majestuoso este fluir de belleza en imágenes acuíferas, Esteban, Hallie tiene razón, y lo dice más bonito, pero yo tampoco encuentro la palabra adecuada que pueda expresar este abanico de emociones que he sentido mientras leía.
´

Incluso cuando salga del poema, seguiré contemplando toda esta belleza. Me encantó. Es un poema para guardar y seguir empapándose entre tus nubes.

Un abrazo.

[Josefa A. Sánchez]

¡¡ Uffff !!. ¡¡ Demasiado !!.

Un abrazo.
Pepa

[Ana Muela Sopeña]

Impresionante, Esteban.

Muchos aplausos para ti
Besos
Ana

[Natalia Pérez]

Vino la lluvia suelta a través de una corteza mínima de escamas.
El agua voló saboreando el aire, violando su alígera pureza,
su alada pretensión, su universal bautismo, esa confianza seca
y trabajada en su fortaleza grave, en la fuerza rotunda de su alado descenso.
El hombre sintió la primera gota fresca en la frente sudorosa y avisó a su familia;
los pequeños, descalzos, iniciaron un baile descoordinado,
un poco lúgubre, un poco abierto a la miseria que dejaba caer
pedazos imponentes de basura sobre la tierra caduca del estío.
Las mujeres, sin embargo, recogieron sus cuerpos como si fueran ropa
recién lavada y pronunciaron un leve escalofrío en la tibieza
casi romántica del sueño. Todos encendieron blancos cigarrillos y levantaron
cúpulas de humo hacia el enfurecido cielo. Los niños fumaban a paso de gigante,
haciendo rechinar los dientes, apenas si formados en su núcleo,
y los perros se acercaban al entorno caótico del campamento
con las fauces goteando sangre y los ojos vacíos de color.
La lluvia trajo un espacio de paulatino cambio, un horizonte
azul de cordilleras acabadas en cumbres de una blancura tenaz,
la múltiple ladera nevada y solitaria, entregada a las águilas
y conectada al instinto nómada que dirige las manadas hambrientas
hacia cualquier lugar donde caerse muerto no sea una solución de compromiso
sino una liberación auténtica y tan pura como la propia vida,
una vida sumida en la nostalgia. Llovía el firmamento sin mesura,
se derramaba el agua rápida y feliz en su momento, su pletórico instante,
fija en la añoranza de su fértil historia, recolectando hierba a manotazos.
Olía a transparencia, el ambiente era tímido y hasta el suelo se comportaba
de manera plausible, educada, exhibiendo su desierta tarjeta de baile.
La rosa, inevitable y carismática, sacrificaba una pizca de su tono
en el húmedo altar que ascendía a saltos mortales desde la superficie.
Callaban los artistas ante semejante desorden, protegiendo su entropía misma,
diseccionando su acrobático sentido del deber, con lápices en las manos
(que algunos insensatos llamarían plumas), todos excepcionales ad nauseam,
petimetres incluso en el lavabo, incluso en la floristería. Callaban su oficio
de decir que llueve, cuando los niños chicos se abrazaban calados
hasta los huesos débiles y jugaban a pisar los charcos caracoleando
sus cabellos negros. Solamente una hermosa doncella tropezando en su río,
en la sencilla claridad del agua, una bella persona de ojos pues haciendo nubes,
ojos en la primera laguna al fin del mapa, solamente una reina perseguida,
una reina alejada de su imperio, tenía la palabra, tomaba la palabra
para decir lo que llovía aquella tarde que estaba lloviendo y caía la lluvia tan nueva,
vertical y más líquida, tan vaporosa como una fúnebre cortina entre dos mundos.

Es una gran prosa, rica en imágenes muy reales, me da alegría haber llegado a este lugar donde de seguro mucho he de aprender de todos, felicidades eres un gran escritor, se nota tu sensibilidad, gran entrega.
Saludos y un abrazo bendiciones a esa pluma magistral , que en ti habita.

[Esteban Granado]

Gracias por los comentarios, querida Hallie. Creo que miras mis poemas con muy buenos ojos. Qué más quisiera el poema que merecer una ínfima parte de los elogios que le dedicas.
No obstante, te agradezco la buena intención. Siempre anima el recibir buenas críticas.
Un fuerte abrazo.

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Gracias, amiga Pilar, me alegro de que te parezca interesante.
Un abrazo.

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Muchas gracias, Isabel. Úlltimamente, no para de llover, eso está bien, pero es algo molesto. Ha sido un placer recibir tu visita.
Un abrazo y gracias de nuevo.

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Josefa: tu breve comentario me resulta elocuente. Gracias.
Abrazos.

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Gracias, Ana. Tengo en gran estima tu opinión.
Un abrazo.

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Natalia: yo a esto lo llamo un poema, con sobrepeso, pero poema. Supongo que es un poco largo, aunque he procurado que pueda leerse de un tirón sin demasiados problemas. Me alegro de que te haya gustado y te agradezco los inmerecidos elogios que le dedicas, también los que me dedicas a mí, más inmerecidos aún.
Gracias y un abrazo.

Esteban

[Roberto López]

[quote="Esteban Granado"]

Me parece un poema magnífico, una verdadera historia tejida en torno al eje simbólico y real al mismo tiempo de la lluvia, un poema bien estructurado. Me ha gustado mucho. Un abrazo.

[Hallie Hernández Alfaro]

Tesoro de la Biblioteca Alaire.

[Esteban Granado]

Gracias con retraso, Roberto, por el comentario favorable. Un abrazo.

Y a ti, Hallie, muchos besos y mi sincero agradecimiento por tus cálidas palabras.

Esteban

[Óscar Distéfano]

Un poema para el regocijo del lector de poesía. Relatas no sólo el suceso sino el alma del suceso. En este caso, un texto más versicular que prosa poética, la rotundidad del ritmo nace de una concatenación de imágenes, metáforas, que impactan una tras otra, y de un suspenso que se descubre felizmente en el remate del poema. La lluvia es la luz reveladora de esos dos mundos enfrentados en sus antípodas humanas. Un poema para estudiar con más tiempo y para aprender.

Un gran abrazo, amigo. Tu presencia es una gran suma para este foro.
Óscar

[Rafel Calle]

No es prosa. No es versículo. No es verso libre. Es uno de los mejores poemas en verso multimétrico que se han escrito en Alaire. Altura semántica en una cadena fónica polimétrica, técnicamente notable, que desarrolla un cosmos de satélites llagados por la lluvia, acidez elemental en un símbolo inevitablemente cruel, mísero; también renovación de lo mismo. Acuosa fecundidad por el hálito femenino. Todo, digno de un virtuoso de la versificación (por fortuna, aquí tenemos unos cuantos).

La forma quizá sea lo menos importante de un poema, pero, claro, cuando se sabe trabajar el verso a unos niveles como los que muestra este trabajo, la forma adquiere una disposición que le permite convertirse en otras formas, pero, sin alterar en lo más mínimo el discurso. Quiero decir que “Haciendo nubes”, se presenta en verso multimétrico, porque el autor así lo ha decidido, sin embargo, se puede convertir en verso polimétrico y en prosa versicular, a gusto del poeta.

Ay, querido amigo y admirado colega, han pasado muchos poemas desde que nos iniciamos en el verso largo, al principio te mostrabas reticente, pero ahora, ahora, te has convertido en todo un abanderado de la longitud rítmico-estético-semántica.

Por cierto, en breve pondremos en marcha la revista de cabecera de la página (esperemos que tenga continuidad) y mi primer artículo hablará de la diferencia entre el versículo y el verso libre respecto al verso multimétrico, incidiendo en que el verso largo no tiene por qué ser un verso compuesto. Desde luego, tu poema es una prueba clarísima de mis teorías. Vale decir: está bien escrito, eso es todo.

Ha sido un placer leerte. Felicidades por el poema.
Un fuerte abrazo.

[Rosa Marzal]

Qué decir... es un poema enorme, tallado con una fina sensibilidad. Sólo me queda aplaudir esta joya. Felicidades, Esteban. Un abrazo.