Verso libre y verso medido.

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Administración Alaire
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Verso libre y verso medido.

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Texto facilitado por nuestra amiga, Lourdes Spin, en el chat el martes 11 de marzo de 2008


Verso libre y verso medido.

Manifiesto de Alejandro Marzioni.

Los manifiestos suelen coincidir en la siguiente característica: imponer un estilo o una manera de concebir la literatura que se opone a otros estilos o a otras maneras de concebir la literatura.

Lo que haré aquí será un manifiesto que manifiesta su hartazgo ante todos los manifestadores que cumplen esa característica: manifiesto que cada poeta debe escribir su poesía en el estilo que le sea más feliz y que no es plausible la actitud de juzgar un estilo en desmedro de otros.

Esta postura toma como base el convencimiento de que no son los estilos poéticos los que son mejores o peores: mejores o peores han de ser los poetas que los utilizan.

A los más leídos les puede parecer que esto es muy obvio y muy evidente. Más evidente es el hecho de que la poesía y sus lectores no han resuelto del todo este asunto y, en todo caso, me atengo a esta frase nitzscheana: es triste decirlo, pero no hay nada que se tenga que demostrar con mayor energía y tenacidad que la evidencia.

Hablando de poesía, es evidente que hay dos estilos que se han encontrado muchas veces: el verso clásico o medido y el verso libre.

Pocas veces el encuentro ha sido un feliz encuentro entre dos hermanos.

Yo creo que hay, históricamente, un campo de batalla entre el verso libre y entre el verso medido. Y creo que de ese campo de batalla sale perdiendo la poesía.

Quisiera partir de dos premisas:

1) Hay poesía extraordinaria escrita en verso libre, poesía que debería escribirse ya mismo.

2) Hay poesía extraordinaria escrita en verso medido, poesía que debería escribirse ya mismo.

El hecho de que ambas puedan entrar en discordia no es más que una penosa imposibilidad de superar debates y disputas del pasado, conflictos propios de la evolución de un género, conflictos que deberían terminar de una buena vez sin que resulte menospreciado ningún estilo.

Desde un principio, desde el amanecer de la poesía clásica, el verso medido ha sido (e incluyo aquí el verso blanco) una norma impuesta, una especie de chaleco de fuerza que no admitía divergencias. Aquello, por culpa de la ortodoxia española, anquilosó hasta tal punto a la poesía hispana que en el siglo XVIII ya no había quién aguantase el verso español. Fue necesario el Modernismo latinoamericano para poner un poco de aceite en tan oxidados engranajes, pero esta escuela también sufrió su anquilosamiento. Gracias al verso libre la creación poética adquirió por fin una libertad plena y para eso tuvo que enfrentarse con sus antecedentes y con el canon, tenía que suceder.

Ahora bien: la poesía medida y rimada tuvo su período de crisis, pero el verso libre lo está teniendo ahora.

Hoy en día, a causa de esta “libertad”, término tan inocente, lo que está produciendo el verso libre es una poesía de libertinaje, una amorfa orgía de palabras que sólo hacen que cualquier ocioso experimentador se sienta “libre” de considerarse poeta cuando no lo es.

Está bien el término “libre” en tanto lleva fijado su origen: la liberación de la normativa ortodoxa. Sin embargo, nunca el arte es libre, siempre es esclavo de sí mismo, de su propia materia, de la exigencia de ser buen arte. Esto significa que la poesía, rimada o no, respetuosa o no de la normativa ortodoxa, debe estar sujeta a la ley de ser buena poesía, de poseer un ritmo, una musicalidad, un decoro semántico, una calidad verbal, una suma de cualidades que hacen que un poema no sea lo mismo que una cantidad de palabras desperdigadas por cualquier ocioso que no tiene nada mejor que hacer.

El rigor de la poesía clásica ha causado como consecuencia que se escriban insípidas exhibiciones de maestría que nos garantizan leer a un autor que sabe lo que es un soneto pero que no sabe ser un artista: formulismos y recuentos de sílabas impecables a los que sólo les falta ser poemas y dejar de ser meros alardes de tecnicismos.

Del mismo modo, el verso libre ha tenido como consecuencia el hecho de ser un pasaporte falso, una licencia comprada de poeta, la epidémica escritura de millones de banalidades y palabras tontas y patéticas. Por culpa del verso libre hoy en día se están talando todos los árboles del bosque para que la periferia semiilustrada del barrio publique sus colecciones de sopas de palabras y de silogismos líricos.

He escrito un párrafo en el que se manifiestan fealdades propias del verso medido y luego otro párrafo en el que se manifiestan fealdades del verso libre. Recuerdo que estas fealdades no son, en verdad, fealdades del género. Son las fealdades de los poetas que incurren en estos géneros sin hacer un uso logrado de ellos.

Lo que manifiesto es que la poesía debe hacerse ya sea ajustándose con naturalidad y destreza a las normativas de la métrica y la rima o ya sea en un verso libre trabajoso y digno. Es hora de hacer buena poesía, sea en verso libre o en verso medido, es hora de superar las viejas rencillas entre las dos modalidades.

Muchas veces se consideran los defectos de un poeta como defectos propios no de ese poeta sino del estilo que ese poeta utiliza. Ejemplo: cuando un poeta escribe un soneto con el defecto de que no logra hacer que la normativa sea un medio subordinado al fin de la belleza poética y, por el contrario, subordina la belleza poética a la normativa, entonces se considera que el estilo es poco feliz cuando ha sido poco feliz la manera en la que el estilo fue usado por el poeta.

En este caso es común que los portavoces del versolibrismo digan que en la poesía rimada los límites del género impiden que el poema diga alguna cosa necesaria, o que haga que el poema no diga lo que quiere decir sino lo que puede debido a las limitadas posibilidades de la rima. Es decir que en lugar de criticar directamente al poeta se aprovecha para criticar, injustificadamente, el estilo al que este mal poeta se ha adherido.

Iguales ejemplos se pueden encontrar si buscamos las monorrítmicas críticas que la gente ortodoxa derrama contra escritores del verso libre. Una de estas es la de la facilidad: se dice que el verso libre es más fácil. Falso, lo que es fácil es escribir pésimo verso libre, así como puede ser fácil, luego de un poco de ejercicio, escribir un perfecto soneto endecasílabo que no diga nada, que sea un mero recuento de sílabas careciente de toda emoción poética.

Más irrisorios, todavía, los que defienden el verso libre en pos de una curiosa libertad que, al parecer, se contrapone al autoritario verso clásico: como si las reglas de la poesía medida no fueran un digno medio de alcanzar la belleza poética a través de la musicalidad y la armonía y las confundiesen con las leyes policiales de los Estados nacionales quienes, a decir verdad, aborrecen en sí a la poesía o se desentienden de ella al margen de los estilos que posea.

Igualmente irrisorio es que haya defensores del verso libre como modelo superior en una época en la que prácticamente no se escribe otra cosa que verso libre, sobre todo del malo.

Todo nos lleva a concluir lo siguiente: los estilos poéticos del verso medido y del verso libre son dos estilos dignos que nos han dado preciosas composiciones, que sus fealdades no son intrínsecas a ellos sino a los poetas que los utilizan, que es preciso utilizarlos bien porque ambos ofrecen posibilidades extraordinarias.

Son dos formas de hacer buena poesía, y las dos deben utilizarse sin que una se considere por encima de la otra.

El verso libre y el verso medido tienen algo en común: son igualmente capaces de alcanzar la belleza.

Que la belleza poética se imponga sobre la dialéctica literaria de los géneros.

Y el manifiesto termina así: ¡¡¡la poesía no ha muerto, viva toda la poesía!!!



© Alejandro Marzioni
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Javier Dicenzo
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Mensaje sin leer por Javier Dicenzo »

Alejandro: Estoy de acuerdo con la nota que escribiste. Quiero contarte una experiencia personal en argentina. Publico desde hace 9 años en una revista desconicida pero que tiene un nivel de escritores muy buena, lo que ocurre es que tienden al clasicismo y despercian de alguna manera al verso libre. Poseen un especie de resentimiento ya que llaman al soneto "el señor de los poemas". Es la primera vez que leo una nota de este tipo que hable de las dos corrientes, estoy
conforme y tengo una visión mas clara ahora del asunto. Para terminar te dejo una obra mia ya que es particular el estilo que forjé, el verso clasico me atrapaba, me ahogaba por tal razón escribo de esta forma libremente.
Dejo este poema para compartir con todos los escritores de alaire.

ILIMITADA DESTRUCCIÓN POLICROMA

Hiriendo el absoluto desliz de la mente
caen aquellos días que son gotas perennes
se ausentan cascadas de luces inmerecidas
el universo agudiza la voz
la voz más alejada de la realización palpitante
los testigos sectarios matan
destruyen las bocas sagradas del santuario
la muerte aparece sumergida
en un letal cristal punzante de la atmósfera
incierto el fuego de las montañas
paraliza uniones pecaminosas
en el viento de la eternidad profunda
con el gris azul enderezado hacia el fin

Javier Dicenzo
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