José María Marín Forteza escribió:El poema es hermoso, depara una lectura interesante. Un placer.
Muchas gracias por tu amable comentario, José María.
Un saludo.
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Juan Fionello escribió: I
Yo alumbro la lluvia, yo
lucho por tersar los pétalos
de una flor ajada.
Viene a mí el tenebroso rugir de la fiesta,
el despertar lúgubre de la alegría distante.
Y los rostros de los muertos,
esos gestos faciales de paciencia infinita,
de ya nunca,
ya nunca.
No siempre, lo sé, pero así es la búsqueda,
la del verso roto y el sueño sediento.
Aguardar a un hombre que quizás me habite
y quizás no encuentre.
II
Tengo los ojos, Dios, en ti clavados.
Son los ojos de un cadáver
al fin perplejo
ante el vulgar vacío que se abre a su muerte.
III
Treinta años me alejan de ti.
A mis palmas vueltas,
a los pliegues húmedos de mis manos anchas,
a estos dedos extendidos,
insertos en el aire,
no les cae más que un desfile de días,
un batir de Jornadas de sincera ausencia,
legadas por aquellos que engendraron un cuerpo
tan parecido a mí
y tan vacío.
Gracias, Pepa. El poema "salió" de una experiencia no demasiado agradable, y me dejé llevar bastante.Josefa A. Sánchez escribió:Este vagar dentro de ti mismo, buscando a ese hombre que tal vez ni existe, con las manos tendidas a la nada, al recuerdo de lo que se aleja, es una imagen desoladora. Un poema de los que dejan huella.
Un abrazo.
Pepa
E. R. Aristy escribió:Juan Fionello escribió: I
Yo alumbro la lluvia, yo
lucho por tersar los pétalos
de una flor ajada.
Viene a mí el tenebroso rugir de la fiesta,
el despertar lúgubre de la alegría distante.
Y los rostros de los muertos,
esos gestos faciales de paciencia infinita,
de ya nunca,
ya nunca.
No siempre, lo sé, pero así es la búsqueda,
la del verso roto y el sueño sediento.
Aguardar a un hombre que quizás me habite
y quizás no encuentre.
II
Tengo los ojos, Dios, en ti clavados.
Son los ojos de un cadáver
al fin perplejo
ante el vulgar vacío que se abre a su muerte.
III
Treinta años me alejan de ti.
A mis palmas vueltas,
a los pliegues húmedos de mis manos anchas,
a estos dedos extendidos,
insertos en el aire,
no les cae más que un desfile de días,
un batir de Jornadas de sincera ausencia,
legadas por aquellos que engendraron un cuerpo
tan parecido a mí
y tan vacío.
Cada vez veo a tu poesia ahondar niveles de mas y mas profundidad. La melacolia que solloza este poema me conmueve pero me alienta a la vez su sugerente misticismo. Enorme placer leerte Fionello.
Abrazos,
ERA