La luz está apagada, ya va un par de horas en que no consigo concretar idea alguna y no merece mi aspiración literaria tal derroche de energía. A la tele la desconecté con odio, me aburrí del sugerente, vacio erotismo de la noche, de las mega farsas científicas del DISCOVERY CHANEL y de los comerciales en donde no tengo lo suficiente para construir una felicidad un poco mas americana.
Estamos, la pantalla, la mosquita ahora muerta y yo. De la mosca aun tengo clara la forma como revoloteaba, la pantalla se divide en ventanas de conversación, corre un video extraño que e desatendido por aferrarme a esta idea y yo, hecho otra mosca golpea bombillas que entorpece con los gránulos de luz amarilla y estrello mi cuerpo hasta el chamusque contra toda promesa iluminada de poesía o de ansiedad.
Al otro lado esta una antropóloga o arqueóloga (no recuerdo) que se ve comprometida con el pasado sin saber si ella o yo seremos buena evidencia para los que vendrán a hurgar en nuestros huesos. Sin haberme respondido solo puedo preguntar si la humanidad merece semejante pena, si tanto esfuerzo por desempolvar el pasado no nos hace pasado insidioso de todo nuestro instinto, de toda biología, del tiránico proseguir pese a que se devele la verdad en cada historia.
Estoy un poco distraído, si dejo de digitar escucho como al fondo los ronquidos familiares comienzan a habitar la casa, veo la mosquita iluminada por la vaga luz que me ilumina y solo me atrevo a suponer:
Estamos hechos de lo mismo. Después de todo, una mosca parada en tu poema o en tu alma no tiene un mejor anhelo que la mierda.
Para la mosca y para mí
dulces sueños.
dulces sueños
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