Juan Fionello escribió:Esta mañana, una mujer mendigaba en la vía sacra de mi ciudad. Estaba de pie, con una mano aferrada al cartel en el que explicaba el motivo de su humillación, con la otra a la correa con la que innecesariamente sujetaba a un perro grande, negro, que dormitaba a sus pies. Lloraba desconsoladamente, de forma incontenible, como si no entendiera por qué era ella la que estaba allí. A ella dedico este poema sobre aquellos que podrían explicárselo.
Sorpresa
Contraer un músculo en la cripta del rostro,
raspar el óxido inscrito en los candados,
salir del cuerpo, hacerse gas,
qué gran contribución al hálito del mundo.
Remordimiento
Pardos los escalones bajan,
copulan vuestras manos entre sí
para engendrar el pensamiento oblicuo
de la culpa.
Justificación
Explicaréis entonces, pobres tontos,
cómo y por qué la breve luz
rebota en la noche que guarda vuestro oro
desde que apadrináis el hambre.
Daño
¿Creíais que esta mujer al verter lágrimas
y extenderlas por su piel como aplicando
el luctuoso maquillaje del bufón,
que la tristeza expuesta de su perro,
fósil en construcción, negra evidencia,
solo imploraba un solar donde erigir su crematorio?
Expiación
Miradla, avergonzaos,
porque ella es parte de vuestra prole remota.
Id solos, debéis penar.
Yo pensaré en vosotros,
acaso os llore.
Sube este inmenso poema para deleite de todos.