Huérfanos de paz
Publicado: Lun, 11 Oct 2010 11:55
Dentro de nada (el 30 de Octubre), se celebrará el centenario de Miguel Hernández, uno de los mejores poetas de habla hispana, a mi humilde forma de ver.
En su honor quiero dejar este poema mío que pretende emular su poesía (¡Vano intento!), y que quiere ser un alegato contra la guerra, contra cualquier guerra.
Huérfanos de paz
Noche de silencios rotos.
Noche de luna escarlata.
Prisionera de sus sueños,
herida en sus alas viaja
la Paz entre gritos sordos
de lujuriosa amenaza.
Una inocencia desnuda
busca sus recuerdos, pasa
silbando terror y muerte
junto a su sien una bala,
que inmisericorde, ciega,
en otro cuerpo se clava.
El niño mira a su madre,
la Luna grita asustada,
un clavel rojo azabache
florece en la blusa blanca.
La mano que ase al infante
suelta cae sobre el halda,
la vida suelta sus hilos,
suelta la muerte cabalga
cuando, muñeca de trapo
la madre la tierra alcanza.
La tierra que en otro tiempo
fuera el patio de su casa,
hoy escombros, ruina inerte
de un hogar que se desangra.
Fieros jinetes de guerra
hundieron sus fieras lanzas
en la fachada de adobe,
en el umbral de su calma.
Alas de pájaros negros
descargaron sus entrañas
de pestilencia cobarde,
de fuego, cólera y rabia.
Legiones de hombres sin rostro,
bajo la voz de quien manda,
le afilaron a la muerte
con su fusil la guadaña.
Tras de su paso, silencio
sobre la aldea arrasada,
sólo disparos sin nombre,
bombas que suenan lejanas,
y amparados en la noche
murmullos de pobres almas
que buscan entre cascotes,
recuerdos, enseres, viandas,
con un billete de suerte
que hacen caduco las balas.
El niño llora a su madre
con silenciosa templanza,
nadie consuela su llanto,
nadie su tristeza calma.
La noche se hace suspiro,
la Luna, perla sin mancha,
se esconde tras una nube
para secarse las lágrimas.
Se pone crespones negros
de luto la madrugada.
El astro rey de la noche
vela su duelo. Cansada,
la paloma se ha posado
moribunda en una rama.
Mario.
En su honor quiero dejar este poema mío que pretende emular su poesía (¡Vano intento!), y que quiere ser un alegato contra la guerra, contra cualquier guerra.
Huérfanos de paz
Noche de silencios rotos.
Noche de luna escarlata.
Prisionera de sus sueños,
herida en sus alas viaja
la Paz entre gritos sordos
de lujuriosa amenaza.
Una inocencia desnuda
busca sus recuerdos, pasa
silbando terror y muerte
junto a su sien una bala,
que inmisericorde, ciega,
en otro cuerpo se clava.
El niño mira a su madre,
la Luna grita asustada,
un clavel rojo azabache
florece en la blusa blanca.
La mano que ase al infante
suelta cae sobre el halda,
la vida suelta sus hilos,
suelta la muerte cabalga
cuando, muñeca de trapo
la madre la tierra alcanza.
La tierra que en otro tiempo
fuera el patio de su casa,
hoy escombros, ruina inerte
de un hogar que se desangra.
Fieros jinetes de guerra
hundieron sus fieras lanzas
en la fachada de adobe,
en el umbral de su calma.
Alas de pájaros negros
descargaron sus entrañas
de pestilencia cobarde,
de fuego, cólera y rabia.
Legiones de hombres sin rostro,
bajo la voz de quien manda,
le afilaron a la muerte
con su fusil la guadaña.
Tras de su paso, silencio
sobre la aldea arrasada,
sólo disparos sin nombre,
bombas que suenan lejanas,
y amparados en la noche
murmullos de pobres almas
que buscan entre cascotes,
recuerdos, enseres, viandas,
con un billete de suerte
que hacen caduco las balas.
El niño llora a su madre
con silenciosa templanza,
nadie consuela su llanto,
nadie su tristeza calma.
La noche se hace suspiro,
la Luna, perla sin mancha,
se esconde tras una nube
para secarse las lágrimas.
Se pone crespones negros
de luto la madrugada.
El astro rey de la noche
vela su duelo. Cansada,
la paloma se ha posado
moribunda en una rama.
Mario.