Chu chu tren
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
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Chu chu tren
“Ya sabes, Dan, escucha cuando anuncien la última estación.” La siguió con el corazón saliéndosele por los ojos. Ella corría como el sudor del vidrio de ese amanecer. Hubo un estruendo que estremeció al bagón, sin embargo todo se hizo sordo. Su abrigo se abrió con el vapor del tren, flotó algo en el viento, y ella se agarró de su sombrero. Dan no se despegó, hasta que la ventana se hizo un espejo, y en sus propios ojos la buscó.
A la mañana siguiente nevó, y el paisaje era una postal de ensueño. Los árboles no dejaban de correr y él se entretenía haciendo bosquejos.
Sus manos tibias acariciaban a un desgastado guante. Su pelo dejó de ser rizo y rubio. Ahora era largo y terso, y causaba gran revuelo en los ojos de la gente, su barba rojiza y su manera de escudriñarlos como a espejos.
Pocos le hablaban con palabras, el sentía la inquietud de sus ojos, la verbosidad de sus gestos.
En la primavera, subían las niñas con su canasta de flores, y algunas se enamoraban de su grávida belleza, y le dejaban los pétalos de sus margaritas en los asientos a modo de un “me quiere, no me quiere”.
De vez en cuando levantaba a ver y musitaba algo, para volver a bajar la cabeza al nuevo proyecto sobre sus piernas. Su barba era gris como aquel día templado. Se veía la gente apresurar el paso,casi saltando, el viento los hacía ir tras sus bufandas y sus sombreros.
Se sintió más cansado que la primera noche y dormitaba cuando escuchó el llamado: ÚLTIMA ESTACIÓN, el conductor dijo algo más que no le entendió, y otra vez, más de cerca: ÚLTIMA ESTACIÓN, y se recogió como pudo de su asiento, y miró por la ventanilla, los árboles estaban en su lugar de siempre, y ahí estaba ella.
Gritó: MAMÁ, a medida que trataba de hacer mover penosamente sus piernas. Por fin llegó a su brazos, tembloroso, y le tocaba la cara tratando de ver entre las lágrimas aquellos ojos que unían todo, mamá, mamá…
Ella, le dijo algo al oído, y le tomó de las manos como siempre… "mamá", se durmió diciendo. Ella emprendió una carrera, corría, y lloraba hasta alcanzar el parque donde su abuelo solía llevarla a jugar. El tren iba lejos.
E. R. Aristy
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Re: Chu chu tren
E. R. Aristy escribió:El dientecito de leche cayó entre las ranuras al abordar el tren, apenas si hizo el intento de ir tras él. ¡Dan! Su voz lo cargó, y lo sembró del lado de la ventanilla. Mientras miraba de un lado a otro a los pasajeros acomodarse en sus asientos, le acomodó los rizos, y lo besó repetidas veces.
“Ya sabes, Dan, escucha cuando anuncien la última estación.” La siguió con el corazón saliéndosele por los ojos. Ella corría como el sudor del vidrio de ese amanecer. Hubo un estruendo que estremeció al bagón, sin embargo todo se hizo sordo. Su abrigo se abrió con el vapor del tren, flotó algo en el viento, y ella se agarró de su sombrero. Dan no se despegó, hasta que la ventana se hizo un espejo, y en sus propios ojos la buscó.
A la mañana siguiente nevó, y el paisaje era una postal de ensueño. Los árboles no dejaban de correr y él se entretenía haciendo bosquejos.
Sus manos tibias acariciaban a un desgastado guante. Su pelo dejó de ser rizo y rubio. Ahora era largo y terso, y causaba gran revuelo en los ojos de la gente, su barba rojiza y su manera de escudriñarlos como a espejos.
Pocos le hablaban con palabras, el sentía la inquietud de sus ojos, la verbosidad de sus gestos.
En la primavera, subían las niñas con su canasta de flores, y algunas se enamoraban de su grávida belleza, y le dejaban los pétalos de sus margaritas en los asientos a modo de un “me quiere, no me quiere”.
De vez en cuando levantaba a ver y musitaba algo, para volver a bajar la cabeza al nuevo proyecto sobre sus piernas. Su barba era gris como aquel día templado. Se veía la gente apresurar el paso,casi saltando, el viento los hacía ir tras sus bufandas y sus sombreros.
Se sintió más cansado que la primera noche y dormitaba cuando escuchó el llamado: ÚLTIMA ESTACIÓN, el conductor dijo algo más que no le entendió, y otra vez, más de cerca: ÚLTIMA ESTACIÓN, y se recogió como pudo de su asiento, y miró por la ventanilla, los árboles estaban en su lugar de siempre, y ahí estaba ella.
Gritó: MAMÁ, a medida que trataba de hacer mover penosamente sus piernas. Por fin llegó a su brazos, tembloroso, y le tocaba la cara tratando de ver entre las lágrimas aquellos ojos que unían todo, mamá, mamá…
Ella, le dijo algo al oído, y le tomó de las manos como siempre… "mamá", se durmió diciendo. Ella emprendió una carrera, corría, y lloraba hasta alcanzar el parque donde su abuelo solía llevarla a jugar. El tren iba lejos.
E. R. Aristy
Un bonito relato cargado de nostalgia y sentimientos.
Me ha gustado mucho.
Te mando un fuerte abrazo
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