Festín de Ángeles
Publicado: Vie, 15 Feb 2008 20:54
Festín de ángeles
Llegó en un abril, como nuevo residente del hospital; interesante, varonil y bien dotado, era la atracción del momento para todo el personal femenino. Tímida yo, cautivada por sus encantos, lo miraba escondida cada vez que se me daba la oportunidad. Era su mirada, azul profundo e insinuante. Me derretía, cada vez que las nuestras se cruzaban. Pasaron tres meses de faena y oportunidades en que compartíamos en la sala de operaciones. El aroma que sentía, cuando me encontraba trabajando cerca de él me embriagaba, a tal punto, que en mis noches de guardia, me las pasaba imaginando, cómo sería un encuentro íntimo entre los dos, imaginaba sus besos y caricias, el calor de sus manos largas y delgadas en mi cuerpo. Con los ojos cerrados propiciaba el encuentro. Era él, apasionado y dulce y me tomaba entre sus brazos y caminaba en mí, con su boca carnosa y rosada. Me estremecía y deliraba imaginando sus azules ojos sobre mí. Tenía que contenerme, porque sentía tanto como si fuera realidad y me temía llegar al umbral sin haber tenido contacto cierto. Esto obviamente hacía que cuando aparecía durante el día, yo me sintiera cohibida, pero con la libido por las nubes.
Una noche luego de una intervención muy aparatosa, cansada y a punto de terminar mi guardia, fui a buscar café en la sala de médicos y estaba él en el dispensador sirviéndose uno, por lo que muy gentilmente me ofreció y acepté.
Dos palabras, un gesto, bastaron, para lanzarnos el uno al otro y desbocar esta pasión que había estado contenida. Cuando menos lo pensé, nos encontrábamos desnudos en un sofá, desbocados, haciendo el amor, tal y como lo imaginé tantas veces: suave, dulce, casi etéreo y apasionado, todo mío y yo completamente entregada a su recorrido cotidiano (mil veces soñado). ¡Cómo besaba mi espalda! Su respiración en mi cuello, en mis oídos, me hacía estremecer y volar por los cielos y responder de la misma manera. Fue la locura total, un festín de ángeles. Él un amante perfecto y yo “ambrosía” en sus labios y en su sexo.
Han pasado diez años y cada día, si la profesión de ángeles nos permite, buscamos el momento más propicio para recordar nuestro primer encuentro...
Antonietta Valentina
2007
Llegó en un abril, como nuevo residente del hospital; interesante, varonil y bien dotado, era la atracción del momento para todo el personal femenino. Tímida yo, cautivada por sus encantos, lo miraba escondida cada vez que se me daba la oportunidad. Era su mirada, azul profundo e insinuante. Me derretía, cada vez que las nuestras se cruzaban. Pasaron tres meses de faena y oportunidades en que compartíamos en la sala de operaciones. El aroma que sentía, cuando me encontraba trabajando cerca de él me embriagaba, a tal punto, que en mis noches de guardia, me las pasaba imaginando, cómo sería un encuentro íntimo entre los dos, imaginaba sus besos y caricias, el calor de sus manos largas y delgadas en mi cuerpo. Con los ojos cerrados propiciaba el encuentro. Era él, apasionado y dulce y me tomaba entre sus brazos y caminaba en mí, con su boca carnosa y rosada. Me estremecía y deliraba imaginando sus azules ojos sobre mí. Tenía que contenerme, porque sentía tanto como si fuera realidad y me temía llegar al umbral sin haber tenido contacto cierto. Esto obviamente hacía que cuando aparecía durante el día, yo me sintiera cohibida, pero con la libido por las nubes.
Una noche luego de una intervención muy aparatosa, cansada y a punto de terminar mi guardia, fui a buscar café en la sala de médicos y estaba él en el dispensador sirviéndose uno, por lo que muy gentilmente me ofreció y acepté.
Dos palabras, un gesto, bastaron, para lanzarnos el uno al otro y desbocar esta pasión que había estado contenida. Cuando menos lo pensé, nos encontrábamos desnudos en un sofá, desbocados, haciendo el amor, tal y como lo imaginé tantas veces: suave, dulce, casi etéreo y apasionado, todo mío y yo completamente entregada a su recorrido cotidiano (mil veces soñado). ¡Cómo besaba mi espalda! Su respiración en mi cuello, en mis oídos, me hacía estremecer y volar por los cielos y responder de la misma manera. Fue la locura total, un festín de ángeles. Él un amante perfecto y yo “ambrosía” en sus labios y en su sexo.
Han pasado diez años y cada día, si la profesión de ángeles nos permite, buscamos el momento más propicio para recordar nuestro primer encuentro...
Antonietta Valentina
2007