POR LAS ESTEPAS

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ignacio Fajardo
Mensajes: 1182
Registrado: Mar, 22 Jul 2008 6:37
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POR LAS ESTEPAS

Mensaje sin leer por Ignacio Fajardo »

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De nuevo tuve que aguardar junto a la puerta.

Hay algo en Ana que va más allá de la simple impuntualidad, algo que la retiene involuntaria frente al espejo, algo íntimo y hermoso. Es coqueta Ana, y eso me gusta, aunque me haga esperar demasiadas veces.

Inquieto, me limité a emitir un gruñido suave, casi una súplica. La quiero demasiado para regañarla.

Al fin salimos al aire frío, a los azules suspensos, a los olores curtidos de vida que nutren el barrio. El paseo fue más largo de lo habitual. Hoy es un día distinto. Lo sé porque tuvimos que llegarnos hasta la pastelería New York. Queda más lejos, pero nadie hace las reinas de nata como ellos. Y las pastas de té.

Ana sabe que soy feliz cuando esto ocurre y me reservó la sorpresa hasta el final. El intenso almizcle de los obradores, el perfume del bizcocho, la solidez gustosa de la nata… Definitivamente hoy es especial: Vienen todos los que importan a comer.

Ahora entiendo su demora, más reposada que en otras ocasiones, su nerviosismo feliz, lo luminoso de su aroma.

De vuelta a casa, Ana se desliza ligera, risueña, nube, mientras susurra despaciosamente “ne me quitte pas, il faut oblier…”
y yo, a su lado, airoso y firme como un gallo.


La primera en presentarse es la pequeña Eva, acompañada de Fernando, su padre y exmarido de Ana.

No nos soportamos y ambos lo sabemos, aunque disimulamos lo suficiente para que la sangre no salpique. Algún día, tal vez, le tendré que recordar que ahora Ana está conmigo, sólo conmigo. Felizmente se fue enseguida.

Eva todavía tiene ocho años y mucho juego dentro, mucha curiosidad de cachorro. Siempre me sorprenden sus descaros.

Al poco llega Antonio. Trae una botella de vino, un ramo de despistes y el desenfado pausado de los años. Antonio es el padre de Ana, al decir, el abuelo de Eva. Vive solo en el destartalado y enorme piso familiar. Demasiado solo.
Por eso, estas pequeñas ocasiones son tan importantes para él. Siempre lamenta la dificultad de reunir a la familia al completo. Pero sabe que es imposible. Su hija mayor, María, vive en California, soltera, lesbiana, egocéntrica. Raramente viene a España y cuando lo hace no tiene demasiado tiempo para nadie.

Luis, el único varón. Ha discutido con todos (siempre fue un celoso) y, a efectos prácticos, no existe. Además su esposa es insufrible, por lo que tampoco se les echa en falta.

Alicia, la menor, marchó a La Coruña con su pareja actual (una de tantas), y sus visitas cada vez son más espaciadas, aunque con ella todo está bien.

Tal vez por eso Ana se ha convertido en el centro involuntario de la vida familiar, especialmente desde que se separó de Fernando. Entonces yo no había aparecido aún en la historia de Ana. Ahora puedo decir, con orgullo, que soy el eje imprescindible de la familia, el equilibrio necesario.

Por fin asoma Matilde, tarde y urgente, lo que no sorprende a nadie. Es la hija mayor de Ana. A sus 20 años ya hace vida independiente. Todavía está en esa etapa en la que piensa que la familia es más bien una molestia. Supone, ingenua, que sus experiencias son maravillosamente únicas y que nadie la puede comprender. Es la arrogancia de la juventud, el siempre nuevo descubrimiento de las cosas, el ciclo interminable. Ya madurará y, entonces, su instinto la traerá de nuevo al orden de la vida.

La casa, ya completa, se ha envuelto de voces y emociones. Algunas nuevas y brillantes, recién despiertas como en Eva. Otras, serenas, entrañables y tiernas en los ojos de Ana o en la austera mirada de Antonio. Alguna inquieta, y fuera, y algo ausente en los labios prietos de Matilde. Pero todas cómplices, ligadas por un tenue asombro de pieles conocidas más allá de palabras, algo que se resume infinito entre los genes.

Cada uno de ellos es un árbol de la estepa, mi universo, y a todos les entrego la ración de afecto que precisan.

La amistad nacida entre Antonio y yo tiene un ritmo especial, respetuoso y lento. Sabe que soy el mejor de los oyentes y al mirarnos a los ojos, todo queda dicho sin decirnos nada.
Con frecuencia bajamos al parque y allí me habla con detallada nostalgia de otros tiempos, de su esposa muerta, de una infancia lejana; de cuando las familias eran grandes, inmutables y se agrupaban como almiares en torno del patriarca.

-“Mi padre –recuerda-, sólo necesitaba un gesto y todo se callaba. Y luego vinieron los noviazgos, las esperas. Fundamos el hogar en tiempos duros, apretados. Y fue un buen lugar para los niños, y fueron buenos años. Faltaban cosas, pero sobraba cariño. Después crecieron, comenzaron los estudios, entablaron sus batallas. Y ahora me llegó la soledad… ¿qué hicimos tan mal?”-.

Entonces calla y mira lejos, y escucha dentro. Yo comparto entero su silencio.

Eva es mi favorita. Disfruto viéndola jugar en el parque con otros niños. Es divertido cuando Ahmed quiere tener cuatro novias, o cuando niñas y niños juegan a divorciarse y se pelean. Al final siempre ganan las niñas, pues son más resueltas. En ocasiones participo de sus guerras y soy montura y soy jumento. Y me agotan y vuelvo al tiempo de los besos y corro, corro hasta gastarme el alma.

Con Matilde tengo más distancia. La veo poco y escoge mantenerse ajena. Pero trae en la ropa y en su aire un relato de miedos, de ansias, de tantas ganas de vivir… y un fondo algo tiznado de alcohol, humo y nostalgia.

Definitivamente, Ana.

Imaginadlo todo, abarcad el cielo con los brazos y atisbaréis el rastro leve de su esencia. Hembra serena, completa, amiga. Compañera leal, sin condiciones, deliciosamente mía.

Cuando de noche, Ana, agotada, cae al sueño pronta.
Yo me tiendo a los pies de la cama y protejo su reposo. Y mientras duermo alerta, comienzan mis andanzas por la estepa. El viento, la nieve, el olor de la presa, la manada, mi fiereza. La antigua llamada de los clanes.

Soy Hans, el perro de la casa, guardián de esta familia, su muralla, y en mis dientes oculto mil aullidos.



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Julio Gonzalez Alonso
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Registrado: Vie, 23 Nov 2007 20:56
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re: POR LAS ESTEPAS

Mensaje sin leer por Julio Gonzalez Alonso »

Lo mejor que puedo decir es que leí este pequeño relato de un tirón y que me gustó. Aunque suponía alguna sorpresa con los personajes y poco a poco van apareciendo las pistas, reconozco que el final es ocurrente y que está bien resuelto. Una escritura pulcra, cuidada y emotiva, que cuida los detalles. Enhorabuena.
Salud.
Mario Martínez
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Registrado: Sab, 20 Sep 2008 18:59

re: POR LAS ESTEPAS

Mensaje sin leer por Mario Martínez »

Excelente Ignacio.
Tu capacidad para el relato para nada desmerece de la de tu poesía.
Me gustó el sorprendente final a pesar de que se venía presagiando.
Un abrazo, amigo mío.
Mario.
"La poesía es una límpida gota de emoción sobre la sucia e insensible cara del mundo"
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Ramón Ataz
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re: POR LAS ESTEPAS

Mensaje sin leer por Ramón Ataz »

¿Qué te voy a decir? Un relato muy bien escrito cuyo interés no decáe y con un final sorprendente que invita a releer toda la historia desde la nueva perspectiva.

Muy bueno, Ignacio. Lo he disfrutado de verdad.

Abrazos.
Antonio Justel
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Registrado: Dom, 13 Abr 2008 17:46
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Mensaje sin leer por Antonio Justel »

... Ignacio, destacaría sobre todo la visión de conjunto que se observa, aparte del qujién es quién, amén, ciertamente, de un final espléndido, muy bien plasmado, noble; saludos, Orión
Última edición por Antonio Justel el Dom, 18 Jul 2010 20:29, editado 1 vez en total.
"... nunca se da de lo que se tiene, sino de lo que se es".
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MarRevuelta
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Mensaje sin leer por MarRevuelta »

En la primera lectura, un relato que atrapa hasta el final, se percibe la sorpresa y no defrauda. En la segunda, se encuentra el poso y el disfrute es mayor. Un verdadero placer encontrarte en esta sección, ahora podré admirarte también en esta faceta que por lo que leo, dominas estupendamente.
Abrazos
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Alonso de Molina
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Mensaje sin leer por Alonso de Molina »

te engancha desde las primeras líneas, transcurre el texto sosegado y rico en matices, el final sorprende aunque ya me venía extrañando la buena disposición de Hans con la familia, especialmente con el padre.

te felicito compañero

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©Alonso de Molina
Adicto a Lirycstorm
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"siete mil veces he muerto
y estoy risueño como en el primer día"
J. Sabines
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