Gracias. Muchas.
Blanca
Luis Oroz escribió:Tu pensamiento se convierte en rezo, amiga.
La descripción es fantástica, uno puede desmirar contigo, y hundirse en esa dalia onírica.
Tienes talento para regalar!
Un besazo.
Luis Oroz.
Luis Oroz escribió:Tu pensamiento se convierte en rezo, amiga.
La descripción es fantástica, uno puede desmirar contigo, y hundirse en esa dalia onírica.
Tienes talento para regalar!
Un besazo.
Luis Oroz.
Pilar Morte escribió:Voy recuperándome un poco, como para sobrecogerme con esta plegaria que entona salmos desde su corazón
Un abrazo y felicidades
Pilar
Alonso de Molina escribió:
observo que estamos todos muy estirados, escribiendo en horizontal, aprovechando bien el papel, como los buenos atletas, experimentando con las distancias largas sin perder ritmo, sin perder calidad ni empuje.
Me gusta, me gusta esa lluvia de plumón gris en que esparces ternura
un fuerte abrazo compañera
.
Rolando del Pozo escribió:Bueno, aquí tratando de borrar alguna de las faltas. Un gran gusto guajina.
Amparo Guillem escribió:Estimada Blanca:
esta mañana plorona, caigo en este salmo miserere para desmigarme como la roca, para enmudecer con la amplificación de un aleteo perdido, para buscarme entre mis monstruos anfibios...
Saludos
Blanca Sandino escribió:......................
(Entre los árboles, la madrugada se despierta erguida, y mientras la muralla entona su credo de piedra y discuten los peces en el fin del mundo su verdad de peces, una rama desasida del árbol rueda la escalinata —bella muerte—.)
El arco de medio punto amplifica el aleteo de un gorrión que equivocado de Norte allí colgó su nido;
tras las celosías: ventanas, ventanas, ventanas.
Ojos-vitrales y bocas emplomadas que hablan de infinito.
Y con la urgencia con la que se derrama en aromas el súbito golpear del incensario,
en medio de un atronador repiqueteo de campanas, olvidada del signo exacto,
con la frente reposando sobre la mano que sucumbe al gozo desmigajado de la piedra
(durmiendo el sueño de los Ángeles),
igual que el peregrino que sabe acabada la jornada, mendigo un poco de descanso.
Sin albergue, deambulo. Y sola con el rumor del mar (único capaz de anestesiarme la memoria)
asumo mi presente igual que asumo el cosmos, y levanto la cabeza:
a medio horizonte el sol es una dalia, allí, en el cielo.
Ciego mis ojos con su luz: no quiero ver gaviotas planeando
ávidas de deshechos sobre los restos del naufragio,
y bajo una lluvia de plumón gris, esparzo mi ternura —de ola en ola—.
Sé que ahora vuela hacia alta mar en pos de lo que cree mi alma,
al encuentro de mis monstruos marinos. Y enmudezco mi voz:
hoy no quiero que cumpla con la piadosa obligación de orar por esos muertos.
Blanca Sandino