Intento dominar mi destino,
sin esperar ningún regalo
de la casualidad,
acallando el más fuerte de los ruidos:
el silencio.
Busco viejas y nuevas razones
mordiendo el cebo de la curiosidad
sin que se fatiguen mis pasos.
Abrazando sueños
que me crezcan por dentro
y tentaciones
que me piquen las ganas.
De lo demás no me preocupo.
Me ocupo, pues como dijo Jim Fiebig:
“La preocupación es imaginación mal empleada”.
La costa del silencio,
escalera por la que he subido
y bajado constantemente.
Donde las imágenes se desbordan
— sensaciones se disparan—
en mi paraíso e infierno particular.
Una historia interminable,
en la que pongo otra piel
y puedo echarle
un pulso a la imaginación
o batirme en duelo con el silencio.
Pero, ¿cómo lograr que el poema
o un simple verso,
sea un objeto más del mundo natural
como la piedra de un río,
pluma de gorrión,
complicado tronco de un olivo centenario
donde orina elPerro?
Este camino no lleva a ninguna parte.
Aunque puede que sea mi CAMINO.