Reto a Pelo 4: Asesinato Sin Odio

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ana García
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Reto a Pelo 4: Asesinato Sin Odio

Mensaje sin leer por Ana García »

Hola, soy Etelmira Buenafuente. Evidentemente, no me llamo así, pero prefiero no desvelar mi verdadero nombre. Al fin y al cabo, éste no es más que un signo de identidad que podría estorbar entre ustedes y yo. Aunque voy a hablarles de mí, no temo que otros lo hagan, porque como yo, en lo que les voy a contar, hay muchos. Eso sí, cambiando de ciudad, de sexo y de nombre, les contaré sin reparo que hay amores que matan. Sin ira y sin odio todo puede ocurrir un día cualquiera.


UN DÍA CUALQUIERA


Entré en casa silbando, olvidándome adrede de limpiarme los zapatos, para que Sara viniera a reñirme. Apareció por el pasillo con horquillas en el pelo y su ropa de estar en casa, frunciendo el ceño.
Le sonreí, después de besarla, sin mediar palabra, hasta dejarla preocupada. ¡Cuánto me gusta dejar a los demás la responsabilidad de comprenderme!
Mi Sara, que no sabe lo que me pasó un día cualquiera, no imagina cómo necesito juguetear como los gatos. Perseguir sombras por las calles y, además, adorarla.
Incluso después de tantos años sigo ocultándole hechos, razones, nostalgias que ella ha aprendido a ignorar.



Mientras me cambiaba de ropa pensaba en Marta, mi poeta preferida. La gente que no la conocía solía decir que era imposible que, tras aquella envoltura de puro músculo, pudiese haber un cerebro capaz de ofrecernos, a sus incondicionales lectores, semana tras semana, aquellos extraños pero a la vez absorbentes sonetos metafísicos.
Marta procedía de una vieja y rica familia de las montañas vascas, y vivía en un precioso caserío rodeado de bosques y prados. Yo creo que era aquella atmósfera la que hacía que sus pequeños desvaríos fuesen tan diferentes a todo lo escrito hasta ese momento en el terreno de la poesía y la metafísica, y que le habían vuelto asquerosamente rica.
La observé durante meses y sabía que su estancia preferida era la biblioteca. Todo el dinero que ganaba, se lo gastaba en libros, por lo que había tenido que ampliar esa zona un piso más, derribando el techo y prolongando las estanterías hasta el segundo piso.
Más de una vez la vi escalando hasta el decimonoveno estante, montañismo entre libros. Llegué a conocer su gran reto: conjugar en un equilibrio perfecto la fuerza bruta, inherente en su cuerpo, y la inteligencia necesaria para calcular el camino más corto hasta el libro deseado sin rozar el resto de los ejemplares.
—“Oh no, es ese lector mío tan pesado. ¡Se ha vuelto a colar en casa sin mi permiso!” —seguro que pensó eso o algo parecido al verme.
—¿Me dedicaría su último soneto? —pregunté.

Hay una sensatez que nos achica:
La posibilidad de ser comidos
Por la estricta razón de lo que amamos.

Marta fue muy mal educada y me dedicó una frase entre dientes. Algo así como que mi presencia era lo peor que podía haberle pasado. No lo creo, lo peor no había llegado.
—Marta, voy a matarte. Tu obra es tan perfecta que no quiero que la estropees en un futuro. Gracias a mí pasarás a la historia.
Y sacando una enorme hacha, intenté rebanarle el cuello de un solo tajo.
Marta reaccionó instintivamente y salió por la ventana abierta a su espalda. ¡Maldito deporte que me va a hacer correr!
Una vez fuera, corrió y corrió, hasta que tropezó con la raíz de un nogal y allí me esperó. Supo que no tenía escapatoria posible. No sintió dolor y lo siguiente que vio desde lo alto, fue su cuerpo que no se movía.
Todo terminó en un santiamén y me llevé su cabeza desde el bosque hasta mi casa. Todavía no sé con qué demoníaca idea.

Olvidé a Marta para sentarme en la cocina con mi Sara, dispuestos a cenar, tan lejos de esperar lo mismo de esa velada; o tal vez no.
Me apetecía hablar con ella pero, no sabía qué decirle exactamente, ni cómo. El aíre espesaba y un nudo filtraba mis palabras, confundiéndolas. En pocas frases, me encontré en un juego de significantes sueltos que nos sacaron de quicio a los dos.
—¡Si no querías cenar, haberlo dicho! Tú como el perro del hortelano: ni comes las berzas ni las dejas comer. ¡Siempre igual!
Quise gesticular para contestarle, pero —como no miré— lo que hice fue volcar el plato de ensalada. Ella se levantó de la mesa tan desconcertada que determinó cabrearse para no prolongar el momento.
Sin ningún motivo me convertí en un hombre violento, generando una violencia estúpida e infantil. Alcancé a Marta en la puerta de la calle. Rodeé su cintura con mis brazos, apoyando mi cara en su espalda. Sentí cómo se estremecía su cuerpo.
Sé que le pone nerviosa que me acerque por detrás, porque antes de llegar, ella percibe que voy a hacerlo; no me ve, otros sentidos suyos me detectan.
—Te quiero.

No la solté hasta que sus pulsaciones volvieron a su habitual ritmo.

Espero que ustedes, aunque me odien, apuren mi historia y comprendan el absurdo de las situaciones que nos unen, sin huir. Ella y yo flotamos como el dedo de aceite en un vaso de agua; cada día la huelo. Siempre apartaré el mundo exterior del nuestro.
En este día cualquiera, nada especial, podría resumirse mi vida actual. Confío en que la memoria de ustedes sepa valorar los recuerdos y que, si surge, hablemos de la muerte de Marta sin darle importancia, o con una sonrisa morbosa.
Solo sé que Sara y yo dormiremos poco esta noche.
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Armilo Brotón
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Re: Reto a Pelo 4: Asesinato Sin Odio

Mensaje sin leer por Armilo Brotón »

¡Qué bueno gitana! Hemos coincidido en que un asesinato sin odio lo hace una persona enajenada, en este caso por los versos. En tu cuento ha sido por los ajenos, al estilo Stephen King, y está enlazado con tu poema Dos Bocados, ¡qué genialidad!
¿Te llevaste al perro para que te chivateara? Cabrón perro, lo vamos a tener a pan y agua dos meses.
La mezcla de escenarios es perfecta, querida Ana, eres una maestra en ello, felicidades. Seguimos aprendiendo prosa contigo.

Besazo
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Ana García
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Re: Reto a Pelo 4: Asesinato Sin Odio

Mensaje sin leer por Ana García »

Me gusta mostrar escenas opuestas. Mi loco mata sin ira, pero ofrece un sexo airado. En vez de hacer el amor, parece que lo destruye.
El perro dice que puedes usar el agua y el pan algún otro bicho del convento y, que él tiene mejor paladar.
Vamos por el siguiente reto? Vas a perder. Locos empastillados, me lo pones fácil.
Besazo.
Ana Muela Sopeña
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Re: Reto a Pelo 4: Asesinato Sin Odio

Mensaje sin leer por Ana Muela Sopeña »

Surrealista este cuento, Ana:

El protagonista es el perfecto psicópata. Parece que mata por diversión o por deporte. Sin odio. Muy bueno.

Enhorabuena
Un beso grande
Ana
La Luz y la Tierra, explosión que abre el corazón del espacio.
http://www.laberintodelluvia.com
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Ana García
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Re: Reto a Pelo 4: Asesinato Sin Odio

Mensaje sin leer por Ana García »

Ana Muela Sopeña escribió: Sab, 20 Abr 2024 0:01 Surrealista este cuento, Ana:

El protagonista es el perfecto psicópata. Parece que mata por diversión o por deporte. Sin odio. Muy bueno.

Enhorabuena
Un beso grande
Ana
La apuesta en este reto era alta. Era más fácil un cuento con un asesino marcado por el odio o la ira, mucho más.
Gracias por acercarte a estos micros. Se agradece tu lectura y comentarios.
Un abrazote.
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