y, quizás, solo sea
un niño perdido
que no tiene nombre,
un correo sin dirección
ni bandeja de entrada,
una noche que iluminó mi rostro
y aún me llama
en la oscuridad,
una carta cubierta de silencio
que araña tus mejillas todavía,
una noche de amor que no tuvimos
y recordamos siempre
porque nunca jamás se fue el resplandor
que llevaste a mi alma peregrina.
Te amo aun cuando no quiero, Wendy.