Gracias por animarme a escribir
a descubrir los paisajes interiores
del alma que se viste de poesía.
Gracias por tanta paciencia
a prueba de tantos poemas.
adivinando el gesto de un macabro juego de sombras,
dando presencia a la inquietante figura deconstruida
que persigue a la razón atribulada por el insomnio.
La historia encontró al hombre
arrodillado frente a un cadáver;
sus manos sostenían la costilla.
Había olvidado su condición
y quería comenzar de nuevo.
Mantiene erguida una impotencia.
Y descansa en la luz del poema
que todavía no ha sido escrito.
La luz atraviesa hasta los océanos y poco importan
enjambres de sentencias devorándose a sí mismas,
si aún hierven las sombras por los oscuros abrazos.
Poco importa que no me encuentres bajo los párpados
o al final de una playa ceñida a la espuma de los besos,
si ya me apergaminé cual silencio de serpiente a tu piel.
Qué importan los pasos que se hunden en un mar profundo,
si la arena siempre recuerda la luz que atraviesa la mirada,
devolviendo la paz a una memoria incorpórea e inmaterial.
Cuando trato de encontrar sentido a mi vida,
desentierro mi propia sombra, y me ilumina
la memoria de mis días sin recuerdos.
Absorto, sin comprender nada en absoluto,
vuelvo a enterrar mi cabeza en el olvido.
Fragmentos de luz;
ojos embalsamados;
una pluma inútil.
Aprendo a amar
cayendo hacia abajo;
creciendo hacia arriba,
como el árbol.
El dolor de las ramas
sacude mis sombras.
Empuja el aire roto
una materia rota.
Ni siquiera me atrevo a mirar
el cuchillo con el que corto el pan.
Soy una alucinación:
no hay nada
más allá de mi boca.
Me aturden tantas palabras
con sus posibles significados.
El rostro azul de mi madre
desencajado por el llanto:
la música de las palabras
que no acabo de entender.
No sé si el frío se hace o lo tengo.
Hay zozobras, espeluznantes silencios.
Pero no, no habla el silencio.
Tú hablas -esperas imposibles-.
Olvidas sin saber.
se equivoca el mismo espejo.
Pasean por las ramblas
uno a uno. Línea a línea,
se difuminan en espirales
por la oquedad del tiempo.
Son la caída que sostiene
la imperfección del grito.
No comprendo el sin fin
que acaricia el horizonte;
la claridad dando a luz
por mis ojos apagados.
La belleza figura en espejos
empañados por la mentira;
ahora la verdad se difumina
en el rostro del desconcierto.
Me rozaron las zarpas de la vida; su gemido azul
ahora duerme en mi corazón, y ya no es posible
que hable el silencio.
Ella, tan fría y callada,
habita dentro de mí.
Mis brazos -caídos e indefensos-
todavía no se han derramado.
Y podría decir de quién se trata
pero es más bello el silencio.
sonríes a mi dolor y te alegras,
entre mis sueños, por un final.
Hacia mi huyes de la verdad.
Eres un ángel. Cuando yo te miro
tiemblo de emoción y me lamento,
entre tus plumas, por un beso.
Hacia ti huyo del frío de la justicia.
Somos todo cuanto imaginamos
tras la huida de nuestros cuerpos.