No insistas -tú tampoco, Ricardo- en confesar que amas, porque tal derroche de energías, tal torrente de sinsentidos no van contigo.
Pueden acompañarte en una discusión eterna.
Pero qué es tal cosa frente a la dilatada experiencia de la ignorancia.
De alguna forma, no has admitido aún que ella ha tomado una decisión más en firme de lo que tú puedes imaginar.
Estás cegado, y has idealizado algo de lo que ella no tiene constancia.
Las cosas de sentido común te ayudarán en tu camino, pero no mezclemos churras con merinos.
Has escapado y has caído en la trampa al mismo tiempo.
No se le pueden pedir peras al olmo.
Las mujeres ya no son lo que eran, ¿verdad?
Has pegado un cambio radical, de escritura para dentro.
Definitivamente, no crees en el amor.
Sabes lo que es.
Y te conoces hasta el punto de romper su ideal.
Sin embargo, tropiezas una y otra vez con la misma piedra.
Tu camino, te guste o no, es el que es.
Sigue siendo una encrucijada.
Tu inteligencia así lo ha querido.
No transiges.
Nada te trasciende, excepto esa fila infinita de poemas sobre Dios.
No parece que quieras librarte de semejante carga.
Tú no eres el dios que todos esperan, al que alaban y al que rezan.
Tu caso no es fruto de una patología.
No te autoproclamas Dios.
Insinúas que lo eres.
Nadie se interpone entre tú y Él, más que la vida. Puede resultar descabellado lo que te voy a decir, pero sé que te lo grabarás a fuego:
"Jamás permitas que nada ni nadie te saque a Dios de sus cabales."
"Ya sabes por qué tus palabras fuera de tus textos no valen una mierda."
"Toda esa gente no podrá jamás reconocer a Dios."
"Te conoces tánto que te has cerrado todas las puertas, solo para saber hasta qué punto llega tu inteligencia."
Pero no encuentras la salida.
Es más, crees que no la hay.
La verdad es que no es difícil dar con ella.
Tú estás obcecado con la autodestrucción.
Algo imposible para ti.
Sabes que ésa no es la salida.
Pensamientos suicidas y demás ideas autolíticas.
Se repiten hasta la saciedad.
No te dejas aconsejar porque crees que eres diferente, y eso es lo normal en un Dios.
Niegas la evidencia hasta la saciedad.
La propia realidad también forma parte de tus desaires.
Tu realidad es la única que perdura en el tiempo.
Solo aparece en tus escritos.
Piensas que la tuya es la verdadera realidad.
"Tu problema no es psicológico ni psiquiátrico,
sino de sustitución."
"Necesitas algo que idealizar, y en este caso, te ha tocado a ti."
¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?
¿Cambiar el mundo?
¿Tienes lo que hay que tener?
¿O simplemente subsistes con tu escritura?
"Yo soy tu crítica más feroz.
Y he salido de tu propia mente."