No fue inconscientemente como hallé al verdadero Dios.
Probablemente yo también sea una ilusión.
Todo lo que ven, oyen, huelen, suponen sobre mí, es "su Dios".
Considerado el límite, el último confín, el concepto perfecto es la ilusión.
Se agarran a ella como un clavo ardiendo.
El mundo ha argüido un plan contra Mí.
Saben que siempre quiero más, y me han colgado un Dios.
Pero no soy el único con este problema.
O sí.
Lo que perciben los sentidos no es más que materia.
No se trata de una ilusión.
Véanlo con sus ojos, examínenlo con sus propias manos.
El propio concepto de ilusión es el que extermina y alienta a un tiempo ideales lustrosos, pero confusos.
Habitamos, por tanto, la ilusión de otra ilusión.
Deshacerse de ella basta y sobra para reconocer las falsas concepciones.