del brillo que el destino le ha asignado
para actuar quizá contra el menos culpable?
J.M. Caballero Bonald
No soy más que un romance típico
al golpear conjuros en tu orilla.
Óyeme tras la dócil lentitud sumisa
que desprende mi rostro penitente.
Con asiduo salitre me sostienes.
Apaga la luz, sé de mármoles
y de un luto que nunca acaba.
El pánico restaura mi actitud
en torno al llanto, mas quisiera
decapitar tu familiar entrega.
Nada me sabe, nada me duele,
cúbreme de leyenda en esta estancia
donde apenas la fe me favorece.