"Un joven cualquiera"( Primera parte cap. 11 y 12)

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Ramón Carballal
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"Un joven cualquiera"( Primera parte cap. 11 y 12)

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CAPÍTULO ONCE

El viejo arrastraba el carrito como si fuera una condena de los dioses. Su ropa sucia y gastada, despedía un olor desagradable. El carrito chirriaba bajo el peso de una carga indefinible. Siempre encorvado, su mirada estaba permanentemente fija en el suelo, parecía un gran pájaro negro en busca de alimento. Le había visto muchas veces y muchas veces me había pedido dinero: “me das una moneda, chico”. Yo, incómodo, no le contestaba y seguía mi camino. Hoy era distinto, estaba decidido a darle el billete que llevaba en la mano. No era un billete cualquiera. La noche anterior, al volver a casa, me lo encontré en el suelo. Estaba en medio de la acera, arrugado, redondo como una pelota. El color verde original se había vuelto ocre; las figuras, los dibujos y los números habían perdido su significado de cambio y se habían convertido en símbolos vacíos. Fue en ese momento cuando me acordé del viejo. Le busqué por las calles que frecuentaba, no tardé en dar con él. Me acerqué y le dije enseñándole el billete: “esto es para usted”. El viejo contestó sin mirarme, con una especie de gruñido. Ni siquiera se detuvo. Con un movimiento rápido le introduje el billete en uno de sus bolsillos. Le vi alejarse, indiferente, con la espalda curvada, los hombros hundidos, farfullando. Al principio me sentí defraudado, pero luego comprendí que para este anciano el dinero no tenía valor alguno: pedía una moneda por el placer de molestar. Su ritual diario consistía en exhibir su desprecio, su máxima aspiración no era el escupitajo físico, sino el moral. Buscaba víctimas como yo, aparentemente sensibles a su figurada desgracia, entonces su carcajada se hacia más sonora y su orgullo de cazador se cobraba otra pieza. Me decía que quedaba el consuelo de mi satisfecha conciencia, lo cual era una idiotez porque solo se ayuda a quien se siente ayudado, y no era quién de negarle a este viejo la capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, entre el agradecimiento y el rechazo. Por tanto, hasta el más complaciente de los razonamientos me enfrentaba al ridículo, y así lo comprendía, herido en mi amor propio, pagando el precio de la ingenuidad bienintencionada, mientras él, en su cruzada contra el mundo, se sentía de nuevo vencedor, y preparaba las armas del camuflaje, sabedor de que el cepo, tarde o temprano, atraparía, sin clemencia, a otro incauto. Este era su regocijo, la culminación de su felicidad, y a ello se entregaba, cual camaleón desnaturalizado, que teje, como si fuera una araña, la tela del escarnio. Insultante pasatiempo que daba razón a su vida, aguja ardiente que busca el corazón inexperto en el que clavar su resentimiento, madurado y dispuesto a exhibirse, siempre al acecho, como una viuda negra de carnaval.



CAPÍTULO DOCE

Ha llegado Luis con unos panfletos en la mano. Se ha sentado con aire clandestino y nos ha dicho en un susurro:
-Mirad esto, es un partido que se está formando con gente joven. Son de izquierdas como nosotros y tienen un ideario político muy atractivo. Conozco a uno de los fundadores, se llama Alberto y nos ha invitado a una reunión esta tarde. Podríamos ir ¿no?
-¿Son nacionalistas?-le pregunté
-Si, pero son más progresistas que nacionalistas, es gente muy preparada.
-A mi me gustaría saber- intervino Matías- si su disciplina interna admite el derecho de tendencia, o no.
-Creo que son abiertos- respondió Luis-, pero no sé hasta qué punto. Si vamos a la reunión podrás preguntarlo.
-Ese Alberto es economista ¿verdad? No es uno que ha escrito un libro sobre el atraso económico de Galicia , que si esto es una colonia y todo eso-dije.
-Si, es un ensayo interesante. Forma parte de su propuesta para mejorar la situación de nuestro país.
-¿Nuestro país?- dijo Matías. Ya estamos con el concepto de nación a vueltas. Yo creo en ideales: justicia, libertad y cosas así. Si se trata de comerte el coco con la idea de patria y similares, no cuentes conmigo.
-No perdemos nada por escucharles- insistió Luis. ¿Tú que opinas, Sebas?
-Bueno, esta tarde no tengo nada que hacer, podemos oírles y después ir a la asamblea de distrito, siempre es divertido.
-Por mi parte lo tengo claro- dijo Matías. Prefiero quedar con Julia en el Galo.

Acudimos a la hora fijada. La reunión tenia lugar en un piso de la parte nueva de la ciudad, Luis me estuvo aleccionando sobre las elevadas miras del partido y la valía incuestionable de sus cabecillas. Yo le escuchaba con escepticismo.
-Alberto será un político importante, tiene calado ideológico y está muy preparado, además es un líder nato y muy pronto serán una alternativa a tener en cuenta- decía Luis
-Si, pero vamos a ver ¿qué son? ¿socialistas o nacionalistas? ¿leninistas, maoístas, o trotskistas? O tal vez nacional-socialistas?-le espeté con ironía.
-Oye, no hagas bromas con eso- dijo Luis algo enfadado. Son básicamente socialistas, con un fuerte componente nacionalista.
-¿Son extremistas?
-No, hombre, si te refieres a que apoyan la lucha armada, por supuesto que no.
-No sé, Luis, a mi la política me interesa, pero creo que es una más de las cosas que hay en la vida, también están la literatura, el cine, la filosofía, quizá sea demasiado individualista para implicarme en un proyecto común como es el de afiliarte a un partido, puedo simpatizar con alguno, aunque no creo que vaya más allá.
-¡Pues si que vas convencido!
-Entiéndeme bien, me gusta vivir en una democracia y tal vez ahora, tras la muerte de Franco, sea el momento de hacer política. Me siento obligado a participar de alguna manera, por eso voy.
Cuando llegamos, ya estaban reunidos en torno a una mesa rectangular. Hablaban entre ellos en un tono bajo, algunos tomaban café. Habría unas siete u ocho personas en la sala, uno de ellos se levantó y nos saludó:
-Hola, soy Alberto.
Seguidamente, nos hizo sentar. Por lo que puede deducir, el tema de conversación era la estrategia a seguir ante la inminente convocatoria de una manifestación estudiantil, unos querían participar en la convocatoria unitaria de partidos de izquierda y otros preferían hacer una convocatoria independiente. Un chico moreno, que llevaba unas gruesas gafas de concha, dio un golpe sobre la mesa:
-Yo con esos no voy a ninguna parte, es que no os dais cuenta de que nos llaman cuando les interesa y cuando no les interesa es como si no existiéramos, y por si fuera poco, ideológicamente, estamos muy lejos de ellos.
-Mira, Carlos, en ocasiones es preferible ser más pragmático que idealista, ahora mismo es mejor colaborar con ellos. No debemos olvidar que solo la unidad de los progresistas podrá vencer a la derecha conservadora, ya tendremos tiempo de dejar clara cual es nuestra posición.
Después hubo otras intervenciones: una joven pelirroja apoyo las tesis de Alberto, otro propuso desmarcarse de la manifestación y centrar la estrategia en la captación de estudiantes y obreros a través de células informativas, otros callaban y se limitaban a fumar. Tuve la sensación de que había oído lo suficiente, los mensajes eran conocidos, las actitudes también, por las miradas que me dirigían de soslayo supe que me estaban tanteando y que el dictamen no iba a ser positivo. Le pregunté a Luis si nos podíamos ir, él contestó con cierta decepción:
-Vete tú, si quieres.
-Podemos vernos más tarde en la asamblea, ¿vale?
-Vale.
La asamblea empezaba a las siete de la tarde en la Facultad de medicina. Esta universidad compartía con la de historia un estilo arquitectónico clásico de fachadas suntuosas con columnas robustas coronadas por capiteles dóricos. Era un estilo de aire neoclásico importado-ignoro si oficialmente lo era-, nada genuino, aunque dotaba a las edificaciones de una grandiosidad que tenía algo de impostura. Digo que ambas facultades compartían ese aire de clasicismo solemne, de tradición arcaica decadente, vulgarizada por el uso poco original de las líneas geométricamente definidas en el trazo angular de sus pliegues demasiado regulares; la Facultad de historia tenia una vocación mayor de rebeldía, estiraba las mandíbulas de su pórtico con el instrumental quirúrgico de una escalinata; la de medicina era mas plebeya, asentada en la uniformidad del terreno, como si la ciencia no pudiera entregarse a las veleidades del arte, y reivindicara negocios más terrenales: los de los cuerpos que necesitan ser reparados. Cada una, a fin de cuentas, simbolizaba sus fuentes y las homenajeaba, al igual que hacían los estudiantes: los unos ,poseedores temporales del saber médico, aspirantes a Hipócrates, Avicenas, Maimonides, Esculapios modernos o a simples curanderos bien retribuidos; lo mismo se podría decir de los filo-historiadores, que algún día ejercerían de profesores en Institutos de secundaria, o tal vez, si esto no les tentaba y tenían ciertas habilidades manuales, completarían su formación en una escuela de bellas artes para poder dedicarse a pintar, a restaurar, a cuidar algún museo o a ser comisarios de exposiciones temporales. Pero eso era el más allá y ahora a nadie preocupaba, el hoy estaba hecho de algarabía, de deseos de cambiar el mundo, de vivir el sueño de la revolución universal, herencias del mayo francés, de las hermosas frases del tipo “vive como piensas o acabarás pensando como vives”, tan ancladas en el inconsciente colectivo que era difícil no contagiarse de ese ambiente de efervescente libertad de conciencias, con su virginidad de principios por descubrir y experiencias por compartir, con sentimientos puros y nobles que surgían de bocas que todavía no habían aprendido a mascar palabras como hipocresía o engaño; que aún estaban en esa etapa biológica que espera de un momento a otro el florecimiento de la primavera infinita, el retorno al edén; que tenían la esperanza, cada vez menos oculta, de ser la generación que nos hizo perdonar el pecado original, la de la salvación, aquella que por fin devolverá a la condición humana su imagen primera, preñada de inocencia, redimida, y todo gracias al convencimiento unánime de haber sido elegidos-como cualquier otra generación que se precie-para rehacer los estratos de una sociedad caduca y corrompida, necesitada de valores, de los que ellos, como nuevos Mesías, estaban bien provistos. Me entretenía pensando en esto, cuando me di cuenta de que estaba rodeado por grupos, que en alegre bullicio, y en la misma dirección, formaban una riada de cuerpos en movimiento con destino a la asamblea. En efecto, ya se veía como entraban sucesivamente por el pórtico y copaban el pasillo principal hasta penetrar en el enorme anfiteatro del aula magna. Daba como un ramalazo de timidez encontrarse de pronto ante tal jolgorio de juventud con sus manifestaciones más propias: hablando, riendo, formando, en el ejercicio del rito tabacal ,una densa humareda que después de un rato hacia picar los ojos. Era imposible, no ya solo encontrar un sitio, sino un mínimo hueco, por fin pude, como si estuviera en el metro en hora punta, irme colocando, hasta situarme pegado a la pared, muy próximo a la entrada. En la tarima aparecieron algunos de los más conocidos líderes estudiantiles con la intención de coordinar la asamblea. Inútil pretensión, pues precisamente el mayor atractivo residía en el carácter imprevisible, la anarquía absoluta de las intervenciones más dispares, el enfrentamiento inesperado y la traca final con que indefectiblemente terminaban: el número de circo que montaban los personajes más extravagantes, auténticos alma mater de este cónclave juvenil, artistas en ciernes cuyos premeditados números estrella aplaudíamos a rabiar, especialmente cuando la inspiración los arrebataba y los elevaba a las altas cimas del éxtasis. Ese día el cuncas recitaba, con ademanes histriónicos, una de sus poesías subversivo-surrealistas, lo que irritaba a la mari que le mandaba callar a voz en grito, lo que aprovechaba alguien para soltar un ¡viva Franco! Y ya estaba armada, y los líderes gritando para que se calmara la concurrencia, y todos elevando la voz, protestando unos, carcajeándose otros, y adiós asamblea. En medio de la revuelta me ve Santi y me dice: “tengo chocolate para luego”, al tiempo que me da con el codo, y yo ni le contesto, y por fin aparece Luis, viene con Matías y con Julia. Les comento:
-Esto se ha acabado, ya no hay quién se entienda.
Julia está muy contenta, ha conseguido aprobar una asignatura que se le había cruzado. Nos vamos a tomar unos vinos. Matías toma la mano de Julia, Luis camina adelantado, mientras yo me aparto un poco de la pareja. Matías viste para la ocasión chaqueta de pana marrón y pantalón claro, Julia parece una hippie a la que se le ilumina la cara. Matías quiere combate:
-Amigos, la poesía es lo sublime, es el arte de las artes, en un verso se encierra un mundo, ni la mejor de las novelas puede igualarse….
Me azuza:
-¿y tú no dices nada?
-A mi me gusta la novela, ya lo sabes –le digo
Mete el estoque:
-La poesía no la aprecia cualquiera, es necesaria una sensibilidad especial.
Pincha en hueso:
-No me interesa nada de eso, Matías.
-Déjale en paz-interviene Julia.
-Bah!, con vosotros no se puede tener una conversación mínimamente interesante.
Julia se suelta y toma por el brazo a Luis:
-Luisito, Luisito no te nos escapes. A ver¿ por qué estás enfadado?
-No estoy enfadado –dice Luis.
-Alto, paramos aquí-Julia elige, porque se cree con derecho a ello. Es la reina de la fiesta.

Ha elegido una tasca como cualquier otra. El tabernero coloca cuatro tazas de cerámica blanca, unas pegadas a las otras, como si fueran un pelotón de fusilamiento. Lleva una jarra de Buño en la mano, desde la que vierte, sin decir nada, el líquido que se derrama incontinente y decora la barra de madera que está salpicada de círculos de vino, algunos completos, otros incompletos. Hago un recuento rápido para saber si predomina el blanco o el tinto, decido que gana el tinto y me alegro de que esas cuatro tazas de ribeiro alteren la estadística. Enfrente de mí, un espejo carcomido por minúsculos puntos negros es incapaz de devolver nuestras imágenes definidas. Me creo que es una pantalla de cine y que esto es una mala película, filmada a cámara fija bajo un guión insulso, con actores aficionados que no se saben el papel, ni se atreven a improvisar o que repiten la escena que anteriormente reflejó el mismo espejo. Matías es el actor principal, el héroe romántico que quiere batirse en duelo. Escenifica la escena del calumniado y le tira el guante a Luis:
-Oye, Luis, ahora que está Julia delante, por qué no aclaras tus comentarios sobre Elena. Luis trata de esquivar el reto:
-No sé a qué comentarios te refieres
-Si, hombre, a sus devaneos con nosotros ¿recuerdas?-insiste Matías.
-Bueno, lo único que dije es que le gustaba coquetear-intento aclarar Luis.
Matías se rió:
-Hay que ver que fino te has vuelto.
-Vete a la mierda.
Julia me mira y yo me encojo de hombros, como no dándole importancia. Bebemos. Seguimos bebiendo. De forma rutinaria hemos puesto rumbo al Galo. Es una noche clara de primavera, en la que el plenilunio ilumina el camino. El Galo espera el sonido de las trompetas de Jericó, nuestra simbólica tribu va a tomar posesión de sus muros con la estrategia de Alibaba. Al conjuro de las palabras mágicas un agujero en la piedra se abrirá y penetraremos por la entrada secreta que solo conocen los iniciados, saquearemos las copas y sus preciados licores: absentas, aguardientes, calvados; caldos preciosos y multicolores, que en improvisado ardid, ingeriremos invocando a Dionisos, el dios alegre, el pífano, el embriagador de sátiros. Esa es mi aspiración ahora, y no la comunico, espero a que el arco del triunfo de la taberna, ausente el emperador, se digne acoger bajo su sombra mis huesos mortales, con ellos la cohorte que formamos, sin yugos, uncidos por la comunión de nuestros cuerpos múltiples ,y por la simpatía que nos une como si fuéramos circuitos del alma interconectados a una bomba de relojería que estallará cuando ya no estemos, y destrozará los recuerdos que dejamos, y esa es la mayor carnicería que imaginarse pueda, o es que ¿hay quién puede sobrevivir a su nostalgia? ¿Qué es lo que te queda cuando tus propios lamentos te ahogan? ,y otras preguntas que uno suele hacerse cuando siente que ha perdido algo, o que se ha equivocado en las decisiones que ha ido tomando, creyendo que hacia lo correcto o simplemente porque si, ya que uno acaba por no recordar la razón por la que se eligió esto y no lo otro, ni los componentes de azar o predestinación que pudieron confluir, ni tampoco las posturas ajenas, que a buen seguro, encauzaron lo derroteros que tomaste. Pero eso es el porvenir y el artilugio lo estamos construyendo con la química total de lo efímero: uno pone los cables por cuyo interior circula el alcohol que prenderá la llama del corazón esférico(tictac- tictac), otro la goma dos de la envidia, un tercero tiene el poder del detonante, y todos juntos transportamos este regalo de destrucción y lo paseamos como a un perro, y se lo dejamos a Raúl, el amable barman del Galo, para que nos lo guarde mientras especulamos sobre el contenido de la caja roja, anudada con un lazo negro, en la que cada uno hemos puesto una parte complementaria, a la que dimos otro nombre y otro fin, para que ninguno conozca la que pusieron los otros. Pero yo lo sé, dentro esta el mecano desconocido que late sin freno, el que Raúl deposita en la repisa, entre una botella de Jack Daniels y otra de Cointreau , sin preguntar nada, con ese mohín académico con que nos obsequia a diario. Dejamos el futuro convertido en elemento decorativo, a sabiendas de que cualquiera que pregunte no obtendrá respuesta, que esa respuesta será proclama cuando en el atardecer de los años volvamos a esta nuestra cueva no secreta, donde a Raúl o al que ocupe su puesto le diremos: ¿a qué no sabes que contiene esa caja? Y el contestará: “cualquiera sabe, lleva ahí tanto tiempo”. Y hasta que llegue el reencuentro, disfrutaremos de la música, como hace Luis, apoyado en la máquina de discos, seleccionando las tres canciones que le apetecen, y antes de que introduzca la moneda, me acerco y le digo: ¿Por qué no pones desafinado? Y el contesta: “eso esta hecho, amigo” y aunque podría darle a la tecla sin mirar, recorre con el dedo la lista de canciones, escrita a mano, hasta que llega a la trilogía: moustaki-aretha franklin-stan getz, y presiona con la costumbre del autómata, para que empiece a sonar el saxo; después elige por su cuenta una de Violeta Parra y otra de Joni Mitchel . En mi cabeza suenan todas juntas, mezclados los acordes, las melodías, los sones y las palabras de esas voces complementarias. Cuando el primer disco de vinilo cumple su ritual, y la aguja comienza a rasgar los surcos, yo ya estoy por el final, ya he tarareado todas las estrofas de todas las canciones que guardan la memoria de hoy, y es el eco lo que escucho, una grabación de la grabación de la grabación, cuando según both el side favor now del viento va rebotando de roca en roca para volver a la lámpara de Aladino, que es la máquina de música, la nuestra, a la que pedimos tres deseos, como tres salvavidas a que aferrarse, y ella nos los da, sabedora de que se naufraga tantas veces como sueños se tienen, y yo quiero tener muchos sueños y vivirlos cada noche con los compases de la melodía elegida, de las letras inmortales y los acordes sensuales que pueblan de misterio la caída al vacío, con ese goce de perdida de lastre y liviandad absoluta que se produce justo antes de que los ojos se cierren ante el terror de estrellarse contra el suelo, y en el ínterin, otra canción se inicia y muere, y así sucesivamente, para después de tres muertes y tres renacimientos sentir que un trozo de tu alma se ha cargado de energía, por lo menos de la suficiente para que los miembros se activen y el cerebro recupere un punto de lucidez con el que poder responder coherentemente a la explosión de impresiones que se suceden a un ritmo que no es precisamente el cadencioso de la música, entre ellas, las que tienen el don especial de concentrar tus sentidos, como, por ejemplo, la irrupción de Elena que aunque no está con nosotros-se acompaña de dos desconocidos, un hombre y una mujer, él trajeado y ella enchaquetada-se acerca para decirnos:
-Esta canción la habéis puesto vosotros.
Y se retira de nuevo a su arcano feudo con su señor del castillo y su ¿ama de cría?, a discutir los pormenores-eso lo imagino-domésticos. Matías, que todo lo intuye dice:
-Os apuesto algo a que son su marido y su hermana.
Julia le aprieta el brazo de manera instintiva, y a Luis se le enrojece la cara como a un niño pillado in fraganti por su madre en el cuarto de la criada, y a mí se me hace extraño que Elena no tenga ningún recato en traerles y mostrarles con absoluta inocencia el lugar predilecto de su traición, el escenario donde su esposo es obviado como si no tuviera identidad, ni DNI, ni descendencia con ella. He podido observar como en su dedo anular Elena lleva el símbolo del compromiso, un anillo de oro que nunca se pone, o que retira cuando le conviene. Me hubiera gustado que nos fueran presentados y se ve que Matías ha pensado lo mismo, porque sugiere:
-¿por qué no les decimos que nos acompañen?
A lo que Julia responde como un resorte:
-Si haces eso me marcho.
Y Matías, como si le hubieran dado el banderazo de salida, se levanta y habla con ellos. Julia no aguanta más, Luis y yo nos sentimos turbados. Ya vienen para aquí. Elena nos presenta:
-Estos son Sebastián y Luis-a Julia la ignora, luego, él es Antonio, mi marido, y ella Olga, mi hermana
-Hola.
-¿Que tal?
-¿Qué queréis tomar?-les pregunto.
-Una Coca-cola, por favor-dice Olga
-Yo tomaré una Heineken-pide Antonio.
-Para mí lo de siempre-sentencia Elena.
Ese “lo de siempre” impone una familiaridad incómoda.
-Elena me ha hablado mucho de vosotros- Antonio trata de ser amable.
-¿De verdad?-dice Matías con sorna.
-Si, os considera buenos amigos, dice que si no fuera por vosotros se aburriría. ¿No es así Elena?
-¡Oh! si, son unos soñadores. ¿Te cuento como conocí a Sebas? Un atardecer estaba contemplando la fachada de la Catedral y él se acercó. Creo que quería ligar, Elena me guiñó un ojo, estuvimos hablando de arte.
-Más bien hablaste tú ¿no lo recuerdas?
-Si, es cierto, yo estaba ensimismada, era la primera vez que veía la Catedral. Acabábamos de instalarnos. Después coincidimos en una discoteca-dijo Elena mirando a Antonio. Este hizo un gesto como de asentimiento.
-¿A qué te dedicas, Antonio?-interviene Luis.
-Soy marino mercante.
-Es una profesión interesante. Conoces mundo, aunque pasas mucho tiempo fuera de casa, ¿no?-le inquiere Matías.
-Mas del que quisiera, desde luego.
-¿Y tú Olga?¿qué haces?-le pregunto.
-Yo estudio empresariales, en Bilbao.
-¿Conocías Santiago?
-No, es muy bonito-contesta Olga.
La conversación se vuelve trivial. Julia no ha abierto la boca. Sobre la mesa las copas de licor han formado una corona alrededor de las otras bebidas, es Matías quién se ha preocupado de formar ese dibujo. Nuestra música hace mucho que ha dejado de sonar y con ella el gusto de estar allí.
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: "Un joven cualquiera"( Primera parte cap. 11 y 12)

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Ramón, qué buenas estas dos entregas.

En el capítulo 11 dibujas maravillosamente el sentimiento que puede emerger ante una situación de miseria. El billete tan gastado como la congnición del que pide explosiona muy bien los simbolismos. Mucha poesía en lo que narras, amigo mío.

El capítulo doce me ha llegado muy profundamente porque la situación y los personajes corresponden, casi uno a uno, con un suceso biográfico propio. Me ha encantado la fineza y la pericia con la que describes y cuentas.

Abrazo y felicidad; mil perdones por el retraso; tuve días liados.
"Algo, en este tan vasto como innecesario universo,
ha de tener sentido: ninguna ecuación diferencial
siente. Pero, se sabe, en el principio
fue dicho: hágase la luz; y abrimos los ojos."


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Ventura Morón
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Re: "Un joven cualquiera"( Primera parte cap. 11 y 12)

Mensaje sin leer por Ventura Morón »

Amigo, como siempre tengo que pedirte disculpas primero, últimamente me es difícil venir tanto como quisiera.
Tus capítulos nunca defraudan. Me gusta mucho como vas anudando los personajes, la forma en la que las historias van componiendo los elementos vitales que se nos hacen tan trasparentes y cercanos.
Es un gusto seguirte, abrazos
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Ramón Carballal
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Re: "Un joven cualquiera"( Primera parte cap. 11 y 12)

Mensaje sin leer por Ramón Carballal »

Hallie Hernández Alfaro escribió:Ramón, qué buenas estas dos entregas.

En el capítulo 11 dibujas maravillosamente el sentimiento que puede emerger ante una situación de miseria. El billete tan gastado como la congnición del que pide explosiona muy bien los simbolismos. Mucha poesía en lo que narras, amigo mío.

El capítulo doce me ha llegado muy profundamente porque la situación y los personajes corresponden, casi uno a uno, con un suceso biográfico propio. Me ha encantado la fineza y la pericia con la que describes y cuentas.

Abrazo y felicidad; mil perdones por el retraso; tuve días liados.
Muchas gracias, Hallie, una vez más por tu lectura y comentario. Un fuerte abrazo.
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Ramón Carballal
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Re: "Un joven cualquiera"( Primera parte cap. 11 y 12)

Mensaje sin leer por Ramón Carballal »

Ventura Morón escribió:Amigo, como siempre tengo que pedirte disculpas primero, últimamente me es difícil venir tanto como quisiera.
Tus capítulos nunca defraudan. Me gusta mucho como vas anudando los personajes, la forma en la que las historias van componiendo los elementos vitales que se nos hacen tan trasparentes y cercanos.
Es un gusto seguirte, abrazos
No tienes que disculparte, Ventura, solo faltaría. Agradezco y mucho tu lectura y comentario. Un fuerte abrazo.
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Re: "Un joven cualquiera"( Primera parte cap. 11 y 12)

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Subo estos capítulos por si a alguien le apetece leerlos.
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