Me lleva de la mano, me invita en su porfía,
Es el amigo bueno, el poeta que prende
En todo el que le trata, cariño y simpatía.
Su corazón es dulce y a mi alma desciende
Un sabor de violetas con dulce melodía;
Coro de serafines y rumores con duende
De elegante mesura de luz y poesía.
Es el hombre que ama y es el Ángel que reza
por la luz, la justicia, y a todo bien que toca;
Letrado y buen decano de sencilla grandeza.
Es su alma, hoy con Dios, quien a mi lira evoca
La ambrosía de un adagio por la inmensa belleza
de su gran corazón que a rezar me convoca.
Rafael