Especulación moral sobre el rey Favila

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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Pablo Ibáñez
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Especulación moral sobre el rey Favila

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Especulación moral sobre el rey Favila, muerto a manos de un oso

Imagen
Froiluba despidiendo a Favila. Monasterio de San Pedro de Villanueva, Cangas de Onís.


…no hizo nada digno de la Historia…
Crónica Sebastianense

…sin quitarse el saco de malla que traía con el pavés en la mano y la espada en la cinta, quiso ir a montería. Su mujer la reina Froiluba, dándole el corazón saltos con temor de algún mal suceso, porfiaba con el rey que se desarmase, que venía cansado de pelear y que dejase por aquel día la caza. Tirábale del faldón de la ropa pidiéndole con lágrimas y palabras de amor que se apease. El rey porfiaba en ir y tomando un azor en la mano se despidió de la reina; y ella con mucho sentimiento le abrazó y besó, quedando muy lastimada por los secretos anuncios que le daba el alma.
El rey subió por un monte que está cerca de la vega, que se llama sobremonte al lugar de Helgueras, metióse en un vallecillo que hace ese monte y yendo sólo se topó con un oso; osada y atrevidamente, soltando el pájaro que llevaba echó mano de su espada y embrazó el pavés, cerró con el oso dándole una estocada por los pechos o hijadas, mas no bastó en quitar al oso que no se abrazase con el rey, y le hiriese hasta matarle sin tener quien le ayudase. En el lugar donde los suyos le hallaron muerto está hoy una cruz».

Fray Prudencio de Sandoval, Historia de los cinco obispos




Veíamos desaparecer al joven rey entre la niebla, huyendo del poblado,
sustentando la carga de picor y herrumbre de su padre:
las mallas y las armas, la corona, el mito inmarcesible.
En vegas solitarias, en valles mínimos e incógnitos,
donde el bosque masculla su húmeda abundancia
y la gota se desliza como mundo hacia el arroyo,
allí era feliz — un azor, dos perros, un caballo—, hombre y soberano.
Sin vasallos.

La paz y las cosechas abonan un reino de frontera en la molicie.
Los moros habían renunciado —algunos, en voz baja, decían despreciado— nuestras tierras;
dimitieron de la guerra —infieles hasta en eso— sin acatos ni disculpas, en soberbio silencio,
violando un tácito compromiso mutuo contra el tedio.
La muerte de Pelayo nos había sumido en un presente antiguo, sin anclajes.
(Un largo funeral de curas plañendo satisfechos, Favila confundido y encorvado,
tiritando de miradas en medio del crucero, incapaz de entretenernos.)

Crecieron entre nosotros las disputas por límites y celos,
con un doble objetivo: la lucha contra el tedio
y calibrar el confín de la paciencia del rey nuevo,
a todas luces blando e indeciso, el vástago enfermizo de Pelayo.
Crecieron los rumores sobre su fe y su caridad. Pacato y reservado,
era ajeno al estilo ampuloso y detallista — tan grato al oído del obispo — de su padre al confesar.
Crecieron los rumores sobre su hombría y su coraje, se mostraba
renuente al rito del abrazo, la prueba de los nobles,
el sello fehaciente del mesías que guiara la obsesión de nuestro pueblo:
reconquistar lo que nunca poseímos.

Cansado de la pompa, atenazado en la balanza del rey muerto,
se encerró en conversaciones con bosques y animales, en la caza.
A menudo perdonaba la vida de las bestias: jabalinas criando, urogallos,
corzos jóvenes, lobeznos; acariciaba los salmones con cariño y los libraba;
respetaba los huevos de los nidos, conformándose —¿qué rey?— con un puñado de castañas.

Froiluba le esperaba trasparente entre la nieve,
consumiéndose de vida contrahecha,
deshilando juventud con una rueca,
rezando por su amor y por su reino, entumecida de piedra en la capilla,
paralizada entre rumores y el deseo abrasado de plasmarlos.

Había que hacer algo.

Quedaba un minúsculo poblado morisco en la frontera.
Los nobles y el obispo urdimos la feliz escaramuza
donde el rey diera medida sangrienta de sus brazos;
sería una tranquila cacería, una fácil limpieza de alimañas
sin alma ni decencia. Al alba partimos a caballo,
con las armas, la cruz y el estandarte, henchidos de fe cristiana y de nobleza.

Llegamos al lugar a media tarde, rezumando las ingles de dolor y lluvia sudorosa.
Diez cabañas de broza junto al río, una fogata, algunos niños
famélicos y sucios, jugando con el barro de gallinas, corriendo a refugiarse;
mujeres con criaturas de Dios entre los brazos, cubiertas con el velo,
ancianos purulentos sobre esteras, incapaces de emprender el camino de Castilla;
y cuatro o cinco hombres temblorosos, armados de palos y cuchillos,
saliendo a nuestro encuentro.
¡Por Favila y por Asturias! Cargamos contra ellos.

Favila atenazado. Favila con los ojos muy abiertos, en medio de la sangre
y de los gritos. Favila caminando como muerto entre miembros desgajados.
Favila registrando en su memoria las últimas miradas de las madres.
Favila registrando en su memoria las últimas miradas de los niños.
Favila demudado y encogido, arrastrando su espada por el suelo,
llorando de piedad, avergonzado de lo humano
y dudando lo divino.

Cabalgamos de vuelta por la noche, en un silencio informe
y llegamos a tierra santa en la mañana. Allí nos esperaban las mujeres
ansiosas por curar nuestras heridas, Froiluba la primera,
besó a nuestro señor el dorso ensangrentado de una mano. Pero Favila no descabalgó;
mandó a por sus lebreles y su azor, impávido y distante,
sus ojos inyectados de cansancio y decisión.

Froiluba rogando y padeciendo. Froiluba arrodillándose y gimiendo,
suplicando por el reino y por el cielo.
Y nosotros callando como suelos.
Nosotros atrapados en la vida, en este extraño lapso impredecible,
en este deambular contradictorio, terrible, irrenunciable,
atados a esta raza de animales endiosados.

Y allí donde el valle se encapricha y se vuelve tenebroso,
donde el río ensordece los recuerdos con su canto
y el bosque cerrado nos muestra indiferente lo que somos,
allí esperaba el oso. El oso necesario.
Su necesario abrazo.
Última edición por Pablo Ibáñez el Mar, 28 Mar 2017 18:48, editado 1 vez en total.
Hallie Hernández Alfaro
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Qué enorme, Pablo; el poema es embriagador, cada detalle, antecedente, imagen, giro, emoción, dan forma a este afortunado letrario de valentía, cobardía, inercia, moral, apego, destino.
Imaginémos que nuestro cerebro no conoce detalle alguno sobre Favila; el poema te forma en la ficción histórica, en la imaginación acosada de fortaleza y acierto. Imaginémos ahora que sí, que el suceso es conocido; los versos hacen doblar la batalla, renacer en el intento, reconocer al poeta colmando sus epopeyas.

Sinceramente, me parece una obra excelsa, lo digo, sin el menor ánimo de halagar o exagerar.

Hombre, que se interrumpe el medio día para la ovación.
"Algo, en este tan vasto como innecesario universo,
ha de tener sentido: ninguna ecuación diferencial
siente. Pero, se sabe, en el principio
fue dicho: hágase la luz; y abrimos los ojos."


Sub-jectum, Julio Bonal
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jose manuel saiz
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por jose manuel saiz »

Qué bueno, amigo. Me has sorprendido. Todo el poema es embriagador... pero es que hay algunas estrofas magistrales (me ha encantado especialmente la última, el cierre.). Te felicito por este fantástico trabajo.
Un abrazo.
J. Manuel
Hallie Hernández Alfaro
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Registrado: Mié, 16 Ene 2008 23:20

Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

He vuelto a esta maravilla; su espacio de poema magno seduce desde todas las perspectivas; pensaba ayer en el final, en ese tan bien resuelto abrazo de muerte. La determinación del instante, los pensamientos asfixiados en el duelo, la firme intuición en el manejo de los planos, en el panorama entero de los personajes y su tránsito.

Felices horas, amigo; gracias de corazón por compartir excelencia.
"Algo, en este tan vasto como innecesario universo,
ha de tener sentido: ninguna ecuación diferencial
siente. Pero, se sabe, en el principio
fue dicho: hágase la luz; y abrimos los ojos."


Sub-jectum, Julio Bonal
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Ventura Morón
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Ventura Morón »

Qué hermoso amigo, esta manera de entrar en lo secreto, la humanidad invisible, las razones ocultas que pertenecen a la ensoñación o a otra verdad dormida que ya no está presente. El lenguaje es tan dulce y melodioso, el ritmo tan cuidado. Un trabajo excelente Pablo, pleno de sensibilidad y buen hacer.
Enhorabuena, un placer de verdad venir.
Abrazo grande Pablo
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Pablo Ibáñez
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Gracias Hallie, querida amiga, por tu entusiasmo y generosidad. Espero que podamos vernos en mayo.

Un abrazo.
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Pablo Ibáñez
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Gracias Xhopo! ¿Vienes al encuentro de mayo? Espero verte.
Te mando un casto abrazo, que luego alguno se enfada :-)
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Pablo Ibáñez
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Gracias Ventura, ya queda menos para que nos veamos en mayo.

te mando un abrazo, amigo.
Armilo Brotón

Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Armilo Brotón »

Uno de los grandes hitos en la literatura moderna ha sido que te nombraran, no sin cierta polémica, caballero de honor de don Pelayo y las hermanas descalzas en Cristo; vírgenes rezadoras para la salvación de ovejas descarriadas, que solo anhelan los placeres de este lumpanar. Desde ese momento la poesía épicolírica, de la mano de tu enhiesta Tizona, ha dado un salto infinito. Ya Babieca relincha con nuevos bríos, ya la versificación arromanzada a evolucionado a la multimétrica, abriendo a poetas, apasionados por la historia y los panegíricos, un camino nuevo, preñado de esperanzas, para conseguir obras como esta que marcan rumbo y destino a nuestras vidas. Estoy buscando en las selvas de Costa Rica, desaforadamente, a ver si encontrara una osa digna de mi abrazo y de tu elogio.
Otro para ti.

Fray Renato Vega de la Corporación
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Rafel Calle
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Magistral. Un trabajo que viene a engrosar la importancia de tu obra, ya de por sí trufada de poemas importantes.
A ver si encuentro un rato para comentar más a fondo este interesantísimo trabajo, escrito a cartabón y escuadra por un artesano de la belleza en la palabra.
Ha sido un placer leerte. Felicidades por todo y por tu gratísima evolución, sin duda, muy positiva para ti y un acicate para todos nosotros.
Un fuerte abrazo.
Pilar Morte
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Pilar Morte »

Solo te diré magistral. Es tan interesante y bello que volveré a disfrutarlo. Mil felicitaciones.
Besos
Pilar
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J. J. Martínez Ferreiro
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por J. J. Martínez Ferreiro »

Una maravilla, Pablo. Un documento poético de primera magnitud, por su novedad, su homenaje, el enfoque histórico y la particularidad intimista del personaje, que es lo que le da esa gran categoría lírica.

Un cerrado aplauso, querido amigo.

Un fuerte abrazo.
"Yo es otro" (Arthur Rimbaud)
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Felipe Fuentes García
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Felipe Fuentes García »

Pablo Ibáñez escribió:Especulación moral sobre el rey Favila, muerto a manos de un oso

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Froiluba despidiendo a Favila. Monasterio de San Pedro de Villanueva, Cangas de Onís.


…no hizo nada digno de la Historia…
Crónica Sebastianense

…sin quitarse el saco de malla que traía con el pavés en la mano y la espada en la cinta, quiso ir a montería. Su mujer la reina Froiluba, dándole el corazón saltos con temor de algún mal suceso, porfiaba con el rey que se desarmase, que venía cansado de pelear y que dejase por aquel día la caza. Tirábale del faldón de la ropa pidiéndole con lágrimas y palabras de amor que se apease. El rey porfiaba en ir y tomando un azor en la mano se despidió de la reina; y ella con mucho sentimiento le abrazó y besó, quedando muy lastimada por los secretos anuncios que le daba el alma.
El rey subió por un monte que está cerca de la vega, que se llama sobremonte al lugar de Helgueras, metióse en un vallecillo que hace ese monte y yendo sólo se topó con un oso; osada y atrevidamente, soltando el pájaro que llevaba echó mano de su espada y embrazó el pavés, cerró con el oso dándole una estocada por los pechos o hijadas, mas no bastó en quitar al oso que no se abrazase con el rey, y le hiriese hasta matarle sin tener quien le ayudase. En el lugar donde los suyos le hallaron muerto está hoy una cruz».

Fray Prudencio de Sandoval, Historia de los cinco obispos




Veíamos desaparecer al joven rey entre la niebla, huyendo del poblado,
sustentando la carga de picor y herrumbre de su padre:
las mallas y las armas, la corona, el mito inmarcesible.
En vegas solitarias, en valles mínimos e incógnitos,
donde el bosque masculla su húmeda abundancia
y la gota se desliza como mundo hacia el arroyo,
allí era feliz — un azor, dos perros, un caballo—, hombre y soberano.
Sin vasallos.

La paz y las cosechas abonan un reino de frontera en la molicie.
Los moros habían renunciado —algunos, en voz baja, decían despreciado— nuestras tierras;
dimitieron de la guerra —infieles hasta en eso— sin acatos ni disculpas, en soberbio silencio,
violando un tácito compromiso mutuo contra el tedio.
La muerte de Pelayo nos había sumido en un presente antiguo, sin anclajes.
(Un largo funeral de curas plañendo satisfechos, Favila confundido y encorvado,
tiritando de miradas en medio del crucero, incapaz de entretenernos.)

Crecieron entre nosotros las disputas por límites y celos,
con un doble objetivo: la lucha contra el tedio
y calibrar el confín de la paciencia del rey nuevo,
a todas luces blando e indeciso, el vástago enfermizo de Pelayo.
Crecieron los rumores sobre su fe y su caridad. Pacato y reservado,
era ajeno al estilo ampuloso y detallista — tan grato al oído del obispo — de su padre al confesar.
Crecieron los rumores sobre su hombría y su coraje, se mostraba
renuente al rito del abrazo, la prueba de los nobles,
el sello fehaciente del mesías que guiara la obsesión de nuestro pueblo:
reconquistar lo que nunca poseímos.

Cansado de la pompa, atenazado en la balanza del rey muerto,
se encerró en conversaciones con bosques y animales, en la caza.
A menudo perdonaba la vida de las bestias: jabalinas criando, urogallos,
corzos jóvenes, lobeznos; acariciaba los salmones con cariño y los libraba;
respetaba los huevos de los nidos, conformándose —¿qué rey?— con un puñado de castañas.

Froiluba le esperaba trasparente entre la nieve,
consumiéndose de vida contrahecha,
deshilando juventud con una rueca,
rezando por su amor y por su reino, entumecida de piedra en la capilla,
paralizada entre rumores y el deseo abrasado de plasmarlos.

Había que hacer algo.

Quedaba un minúsculo poblado morisco en la frontera.
Los nobles y el obispo urdimos la feliz escaramuza
donde el rey diera medida sangrienta de sus brazos;
sería una tranquila cacería, una fácil limpieza de alimañas
sin alma ni decencia. Al alba partimos a caballo,
con las armas, la cruz y el estandarte, henchidos de fe cristiana y de nobleza.

Llegamos al lugar a media tarde, rezumando las ingles de dolor y lluvia sudorosa.
Diez cabañas de broza junto al río, una fogata, algunos niños
famélicos y sucios, jugando con el barro de gallinas, corriendo a refugiarse;
mujeres con criaturas de Dios entre los brazos, cubiertas con el velo,
ancianos purulentos sobre esteras, incapaces de emprender el camino de Castilla;
y cuatro o cinco hombres temblorosos, armados de palos y cuchillos,
saliendo a nuestro encuentro.
¡Por Favila y por Asturias! Cargamos contra ellos.

Favila atenazado. Favila con los ojos muy abiertos, en medio de la sangre
y de los gritos. Favila caminando como muerto entre miembros desgajados.
Favila registrando en su memoria las últimas miradas de las madres.
Favila registrando en su memoria las últimas miradas de los niños.
Favila demudado y encogido, arrastrando su espada por el suelo,
llorando de piedad, avergonzado de lo humano
y dudando lo divino.

Cabalgamos de vuelta por la noche, en un silencio informe
y llegamos a tierra santa en la mañana. Allí nos esperaban las mujeres
ansiosas por curar nuestras heridas, Froiluba la primera,
besó a nuestro señor el dorso ensangrentado de una mano. Pero Favila no descabalgó;
mandó a por sus lebreles y su azor, impávido y distante,
sus ojos inyectados de cansancio y decisión.

Froiluba rogando y padeciendo. Froiluba arrodillándose y gimiendo,
suplicando por el reino y por el cielo.
Y nosotros callando como suelos.
Nosotros atrapados en la vida, en este extraño lapso impredecible,
en este deambular contradictorio, terrible, irrenunciable,
atados a esta raza de animales endiosados.

Y allí donde el valle se encapricha y se vuelve tenebroso,
donde el río ensordece los recuerdos con su canto
y el bosque cerrado nos muestra indiferente lo que somos,
allí esperaba el oso. El oso necesario.
Su necesario abrazo.
Un superpoema, Pablo, para deleite del lector. Mi felicitación y aplauso por tan magnífica entrega.

Recibe un abrazo, amigo.
Felipe.
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Pablo Ibáñez
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Armilo,

jaja, bueno, muy bello el título que me has dado, me gusta. Y me consta que tienes potestad de grandeza para otorgarlo, así que lo recibo con orgullo. Me alegra que te haya gustado. Ojalá puedas venir en mayo.

Un abrazo.
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Pablo Ibáñez
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Re: Especulación moral sobre el rey Favila

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez »

Gracias Rafel,

gracias a ti amigo. Con este entramado maravilloso que has montado, con esta bella locura que se llama Alaire, he disfrutado y disfruto de la poesía y de la amistad. Me alegro que te guste.

Un abrazo muy fuerte.
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