Cardos y penas siembran sus leopardos
Y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
Rodeada de penas y de cardos:
¡Cuánto penar para morirse uno!
Miguel Hernández
Con ella yo me acuesto y me levanto.
No hay pena más aguda y lastimera
Ni hombre que sufra con su pena tanto.
La pena es mi corona y mi señera;
De espinas mi corona y mi quebranto,
Penas tengo en invierno y primavera,
En el otoño gris e invierno blanco.
Penas me acosan en ardiente agosto,
Cuando el chumbo espinado amarillea
Y voy por los senderos acosado
De esa pena, mi dueña, en este angosto
Vivir de amarga pena que voltea
Al hombre más penoso y apenado.
RZ.