Dos milenios y un resto.

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

Gerardo Mont
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Dos milenios y un resto.

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Entré solo a la estancia. Afuera colisionaban los individuos como diminutas partículas que luego seguían su trayectoria. El exterior no permanecía indiferente, era otro a cada instante, tras cada colisión. Pero en ese rincón del universo, la oscuridad detenía el movimiento y como en un paréntesis de la historia, yo sólo miraba los espacios vacíos recurrentes, siempre los mismos ante el aire impávido: los mismos sobre y debajo de las cosas, y abrazados a un lado y a otro de las mismas. Se me dificultaba respirar…, extraer oxígeno de aquella férrea atmósfera, de su sabor a sangre.

Un sillón raído por los mismos traseros familiares, asomaba su pana roja y su caoba, entre las penumbras heridas por el polvo dorado de las hadas, que filtrándose por los diminutos orificios de las cortinas anti-luz, importaban un movimiento ajeno, quizás inoxidable. Sin duda aquel sillón podría distinguir, y quizás hasta narrar el olor de esas penas que asidas a él, lloran el para siempre de sus votos de silencio.

Un retrato en la pared que podría, por sus rasgos tan de a diario, ser cualquiera en cualquier parte, resguardaba, desde la pared, al de los brazos de caoba…, más que eso: reclamaba, como se reclama un lugar en el dolor ajeno, el espacio que nos toca, usurpándolo, haciendo a un lado la esencia de los que nos precedieron. El lado derecho más desteñido y más hundido que el resto, denunciaba un cuerpo faltante, adicto a cualquier programa de los canales nacionales (por ningún lado observé el cable o la caja negra de la televisión de paga).

La mesa tampoco dijo nada, y se negó a voltearse – atornillada al suelo – para que yo mirara a la espalda de un Cristo de bronce, con un cuerpo de dios griego, más bello que cualquier carpintero de la época y que después de dos milenios aún sangraba bronce, anclado a ese territorio, tantas veces mancillado por las líneas de coca y los vasos de licor. La pequeña alfombra bajo la mesa, no me permitió descifrar su antiguo rostro de colores. Reducida a un batido de tonalidades próximas a la tristeza de todas las cortinas, añoraba mejores tiempos.

Nada se movía y afuera colisionaban las partículas. Afinando la mirada noté una mancha en la alfombra más oscura que el resto, y girando los globos oculares seguí el rastro posible de la mancha en el vacío, que entre la mesa y suelo había dibujado su roja trayectoria. Yo imaginaba que torrentes del mismo color, otrora, habían recorrido los cauces de Marte, vaciándose por las orillas en el recipiente de las tardes rojizas. Logré moverme. Sobre la mesa tras el Cristo se ennegrecía la sangre, anochecía. En la cabeza coronada de espinas estaba la naciente. Parecía la escena de un suicidio…, como si el Cristo ya cansado de perdonarnos, y habiendo superado las setenta veces siete de aquel día de octubre, hubiere decidido terminar sus días volándose los sesos. Me preocupó mucho el asunto. Un mundo sin perdón sería el acabose, el colmo de todas las desgracias, la transformación de la materia humana en algo oscuro sin sies y sin noes, como el smog que afuera, desdoraba el sol, sin pedir perdón por la desgracia.

A gatas busqué en todos los rincones. Aparecieron las agujas pero, ni rastros del pajar. Hasta un desfile de camellos recorría el trayecto entre los orificios de las mismas, pero, ni rastros del pajar. Afuera, las multitudes que habían encontrado un equilibrio a estrechas distancias unos de otros acosaban puertas y ventanas circundándolas unánimes. ¿Para ser partícipes de la culpa?, me pregunté. Aunque en realidad sólo querían ser testigos del milagro que la mujer de la limpieza había anunciado, luego de correr presa de una visión para la cual se sentía indigna, y de advertir a la policía, por si acaso, sobre un Cristo ensangrentado.

Cerré la libreta después de releer: “falta el cuerpo de un Cristo solitario”. Algo turbó la imperturbabilidad. Sólo faltaba un cuerpo, el Cristo seguía en la cruz con los sesos derramándose.

Me enfoque entonces en el problema del perdón. Qué sería de la humanidad si no aparecía aquel cuerpo…, el milagro del Cristo suicida trascendería y la certeza de haber consumido la cuota de perdón (esas setenta veces siete mencionadas) nos dejaría sin opciones para resolver el caso. Abrí y cerré la puerta de inmediato, para que no se moviera mucho la escena y para que los ojos ajenos no establecieran sus errados designios. Ordené que tendieran las cintas amarillas para prohibir el paso, luego dije mirando a todos los ojos que alcanzaba: “Clásico. Aquí está el culpable”. Mi índice recorrió involuntariamente un círculo que completó sus 360 grados en mi pecho. “Todo vuelve al inicio”, pensé. “¿Y si todos somos culpables?”.

Faltaba extrañamente un cuerpo que no había dejado ni el sudario, contrario a lo que ocurriera en la tumba de José de Arimatea, hace dos milenios y un resto.
"Para saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que no sabemos, hay que tener cierto conocimiento" (Nicolás Copérnico)
Ver es más que abrir los ojos y apuntar nuestras angustias. Es más que calibrar las agujas del pecho a la rutina.
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: Dos milenios y un resto.

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Lo he leído varias veces, querido amigo. Me impresiona la cosmogénesis que logras hacer surgir del texto. El perdón, los humanos erráticos, casuales, impuros; los humanos también sabios, aprendices, tenaces...

Volveré a tu brillante post; gracias siempre por estar.

Abrazos.
"Algo, en este tan vasto como innecesario universo,
ha de tener sentido: ninguna ecuación diferencial
siente. Pero, se sabe, en el principio
fue dicho: hágase la luz; y abrimos los ojos."


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Ventura Morón
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Re: Dos milenios y un resto.

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Gerardo, un texto increíblemente interesante. Esa cosmogénesis de la que habla Hallie, es la mejor manera, sin duda, de entender su recorrido. Es asombroso como consigues describir esta densidad. Cómo se perciben los elementos que vas sembrando, los vacíos de los que vas extrayendo el aire, que se explota en las paredes, en el suelo, en la conciencia.
Un placer venir, admirado compañero.
Abrazo fuerte
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Raul Muñoz
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Re: Dos milenios y un resto.

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Magnífica prosa, Gerardo. Atrapa desde el principio y, cómo el buen vino que se bebe poco a poco, a pequeñas dosis se va revelando la historia; manteniendo el anonimato o ambigüedad del narrador. Y creo que ahí entra el elemento poético que recorre todo el relato. Un texto ideal para que el lector conforme sus propias imágenes.

Personalmente aprecio mucho eso en la literatura.

Mi enhorabuena y gracias por compartir.

Un abrazo, amigo.
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-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

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que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

Antonio Machado ( Proverbios y cantares ).

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Gerardo Mont
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Re: Dos milenios y un resto.

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Hallie Hernández Alfaro escribió:Imagen


Lo he leído varias veces, querido amigo. Me impresiona la cosmogénesis que logras hacer surgir del texto. El perdón, los humanos erráticos, casuales, impuros; los humanos también sabios, aprendices, tenaces...

Volveré a tu brillante post; gracias siempre por estar.

Abrazos.

Hallie, estimada amiga, un honor contar con tu lectura y tu aprobación. Agradezco mucho tu apoyo. Como bien has interpretado, todos los elementos representan el mundo en una escena donde ha habido un asesinato, el cuerpo desaparecido, y el arma ha sido un Cristo de bronce. El milagro, la maldad del hombre, la indiferencia, su regreso a re-andar lo andado, a buscar las migas, la culpabilidad y el perdón. Siempre la humanidad completa (según lo veo) se involucra en cualquier cosa que sucede con nuestro sello humano (por eso involucro tantos elementos).
Un abrazo inmenso para ti y los tuyos, querida amiga.
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Gerardo Mont
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Re: Dos milenios y un resto.

Mensaje sin leer por Gerardo Mont »

Ventura Morón escribió:Gerardo, un texto increíblemente interesante. Esa cosmogénesis de la que habla Hallie, es la mejor manera, sin duda, de entender su recorrido. Es asombroso como consigues describir esta densidad. Cómo se perciben los elementos que vas sembrando, los vacíos de los que vas extrayendo el aire, que se explota en las paredes, en el suelo, en la conciencia.
Un placer venir, admirado compañero.
Abrazo fuerte


Ventura, estimado amigo, un honor contar con tu lectura y tu aprobación. Te agradezco mucho la motivación de tus visitas y el ojo con el que desmenuzas lo que escribo. Que te llegue un gran abrazo, sincero, desde Costa Rica.
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Gerardo Mont
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Re: Dos milenios y un resto.

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Raul Muñoz escribió:Magnífica prosa, Gerardo. Atrapa desde el principio y, cómo el buen vino que se bebe poco a poco, a pequeñas dosis se va revelando la historia; manteniendo el anonimato o ambigüedad del narrador. Y creo que ahí entra el elemento poético que recorre todo el relato. Un texto ideal para que el lector conforme sus propias imágenes.

Personalmente aprecio mucho eso en la literatura.

Mi enhorabuena y gracias por compartir.

Un abrazo, amigo.

TE agradezco mucho estimado Raúl, tu lectura y tu amable comentario. Un honor contar con tu apoyo, poeta. Me alegra que te gustara. Un gran abrazo, amigo.
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: Dos milenios y un resto.

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Sube para deleite de todos.
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siente. Pero, se sabe, en el principio
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