La carne asustadiza del tiempo
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- Óscar Bartolomé Poy
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La carne asustadiza del tiempo
patibularia, el crujido metálico del ocre
y su rumor putrescente de gusanos.
–la carne asustadiza del tiempo
y sus horas en eterna descomposición–
Aquél que tú adoraras en la distancia
era ahora un bosque exangüe de pájaros
sumido en su verde parlanchín,
más páramo que vergel,
más desierto que oasis,
fanal en riscos apagado.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Las flores evidencian sus colores
como un pelotón de fusilamiento
que acomoda el fusil a su disparo
con la mano firme en la contienda
y un adiós –triste, muy triste–
en la mirada.
Se rompieron los flejes del verano
y me estalló el cielo con su metralla
de pájaros y su mar de azules
decibelios en constante aleteo,
majestuoso y decadente coro
de bocas que extrañan el pecho
sonámbulo de la tormenta.
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Ahora, por fin, cuelgo mi voz de la percha
–mi voz, que tiene hechuras de plomo–
para descamisarme los olvidos
y los silencios, y las arrugas
del lienzo de pronto se desvanecen
con su dicción de arroyo devoto
y su bisagra desnutrida.
Y así nos vamos despidiendo,
con el tráfico nervioso de las miradas
que no saben qué más decirse
para no tener que decirse nada,
cuando el taxi baja la bandera
y el dolor desaparece con un
rasguño de papel en las lagunas
neblinosas de la piel, sin otra
secuela más dulce que el amor
que esculpen a diario las fuentes
en su intento por volar de música
los aires.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
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http://laluzdetufaro.blogspot.com.es
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re: La carne asustadiza del tiempo
Besos
Pilar
- F. Enrique
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Un abrazo.
Toda verdad corre el riesgo de ser modificada por el tiempo.
cuando vivir era un pecado,
un cilicio sujeto a la ceniza posada en tu frente,
el estigma de un amor que nunca abandonó
las pulsaciones nerviosas de tu pecho
ni el bálsamo de luz que me turbaba en tu mirada.
(Playa de la Almadraba)
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Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú
eres un sueño inverosímil
Precioso poema, Óscar. Te va seduciendo a media que te adentras en los versos.
Para disfrutarlo con detenimiento. Vendré en otro momento pues ando convaleciente.
Al igual que a Curra, me llamó la atención esos versos.
Un abrazo fuerte.
- Blanca N. García González
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re: La carne asustadiza del tiempo
versos que uno a uno destilan el sentimiento
que recorre el alma.
Un saludo cordial.
HOY SERE FELIZ
Blanca N. García González
(TARDE GRIS)
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Re: La carne asustadiza del tiempo
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me asustó la noche con su oscuridad
patibularia, el crujido metálico del ocre
y su rumor putrescente de gusanos.
–la carne asustadiza del tiempo
y sus horas en eterna descomposición–
Aquél que tú adoraras en la distancia
era ahora un bosque exangüe de pájaros
sumido en su verde parlanchín,
más páramo que vergel,
más desierto que oasis,
fanal en riscos apagado.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Las flores evidencian sus colores
como un pelotón de fusilamiento
que acomoda el fusil a su disparo
con la mano firme en la contienda
y un adiós –triste, muy triste–
en la mirada.
Se rompieron los flejes del verano
y me estalló el cielo con su metralla
de pájaros y su mar de azules
decibelios en constante aleteo,
majestuoso y decadente coro
de bocas que extrañan el pecho
sonámbulo de la tormenta.
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Ahora, por fin, cuelgo mi voz de la percha
–mi voz, que tiene hechuras de plomo–
para descamisarme los olvidos
y los silencios, y las arrugas
del lienzo de pronto se desvanecen
con su dicción de arroyo devoto
y su bisagra desnutrida.
Y así nos vamos despidiendo,
con el tráfico nervioso de las miradas
que no saben qué más decirse
para no tener que decirse nada,
cuando el taxi baja la bandera
y el dolor desaparece con un
rasguño de papel en las lagunas
neblinosas de la piel, sin otra
secuela más dulce que el amor
que esculpen a diario las fuentes
en su intento por volar de música
los aires.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
Un diamante puro este poema, Óscar. La emoción lo puede todo, derrite la belleza frente a los ojos e infiltra ternura, entrega y vida a borbotones.
Me atrevería a decir que este trabajo será un antes y después en la cercana posteridad.
Abrazo fuerte y gracias por compartir.
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."
El faro, Ramón Carballal
- Óscar Bartolomé Poy
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curra anguiano escribió:Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Es una maravilla !!!
recoge todas las melancolías, aunando en torno a tu magia, un millón de lágrimas.
Mil besos y gracias.
Curra
Gracias a ti por tu amable comentario.
Un abrazo, Curra.
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- Óscar Bartolomé Poy
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Re: re: La carne asustadiza del tiempo
Pilar Morte escribió:Muy hermoso poema, Oscar, lo he leído deprisa pero volveré porque me ha encantado. Ay, las ausencias.
Besos
Pilar
Si vuelves a leerlo, será una buena señal. Las ausencias son un asunto muy poético, sí.
Un abrazo, Pilar.
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Re: La carne asustadiza del tiempo
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me asustó la noche con su oscuridad
patibularia, el crujido metálico del ocre
y su rumor putrescente de gusanos.
–la carne asustadiza del tiempo
y sus horas en eterna descomposición–
Aquél que tú adoraras en la distancia
era ahora un bosque exangüe de pájaros
sumido en su verde parlanchín,
más páramo que vergel,
más desierto que oasis,
fanal en riscos apagado.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Las flores evidencian sus colores
como un pelotón de fusilamiento
que acomoda el fusil a su disparo
con la mano firme en la contienda
y un adiós –triste, muy triste–
en la mirada.
Se rompieron los flejes del verano
y me estalló el cielo con su metralla
de pájaros y su mar de azules
decibelios en constante aleteo,
majestuoso y decadente coro
de bocas que extrañan el pecho
sonámbulo de la tormenta.
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Ahora, por fin, cuelgo mi voz de la percha
–mi voz, que tiene hechuras de plomo–
para descamisarme los olvidos
y los silencios, y las arrugas
del lienzo de pronto se desvanecen
con su dicción de arroyo devoto
y su bisagra desnutrida.
Y así nos vamos despidiendo,
con el tráfico nervioso de las miradas
que no saben qué más decirse
para no tener que decirse nada,
cuando el taxi baja la bandera
y el dolor desaparece con un
rasguño de papel en las lagunas
neblinosas de la piel, sin otra
secuela más dulce que el amor
que esculpen a diario las fuentes
en su intento por volar de música
los aires.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
Estimado Óscar:
Una vez más te felicito por este soberbio trabajo en el que consigues imagenes y momentos maravillosos. Muestra palpable de tu desbordante talento.
Un abrazo.
Miguel Angel.
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- Carmen López
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Re: La carne asustadiza del tiempo
Óscar Bartolomé Poy escribió:Me asustó la noche con su oscuridad
patibularia, el crujido metálico del ocre
y su rumor putrescente de gusanos.
–la carne asustadiza del tiempo
y sus horas en eterna descomposición–
Aquél que tú adoraras en la distancia
era ahora un bosque exangüe de pájaros
sumido en su verde parlanchín,
más páramo que vergel,
más desierto que oasis,
fanal en riscos apagado.
Pero cuando aquello pasó, tú ya no estabas.
Te habías ido sin maletas ni equipaje,
sin besos soplados con el envés de la mano,
sin sombras delatoras en la soledad compartida del lecho
o pasos deletreados en el zócalo radiante del alba.
Ni siquiera una nota garabateada en la mesilla.
Total, ¿para qué?
¿Para qué explicar lo inexplicable,
si todos sabemos que la felicidad
es un puesto fronterizo en tierra de nadie,
la piel indemne y soñolienta del vigía
que olvidó la contraseña de su fiebre?
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú eres un sueño inverosímil
que el calor de la arena no arrebata.
Las flores evidencian sus colores
como un pelotón de fusilamiento
que acomoda el fusil a su disparo
con la mano firme en la contienda
y un adiós –triste, muy triste–
en la mirada.
Se rompieron los flejes del verano
y me estalló el cielo con su metralla
de pájaros y su mar de azules
decibelios en constante aleteo,
majestuoso y decadente coro
de bocas que extrañan el pecho
sonámbulo de la tormenta.
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Te amé –ahora lo sabes–
como una religión sin troneras
o una matriz sin píldoras rojas
ni tacos de billar. Te amé
como la música volatinera
del recuerdo que abruma
y sesga las briznas ariscas
de las papeleras
con su turbina de colores.
Ahora, por fin, cuelgo mi voz de la percha
–mi voz, que tiene hechuras de plomo–
para descamisarme los olvidos
y los silencios, y las arrugas
del lienzo de pronto se desvanecen
con su dicción de arroyo devoto
y su bisagra desnutrida.
Y así nos vamos despidiendo,
con el tráfico nervioso de las miradas
que no saben qué más decirse
para no tener que decirse nada,
cuando el taxi baja la bandera
y el dolor desaparece con un
rasguño de papel en las lagunas
neblinosas de la piel, sin otra
secuela más dulce que el amor
que esculpen a diario las fuentes
en su intento por volar de música
los aires.
Deberías saberlo.
París está más triste sin ti.
Me gustó mucho tu poema, todo, pero, en especial esta estrofa:
Busqué en mi corazón represaliado
la paloma ausente de tu abrazo
e hice del amor,
de este amor asintomático,
un paisaje desacostumbrado de paraguas
que retienen las lágrimas circenses
de todos los astros mutilados.
Es un poema de amor suspendido en un espacio atemporal, temeroso del paso de los días y las horas, propone un camino que recorre el corazón, un equipaje de ternura, la voz es mucho más cercana, se agradece porque nos aproxima a ese amor-dolor que vive aún con miedo del olvido. Y es muy bello, has conseguido llenarlo todo de belleza y es seguro...que lo sabe.
Un fuerte abrazo.
Carmen
Gastón Bachelar.
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- Óscar Bartolomé Poy
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F. Enrique escribió: Me ha encantado este poema de amor perdido, Óscar, mantener la tensión en toda su extensión es un gran logro que alcanzas con suficiencia. Pienso que es el más hermoso entre todos los que te he leído, más mesurado que otros en la utilización de tu riqueza léxica pero más equilibrado y con más hondura poética. Tras su lectura no cabe sino por felicitarte por esta gran aportación que pone muy fácil deshacerse en elogios.
Un abrazo.
En lo de la hondura poética no sé si estoy de acuerdo. Eso es asaz cuestionable. Puede que tenga un lenguaje más accesible, aunque no es algo que busque de entrada. Cada poema tiene la forma con que llega a mí. Sea como fuere, me alegra que te haya gustado tanto.
Un abrazo, F. Enrique.
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- Óscar Bartolomé Poy
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Miguel Ángel Martínez Góm escribió:
Hoy el sol es un líder sin carisma
y tú
eres un sueño inverosímil
Precioso poema, Óscar. Te va seduciendo a media que te adentras en los versos.
Para disfrutarlo con detenimiento. Vendré en otro momento pues ando convaleciente.
Al igual que a Curra, me llamó la atención esos versos.
Un abrazo fuerte.
Siento que la salud te traicione. Espero que te repongas pronto y bien.
Gracias por tu opinión. Un fuerte abrazo, Miguel Ángel.
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