Retirado para un proyecto personal.

[Gerardo Mont]

Retirado para un proyecto personal.

[Manuel Alonso]

Gerardo, me ha gustado el poema, los muertos no saben que están muertos, se cuentan las heridas, versos hermosos, amigo, es un placer, un abrazo.

[Guillermo Cumar.]

Brillante amigo este poema lleno del sopor de la guerra, pero vivo aún
mientras el estallido de la muerte no queda exánime, sino que pervive
en el ambiente, en la nostalgia, en el recuerdo.

Todos los muertos de las guerras seguirán ocupando las desdichas y la
sangre incruenta de las guerras venideras, así somos los humanos...

un abrazo

[Hallie Hernández Alfaro]

Excelentísimo trabajo, Gerardo. Una manzana de gloria que se muerde en el tragaluz de la consciencia universal. La muerte y la vida cesionadas, árticas, lúgubres.
Duelen los tajos sobrevivientes, las colmenas ácidas, los veteranos de la pena violenta.

De pie para la ovación, hermano poeta.

Abrazo enorme.

[Marius Gabureanu]

Gerardo, un poema de colección. Lo digo porque sustenta la verdad la defiende, le hace un obelisco. Hay mucho oficio y el tema elegido, creo que resucitar nunca es fácil, aunque sea a un recuerdo. Todos tenemos en la memoria a un muerto de la guerra, a un abuelo que ha sacrificado su vida para la libertad. Así lo interpreto yo, por el lado positivo. Mis abrazos y felicitaciones, estimado amigo.

[C.P. Fernández]

Impresionante poema, Gerardo. Enhorabuena por tan brillante trabajo.


Un abrazo.

[Gerardo Mont]

Gerardo, me ha gustado el poema, los muertos no saben que están muertos, se cuentan las heridas, versos hermosos, amigo, es un placer, un abrazo.

Muchas gracias, poeta, por inaugurar este humilde escrito. Gracias también por tu lectura y amable comentario. Un gran abrazo.

[Julio Gonzalez Alonso]

LOS MUERTOS DE LA GUERRA

Los muertos de la guerra no saben que están muertos,
aún marcan los días en su rifle, mueren de cansancio –ya por viejos,
ya por sitiados los sentidos–. Les toca en suerte cavar sus sepulturas.

Los muertos de la guerra reescriben el futuro de sus dudas;
las atan a los truenos que lega el percutor cuando inclina la cabeza,
herido por la incertidumbre primigenia de la culpa.

Mientras espulgan las esquirlas que devolverán al enemigo
los arrulla el espectro de la bomba y la metralla…, e intentan lágrimas con ellos.
Hablan de sus hijos siempre niños, de sus familias en domingo sempiterno,
de los juegos en almíbar
y de los marcadores pendientes, que serán fácilmente revertidos.

Los muertos de la guerra no saben que están muertos,
añoran los platos de la madre, sencillos pero llenos;
y el beso aderezado de las noches, que ataviadas de mujer parecen viudas;
como un ruego de verdades, como las mentiras que siempre dan al blanco.

Los muertos de la guerra,
invierten tiempo en desentrañar el dialecto
de los malos, sus lazos consanguíneos, sus inciertas geografías.
Cuando las hambres agitan otra vez las atalayas,
vuelven a los flancos de su siglo
dispuestos a morir, para seguir con vida en otros libros.

Se acicalan a lo retro, o al estilo vanguardista, convienen
con su miedos su propia perspectiva. Acribillan la historia en el espejo,
recitan con cuidado los ripios de la hombría, y aquellos de la patria que habían olvidado.
Suben a los árboles, disparan a los ríos; a las señas reflejadas acusando los caminos.
Y esperan que la sangre se diluya para beber del lado opuesto de sus credos.

Como han aprehendido el valor del adversario, apuntan sus gritos
a los rincones emotivos: el instante hueco en la memoria,
los ciclos repetidos a pesar de los ateos, los accesos denegados,
la historia de los héroes con que ésta se maquilla;
y las muertes sumadas a su cuenta,
a las veces que ellos mismos fallecieron.

Llega entonces el silencio
desempolvando las treguas habituales; se pacta el equilibrio entre los daños,
piden el ungüento a los verdugos, y ríen todos juntos
abrazando las fogatas. Se cuentan las heridas,
y antes de que se diluyan en el tiempo, agradecen a Dios
el final de la jornada… y sueñan,
hasta otro día que vuelven a sus flancos y a la guerra.

Creo que recoges muy bien el drama de las guerras y los verdaderos protagonistas, los muertos. El ritmo del poema nos empuja en su lectura y algunos recursos bien administrados como la anáfora, las repeticiones diseminadas, símbolos y metáforas, incrementan el valor de la intensidad del mensaje. Opino que nos encontramos ante un excelente trabajo con un tema bien tratado, nada fácil de abordar sin caer en el discurso panfletario o el sentimentalismo estéril. Un poema entero. Valiente. Mis felicitaciones y admiración, Gerardo. Con un abrazo.
Salud.

[E. R. Aristy]

LOS MUERTOS DE LA GUERRA

Los muertos de la guerra no saben que están muertos,
aún marcan los días en su rifle, mueren de cansancio –ya por viejos,
ya por sitiados los sentidos–. Les toca en suerte cavar sus sepulturas.

Los muertos de la guerra reescriben el futuro de sus dudas;
las atan a los truenos que lega el percutor cuando inclina la cabeza,
herido por la incertidumbre primigenia de la culpa.

Mientras espulgan las esquirlas que devolverán al enemigo
los arrulla el espectro de la bomba y la metralla…, e intentan lágrimas con ellos.
Hablan de sus hijos siempre niños, de sus familias en domingo sempiterno,
de los juegos en almíbar
y de los marcadores pendientes, que serán fácilmente revertidos.

Los muertos de la guerra no saben que están muertos,
añoran los platos de la madre, sencillos pero llenos;
y el beso aderezado de las noches, que ataviadas de mujer parecen viudas;
como un ruego de verdades, como las mentiras que siempre dan al blanco.

Los muertos de la guerra,
invierten tiempo en desentrañar el dialecto
de los malos, sus lazos consanguíneos, sus inciertas geografías.
Cuando las hambres agitan otra vez las atalayas,
vuelven a los flancos de su siglo
dispuestos a morir, para seguir con vida en otros libros.

Se acicalan a lo retro, o al estilo vanguardista, convienen
con su miedos su propia perspectiva. Acribillan la historia en el espejo,
recitan con cuidado los ripios de la hombría, y aquellos de la patria que habían olvidado.
Suben a los árboles, disparan a los ríos; a las señas reflejadas acusando los caminos.
Y esperan que la sangre se diluya para beber del lado opuesto de sus credos.

Como han aprehendido el valor del adversario, apuntan sus gritos
a los rincones emotivos: el instante hueco en la memoria,
los ciclos repetidos a pesar de los ateos, los accesos denegados,
la historia de los héroes con que ésta se maquilla;
y las muertes sumadas a su cuenta,
a las veces que ellos mismos fallecieron.

Llega entonces el silencio
desempolvando las treguas habituales; se pacta el equilibrio entre los daños,
piden el ungüento a los verdugos, y ríen todos juntos
abrazando las fogatas. Se cuentan las heridas,
y antes de que se diluyan en el tiempo, agradecen a Dios
el final de la jornada… y sueñan,
hasta otro día que vuelven a sus flancos y a la guerra.

Para la Historia, solo una Guerra importante produce heroes y veteranos. Las demas guerras matan a su peloton, y son pedazos de gente los que quedan vivos, sin trabajo, sin Gloria, sin leyenda que le caliente los huesos.

Tu poema provoca encontradas emociones en mi, y creo que eso es bueno. Abrazos, ERA

[Ramón Carballal]

Los muertos de la guerrra quisieran seguir viviendo pero no pueden. Un excelente trabajo, Gerardo, como todos los tuyos. Un abrazo.

[Jerónimo Muñoz]

Poema inmenso, Gerardo. No puedo entrar en detalles porque todo es un uno de prodigiosa creatividad. Tu talento poético está más allá de las fronteras de lo efímero y tu poesía cala hasta los huesos a todos los que sentimos el calor de la palabra.
Mi modesta felicitación por este poema que brilla como una luz potente en el resplandor del foro.
Abrazos, querido amigo.
Jerónimo

[Jerónimo Muñoz]

Nuestros mutuos comentarios se han cruzado. ¡Cuánto me alegro de esta afinidad!
Abrazos.
Jerónimo

[Gerardo Mont]

Brillante amigo este poema lleno del sopor de la guerra, pero vivo aún
mientras el estallido de la muerte no queda exánime, sino que pervive
en el ambiente, en la nostalgia, en el recuerdo.

Todos los muertos de las guerras seguirán ocupando las desdichas y la
sangre incruenta de las guerras venideras, así somos los humanos...

un abrazo

Guillermo, siempre, un honor encontrar tu huella profunda, inteligente y muy amable. Gracias poeta, por tu apoyo y por el buen corazón que impulsa tus lecturas. Un gran abrazo estimado amigo.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Una verdadera maravilla, amigo Gerardo, estos muertos, todos los muertos de la guerra cobran vida en estos versos, una vida completa, exacta en sus valores esenciales, mediante la palabra, vuelven tras las bombas y las diluyen. Son muertos extraordinariamente vivos.

Una verdadera joya poética

¡Cómo está este libro!!

Un abrazo

[Pilar Morte]

Un gran poema, Gerardo, para leer lentamente y absorber cada verso. Precioso.
Besos
Pilar