de haberte perdido alguna vez,
confundido por las ansias
del buscador sin suerte que conoces,
siempre me quedará el alboroto
de saber que durante un instante caminabas
sin pudor por esta alma mía
que te tendió los puentes que cruzaste.
Como un peregrino buscaste el corazón
que con pena dejarías para no atravesarlo,
y, desde entonces sufre, sufre y te recuerda
con una emoción tan rara y tan profunda
como la que Georges sintió
al descubrir a la transeúnte de Antoine
sonriéndole con dulzura en un rastrillo.
Y lloré amargamente como Dylan
alejándose bajo la lluvia,
el día que aquella desconocida que fuiste
en la bruma del tiempo que confunde
a los sentidos de las equivocaciones
se me perdió para siempre.