Desde el polvo, y menos que polvo,
el secreto de mi voz derrama
una lluvia de amargos avellanos
y escarcha, las cuevas tutelares de mi nombre.
Temblando y sufriendo
el agónico orgasmo de la muerte,
el dolor de la impotencia, hunde el itrio,
en el bastión derruido de mi pecho.
- ¡Oh, húmeda avena
que goteas
la diagonal abierta de mi entraña,
cálame la esencia motriz de mi ideario,
descubriéndome el hechizo
que el tesoro de tu boca, enrama
en el bisel que la isobara, decide como clima, para mí!
¡Destila la fruta que guareces, asfixiándome las manos,
si no grita mi laringe, aquel juramento libertario que en la cripta,
tintó con sangre los tabiques!
- Acaso,
los vencidos cimientos de mi patria,
resistan los embates que, feroces, disparan,
angustia y miedo, maquinando.......Acaso a la sazón,
la probabilidad de los lirios no esté lejos, y
aun en el combate desigual,
de las almas enterradas y las ánforas,
despierten los jazmines blanquecinos, y el coraje.
Mientras, sumergida en el sarcófago de zinc de la condena,
y atrapada, en el cepo temible de la duda,
el desván violado de mi mente, encuentre junto a otros,
el fuego primigenio de la Tierra.
Desde el polvo, y menos que polvo,
tiras de piel aguardan,
que el enigma acrisolado de la luz, brille,
y el zumo del osario, me amamante.
16-12-1991
De mi libro: "EPÍLOGO EN VERDE"