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Lima, corrección o reescritura de un texto poético

Publicado: Dom, 01 Sep 2013 6:54
por Óscar Distéfano
Lima, corrección o reescritura de un texto poético

Antes de adentrarnos en el tema, deberíamos recordar que existen dos circunstancias donde se puede dar la corrección de un poema:

1.- Corrección en público, ya sea en un taller o en un foro interactivo.
2.- Corrección en privado.


En este somero análisis, más bien, nos abocaremos a encarar el primer punto: la corrección en público. La otra situación no resulta nada nuevo, ya que los más grandes poetas siempre lo han practicado. Creación y lima siempre formaron parte del proceso creativo. Y también siempre se ha dado la costumbre de revisar un poema antiguo, para retocarlo o reestructurarlo (si la obra lo pidiese) de acuerdo a la nueva visión (a la madurez) adquirida por el poeta estudioso. Este proceso es lo que se conoce con el nombre de reescritura.
Aun así, existen pruritos en las convicciones creativas de muchos poetas que se dan en ambas circunstancias, por lo cual son expuestas en este trabajo.

La poesía nunca fluye de la mente de una manera perfecta. La psiquis, aunque se encuentre en el más profundo trance creativo, maneja incontables informaciones mentales, ya sea en forma de ideas como en forma de imágenes, ya sean intelectivas o sensoriales, de las cuales se nutre para hacer brotar el poema. Estas informaciones nunca pueden coincidir en géneros, en números, en modos, en tiempos verbales, en ritmo de pensamiento, etc., por cuya razón el texto evacuado siempre presenta sus “deformidades”, algunas insignificantes y otras más protuberantes. Además, existe también la posibilidad de que la obra creada no coincida con el esbozo psíquico, que el mismo autor se muestre disconforme con el poema engendrado, que el resultado no sea lo esperado. De hecho, una idea que nos parecía excelente, puede resultar insulsa una vez descargada en el poema. Ante esta posibilidad, algunos poetas prefieren evitar el “manoseo” de diseccionar algo que consideran una voz profunda del alma, y optan por escribir otro poema. No entienden que un poema no convence, justamente, porque no se ha llegado a la esencia; y que, la reescritura, lo que busca es encontrar dicha esencia.

Estas razones son más que suficientes para sostener la convicción de que es absolutamente necesario trabajar vigorosamente el poema, hasta despojarlo de la mayor cantidad de partículas impropias.
Debemos reconocer, no obstante, que no todos pensamos de la misma manera. Conozco poetas que consideran la corrección como una tarea fría, como si para llevarlo a cabo tuvieran que dejar de lado los sentimientos y apelar exclusivamente a la razón. Detestan la tarea porque consideran una labor antipoética, más bien de carácter tediosamente artesanal o científica. Hecho que no es así, ya que en la tarea de limar un poema se logran “iluminaciones” que nacen de fuentes sensoriales antes que intelectivas.

Me sería imposible dar una razón contundente sobre la actitud que tenemos casi todos los poetas sobre este punto; pero, podríamos intentar una serie de enumeraciones de causas, algunas de las cuales las he encontrado en comentarios de los mismos poetas, y otras en mi propia experiencia.

El pudor es, indudablemente, una de las razones importantes. Reconocemos que no es fácil “desnudarse en público”, mostrar abiertamente las deformaciones de nuestro cuerpo psíquico y espiritual; y, más aún, si consideramos que tales deformaciones están perfectamente ocultas de las miradas más penetrantes. Los que escribimos, principalmente, poesía (ya que en la poesía es donde este prurito se da con mayor intensidad), sabemos que, durante el acto creativo, asumimos nuestra condición humana con entero desparpajo: utilizamos todo tipo de artilugios, algunos de ellos rayanos en la inmoralidad (esto no debe extrañarnos, porque todo artista es amoral en cuanto a sus ideas creativas); nos avergonzamos de nuestras ideas mediocres, de nuestra lexicografía pobre, de las raspaduras que llevamos a cabo en nuestros borradores, y nada de esto queremos que se sepa. En resumen, nos guardamos celosamente los artificios que empleamos en el proceso creativo, y sólo nos agrada exponer el decorado concluido, en la creencia de que los pormenores exhibirán nuestras miserias humanas.

Otra causa podría ser la vanidad. Considero este sentimiento como la conciencia íntima de saber que somos menos de lo que aparentamos, y por nada del mundo querríamos bajar del podio en el cual, engañados por el glamour inventado por nosotros, nuestro público (o nuestros amigos) nos ha ubicado.
La corrección pública de nuestros trabajos desnudaría nuestras limitaciones, mostrando los falsos afeites con que los hemos impregnado. La vanidad nos lleva a alimentar todo el tiempo nuestro falso prestigio, y nos exige llevar la aureola de la victoria ante lo que entendemos como torpeza.

La imagen del éxtasis divino. Esta causa podríamos considerarla como la más tradicional y, quizás, la más importante. Desde los orígenes, se ha considerado al artista como el enlace del hombre con los dioses; y, al igual que los sacerdotes y algunos reyes y faraones de la antigüedad, ellos mismos se han convencido de su naturaleza divina. Este sentimiento —que hoy en día puede ser definido como una manifestación de neurosis—, ante la carga de convicción poderosa, actúa como un efecto placebo; es decir, su propia convicción divina le hace emprender grandes obras y hazañas. El poeta que cree sinceramente en la inspiración como una gracia, recibe inconscientemente una fuerza aditiva durante el proceso creativo. Su convicción le ayuda, a la manera de los médiums, a entrar con más ardor en el trance poético. Y, ante esta fe que se retroalimenta, consideran la corrección del poema como una traición (un acto sacrílego) a la gracia recibida.

No estaría demás citar, también aquí, “El exhibicionismo de lo deforme”, llamado en poesía: el sucismo (con todas sus variantes). Es este caso un raro extremo de defensa del texto poético tal como ha sido creado. La ecuación sería la siguiente: si ya nos hemos atrevido a exhibir las deformidades de nuestro espíritu, nuestros más bajos sentimientos y nuestras descaradas violaciones al convencionalismo estético, amén de nuestras atroces faltas retóricas, ¿por qué molestarnos en corregir nada? Es como si la deformidad se transformase en el más importante elemento de la virtud poética. Sería lo que se llama: “poesía de la mediocridad”.

Siguiendo con nuestra enumeración, otra razón bien podría ser el sentimiento de la “patria potestad”. Ciertos poetas consideran sus poemas como “hijos”, criaturas frágiles a quienes se debe defender instintivamente, considerando como una intolerable agresión al “indefenso niño” cualquier escrutinio sobre su imperfección. Tienen la certidumbre de que sólo “el padre” tiene derecho a tales observaciones, y nadie más. Piensan, además, que las imperfecciones son “herencias genéticas”, por lo que reconocen los señalamientos como verdaderos insultos a la sangre, a la prosapia.

Y como última razón que se me ocurre, citaría la pusilanimidad. Lo considero un auténtico sentimiento de inferioridad. Este sentimiento genera, a su vez, múltiples causas; es imposible determinar la más importante. Desde el pánico escénico, hasta la comodidad de pasar desapercibido, existen poderosas fuerzas interiores que, ante una exposición (ya sea de errores como de aplausos), inquietan descontroladamente al poeta. Simplemente, se niega a hablar de sí mismo y, por ende, de sus obras. Es como si escribiese sólo para la posteridad.

Para concluir esta parte, quiero recordar el famoso texto que Edgar Allan Poe concibiera sobre su poema “El cuervo”. Si bien no se concentra en la corrección, propiamente dicha, es la descripción detallada del proceso creativo, donde nos comenta los avatares, las reflexiones previas, las dudas, todas las cuestiones racionales que acompañaron a la creación de la obra, y donde se puede constatar las limitaciones humanas del poeta (hoy considerado genio de la poesía). Y lo que el mismo Poe nos dice en los prolegómenos del singular texto es que nunca se había hecho un trabajo literario parecido. Esto nos da la pauta de que el poeta (y todo artista) considera el proceso creativo como una actividad que debe mantenerse en secreto del público. Las razones…, ya las hemos tratado de enumerar.

Cómo afrontar la corrección de un poema

Son diferentes aspectos los que se deben encarar para corregir un poema. Regularmente, yo tengo en cuenta tres factores que me parecen fundamentales: la sintaxis, la fonología y la lexicología (no deberíamos olvidar en este punto que la libertad del poeta se encuentra ante todo. Estos estudios o análisis sólo sirven como principios de un conocimiento que bien pueden ser superados o violados. Son bastones que ayudan a caminar el poema de acuerdo a nuestra propia convicción del ideal poético).

sintaxis.
(Del lat. syntaxis, y este del gr. σύνταξις, de συντάσσειν, coordinar).

1. f. Gram. Parte de la gramática que enseña a coordinar y unir las palabras para formar las oraciones y expresar conceptos. DRAE

En este aspecto, debemos decididamente conocer las reglas de la gramática hasta donde sea posible, sin negar el hecho de que se puede irrespetar dichas reglas según lo exija el poema (las intenciones rebeldes de la psiquis poética). En el caso de asumir esta rebeldía, lo único que no se puede hacer es una trasgresión sin basamento, una trasgresión que niegue el lenguaje, que vuelva imposible la comunicación. La mera rebeldía es un mal justificante.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es la agramaticalidad de una cláusula. La sintaxis oscuramente dispuesta no embellece un verso, y menos todavía robustece su contenido semántico. La poesía no debe prestarse al lúdico pasatiempo de crear jeroglíficos sintácticos.

fonología.
(De fono- y -logía).

1. f. Rama de la lingüística que estudia los elementos fónicos, atendiendo a su valor distintivo y funcional. DRAE

Un poema está compuesto de palabras que al yuxtaponerse entre sí y combinarse con los silencios, con las pausas, se convierten en una cadena de sonidos que determinan una cadencia. Ésta cadencia es fundamental para que el texto poético adquiera su carácter y su ritmo, aspectos inmanentes de este tipo de composiciones.
Y, tratándose de sonidos, observamos una serie de cuestiones que pueden ser presentadas para lograr una armonía, agradable al oído y al espíritu, del corpus poético.


lexicología.
(Del gr. λεξικόν, léxico, y -logía).

1.f. Estudio de las unidades léxicas de una lengua y de las relaciones sistemáticas que se establecen entre ellas. DRAE

La lexicología trata asuntos como:
El origen de las palabras (etimología), algo para lo que se requiere el auxilio de la lingüística histórica.
Las relaciones entre conceptos y palabras (onomasiología y semasiología).
La estructura de relaciones semánticas que se establecen entre las palabras que constituyen el léxico de una lengua. WIKIPEDIA

En un poema, trabajo donde la exigencia de perfección es más drástica que en otras disciplinas, el léxico, cada término empleado, debe ser seleccionado con fidelidad. El azar no interviene. Casi siempre, un sinónimo mal escogido nos lleva a la pérdida de sonido y sentido que esperamos en un determinado verso. Así pues, la selección de los vocablos, la creación de campos isotópicos, la acertada utilización de anáforas, la adecuada ubicación de las palabras, son todas cuestiones determinantes en un poema.

re: Lima, corrección o reescritura de un texto poético

Publicado: Sab, 30 Nov 2013 13:38
por samra
Caray, me ha parecido muy, muy, interesante, Vicente.

Publicado: Mar, 03 Dic 2013 20:16
por Carlos Justino Caballero
Óscar Distéfano, Tomo debida nota de tan interesante entrega pues me servirá de mucho.

Con respecyo a "Siguiendo con nuestra enumeración, otra razón bien podría ser el sentimiento de la “patria potestad”. Ciertos poetas consideran sus poemas como “hijos”, criaturas frágiles a quienes se debe defender instintivamente, considerando como una intolerable agresión al “indefenso niño” cualquier escrutinio sobre su imperfección. Tienen la certidumbre de que sólo “el padre” tiene derecho a tales observaciones, y nadie más. Piensan, además, que las imperfecciones son “herencias genéticas”, por lo que reconocen los señalamientos como verdaderos insultos a la sangre, a la prosapia."

Me ha pasado en poemas presentado (y nunca la correción ha sido pública, aunque no me considero de los que se ven afectados por este hecho) que llegaban a cambiar en forma categórica la forma y hasta el mismo sentido y contenido. Creo que a veces se les va la mano a los correctores sobre todo cuando por prestigio personal dificultan una negativa a los cambios propuestos. Me aprece que una cosa es sugerir limar imperfecciones y otra que encuentren tantas imperfecciones que hasta el propio estilo que poeta "padre" tiene.

Un gran abrazo.

PD por privado podría enviarte si es de tu interés ejemplos de lo que digo.