Editorial Alaire

Josefa A. Sánchez escribió:Me gustaría tener la capacidad de desgranar, una por una, en palabras, las emociones que me despiertan tus versos, el temblor intimo del alma ante esa lluvia persistente que es como un mar de lagrimas interminable. Como no se hacerlo, me limito a agradecerte que traigas a esta ventana un tan hermoso puñado de luces y sombras.
Un abrazo.
Pepa

Rafel Calle escribió:Hermoso poema, amigo Juan, bajo la lluvia que sirve como elemento para desarrollar un lúcido trabajo que abriga momentos inquietantes.
Ha sido un placer leerte.
Un cordial abrazo.

Pilar Morte escribió:Los niños siguen jugando aunque la lluvia persista. Un poema que inquieta y cala en el sentimiento. Me gustó y lo disfruté, como siempre que me acerco a tus orillas.
Abrazos
Pilar

June F. escribió:La lluvia, médula del poema, como lograda alegoría del sentir, su intemperie.
Brillante decir, texto muy bien contextuado.

Besos

Julio González Alonso escribió:Afortunado poema, Juan. Un placer seguir la lectura de tus versos. Enhorabuena.
Salud.

Carmen Genaro escribió:Muy evocador, bellísimo, debe releerse.
Un saludo.

Juan Fionello escribió:

No va a dejar de llover
y me inquieta
el monótono juego de los niños.
No quedará en el aire
rastro del movimiento circular
que hacen mis manos
cuando lo palpan en busca de ventanas
en los túneles que parten de mi lecho.
No va a dejar de llover
porque los campos
protegen su aridez y su pobreza.
Reprocho al alma
su terco empeño en ser inexistente;
la invocan desde los cementerios
suelos verdes de musgo silencioso,
colillas apagadas en noviembre
al acabar su vida vegetal.
¿No salís todavía?
ya os ha llamado mi cabello juvenil
desde los peines que suelen hospedarlo.
No va a dejar de llover
ni el agua va a llegar a su destino,
porque los cauces son hondos
y anteriores
al lento despertar de las ciudades.
Reprocho a Dios
su voz carnal, su omnívoro apetito,
su mandíbula encajada
en un cráneo excesivamente opaco.
No va a dejar de llover
si las nubes han dejado de moverse.
Está quieto el mundo y las ropas
vacías
se extienden por las calles
como aves que invadieran un sembrado.
No va dejar, estoy seguro,
de llover sobre mi espalda recubierta
con pellejos despegados de mis dedos.
Venid entonces, no esperéis,
el Sol no está en mi casa,
venid pronto.

Carmina Martínez escribió:Excelente poema, es la primera vez que te leo, me hagustado mucho. Un saludo Juan. Carmina.

E. R. Aristy escribió:

Juan Fionello escribió:

No va a dejar de llover
y me inquieta
el monótono juego de los niños.
No quedará en el aire
rastro del movimiento circular
que hacen mis manos
cuando lo palpan en busca de ventanas
en los túneles que parten de mi lecho.
No va a dejar de llover
porque los campos
protegen su aridez y su pobreza.
Reprocho al alma
su terco empeño en ser inexistente;
la invocan desde los cementerios
suelos verdes de musgo silencioso,
colillas apagadas en noviembre
al acabar su vida vegetal.
¿No salís todavía?
ya os ha llamado mi cabello juvenil
desde los peines que suelen hospedarlo.
No va a dejar de llover
ni el agua va a llegar a su destino,
porque los cauces son hondos
y anteriores
al lento despertar de las ciudades.
Reprocho a Dios
su voz carnal, su omnívoro apetito,
su mandíbula encajada
en un cráneo excesivamente opaco.
No va a dejar de llover
si las nubes han dejado de moverse.
Está quieto el mundo y las ropas
vacías
se extienden por las calles
como aves que invadieran un sembrado.
No va dejar, estoy seguro,
de llover sobre mi espalda recubierta
con pellejos despegados de mis dedos.
Venid entonces, no esperéis,
el Sol no está en mi casa,
venid pronto.

La negacion de un cuerpo astral (espiritu) como la identidad mayor de cada cual es algo que como dice tu elocuente poema, no cesara de negarse ni de seguir su exploracion, ni de hacer su aparicion en nuestros sentidos. Me parece terriblemente triste ese dolor con el dios de la creacion. Pero quiza ese sea el viaje, y el merito : que lleguemos a sentir a nuestro espiritu, que lleguemos a reconocer la parte que se parece a Dios. Y Todo el poema es genuino en sus imagenes y elevado dolo. El reproche a Dios es un punto central, porque a primera vista parece ser al Dios inculcado, pero a mi me parece que es al hombre mismo que siendo dios se consume a si mismo. Wow! Es un gran poema Fionello, te felicito!

Abrazos,
E. R. Aristy