Loke, el enredador

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Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ana García
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Loke, el enredador

Mensaje sin leer por Ana García »

¡Vamos, Jaime, pilla tu mejor hacha de combate y volvamos al GW2. Mi arco y tu amistad nunca fallan! ¡Por Odín!



Antes de emprender la despedida,
no hay sabiduría que pueda igualarse
a la de quien ha meditado en el bien o en el mal
por el que su alma será juzgada después de la muerte.
Canción de muerte de Beda



Astrid no podía dormir.
Una noche más su esposo se retorcía entre convulsiones y fríos sudores de un lado a otro de la cama, mientras gritaba en sueños a un tal Beda que se alejase de él. Levantándose de su lado empapó un pequeño trapo en agua fría, y se lo aplicó en la frente, al tiempo que lo sujetaba y trataba de calmarlo. Pasados unos minutos, Olaf se calmó y abrió los ojos. Allí estaba su joven esposa, cuidándolo como cada noche de los últimos cuatro meses. Y es que con la llegada de la luna empezaba la sofocante y destructora pesadilla del vikingo.

Todo había comenzado varias lunas atrás cuando su jefe, Eric, oyó hablar a unos viajeros de unos extraños hombres instalados por toda Inglaterra y Normandía, poseedores de grandes riquezas y que como únicas armas tenían unas cruces en las que figuraba muerto su dios.

Eran presa fácil, pues ¿Qué podía hacer un dios muerto contra sus dioses, Thor y Odín, invencibles en la batalla?

Convencido de la obtención de un botín fácil, Eric el sanguinario mandó preparar su drakkar para zarpar cuanto antes. El barco fue cargado de comida y armas, y los guerreros, deseosos de entrar en combate, tomaron los remos para hacer avanzar entre las olas a su embarcación lo más rápidamente posible.

A los pocos días llegaron al monasterio de Jarrow y desembarcaron. Un pequeño hombre, con poco pelo y vestido tan solo con una túnica y una cuerda a modo de cinto, salió a darles la bienvenida en nombre de un tal Cristo. Eric, haciendo honor a su nombre, lo partió en dos con su enorme hacha de combate, mientras escupía una diabólica risotada. Esa fue la señal de aviso de que el saqueo había comenzado; el tranquilo monasterio estaba a punto de convertirse en un auténtico infierno.

El acre olor de las vísceras desgarradas llenó los pulmones de los guerreros y la atmósfera se hizo irrespirable, mandando a los que pugnaban por sobrevivir un mensaje de muerte y humo. La visión de aquel rojo, líquido de vida, enardeció a los vikingos, y en concreto, a su inmisericorde líder. No respetó nada, y cualquier ser vivo que se cruzase en su camino, y no fuese de los suyos, estaba condenado a muerte. Eric estaba bañado en sangre y se relamía para saborearla. Parecía estar poseído por el propio Loke, el más loco y perverso de los dioses nórdicos.

Pero no todos los vikingos estaban disfrutando con el combate: Olaf, segundo al mando, no veía gloria ni honor en asesinar hombres indefensos. Él quería conquistar el Walhalla, el paraíso, luchando valientemente contra un feroz enemigo.

Por eso, cuando llegó hasta el que parecía el líder de los monjes, en vez de matarlo, lo golpeó y lo ató, para llevárselo como esclavo.

Por el otro extremo del patio apareció un Eric sonriente, tras él venían sus hombres cargados con copas y bandejas de plata, preciosas biblias decoradas con oro y gemas y un numeroso rebaño de vacas, cabras y ovejas.

—¡Olaf! ¿A quién tienes ahí?
—A su jefe, un tal Abad Beda.
—Bien, le voy a conceder el inmenso honor de ir a hacer compañía a su dios muerto antes de lo que piensa. Olaf, dale una muerte rápida en deferencia a su cargo.

El segundo miraba a su jefe dudando la orden dada.

—¡Ahora! O tú o él —dijo Eric apoyando su espada en el cuello de Olaf.

La situación era complicada ya que el jefe no amenazaba en balde, y no quería caer desprestigiado ante todos los guerreros de su pueblo. Descolgó de su cinto el hacha de guerra de sus antepasados, labrada con runas en las que se afirmaba su destreza en el combate, y levantándola sobre aquel monje, se dispuso a cortarle el cuello. En ese momento, el Abad levantó la cabeza y mirándole a los ojos, le dijo:

—Recuerda mi nombre: soy Beda, y mientras vivas con este pecado seré tu peor pesadilla allí donde no puedas alcanzarme. Yo te maldigo, ¡sacrílego! —su glosolalia fue la primera demostración de poder de este hombre, la venganza fue su ultima palabra.

El abad no pudo decirle más pues el hacha partió en dos su cuerpo. En sus ojos había quedado escrita su maldición y en los oídos de Olaf, grabadas sus últimas y preocupantes palabras. Queriendo romper el silencio que había sobrevenido a la sentencia, Eric animó a todos a volver al drakkar cuanto antes para iniciar el viaje de vuelta a casa, saqueando otros poblados.

El tiempo fue pasando y Olaf iba cada vez a peor. Las pesadillas duraban toda la noche y no lograba descansar lo suficiente. Sus vecinos le evitaban por estar poseído, y nadie quería salir a hacer incursiones si él iba en el barco.

El problema tomó verdadera forma en la comarca al coincidir una época de grandes tormentas con el incremento de las pesadillas.

La Gran Asamblea dictaminó que el dios Thor estaba enfadado por la presencia de un espíritu malvado entre los suyos, y provocaba las tormentas en su carro por los cielos de Midgard, y exigió medidas drásticas a Eric. Este decidió dar muerte a su segundo y así alejar la maldición. El lugar ideal serían las ruinas del monasterio donde sucedió todo, así descansarían juntos el maldito Olaf y el apestoso abad para toda la eternidad.

Con esa idea en mente, Eric se acercó a a casa de Olaf, y tras simular preocupación por su estado, le contó que había tenido una visión en la que Loke le revelaba la forma de curar su maldición, y que no era otra que viajar hasta las ruinas de Jarrow y ofrecerle allí un sacrificio.

La promesa de nuevos botines convenció a los guerreros que se habían mostrado reticentes a acompañar a Olaf. Tras el desembarco, los vikingos montaron su campamento en la misma playa: nadie quiso acercarse a las negras ruinas malditas.

A Olaf se le entregó una cabra para el sacrificio y se le instó a buscar refugio en el monasterio.

Cuando entró en el recinto amurallado, una extraña sensación de tristeza y sufrimiento se adueñó de él. Aquel lugar ya no era un campo de batalla en el que la muerte cabalgaba sonriente a lomos de un corcel vikingo bañado en espesa sangre, sino que había sido invadido por la madre naturaleza, enviando a sus hijas, las hierbas, las enredaderas y las flores a tapar aquel suelo empapado en horror e injusticia, y a cubrir los restos del monasterio devorado por el caprichoso fuego. Los cuerpos de los monjes habían sido retirados y enterrados por alguna mano piadosa al fondo del recinto, cubriendo cada tumba con una pequeña cruz. En total contó treinta cruces. Treinta muertes sin sentido.

Al llegar la noche, Olaf acampó en el interior de la iglesia, ya que fuera había comenzado a llover. El fuego había respetado la nave central y tan solo el ábside había desaparecido, viéndose a través de él todo el cielo cubierto por las nubes. Era una fría noche, por lo que encendió un pequeño fuego y se dispuso a ofrecer una oración y el sacrificio a Loke, que aun no siendo su dios preferido, esperaba le ayudase en aquella situación. Sus oraciones fueron lanzadas al aire, y allí, en lo alto de la oscura bóveda, se mezclaron con las de cientos de cristianos que como él, buscaban algún favor divino. Concluido el sacrificio, se dispuso a dormir, no sin un poco de miedo, pero con la esperanza de librarse, al fin, del abad Beda que tanto le estaba perjudicando.

Algo había cambiado en su sueño. Estaba, no en el patio como otras veces, sino en el interior de la iglesia, y Beda frente a él, con los ojos rojos y con una maliciosa sonrisa en su rostro.

—La paz esté contigo, hermano Olaf —dijo Beda con una voz cavernosa.
—¿Qué quieres de mí? ¡Déjame en paz! ¡Por Odín que te destruiré para siempre!
—¿Te atreverías a matarme de nuevo?
—Lo haría si con ello me libro de ti. En mi espada he grabado unas runas para acabar con los espíritus. No te servirá ser intangible.
—Tranquilo, Olaf, tú no lo sabes, pero vas a ser mi instrumento de venganza, y ahora ¡intenta matarme!

Olaf arremetió con todas sus fuerzas contra el abad. Pero cada vez que parecía alcanzarlo con su espada, éste se desvanecía y aparecía de nuevo a pocos metros de él. Así estuvo durante treinta minutos, pero lo único que consiguió fue desesperar ante la nulidad de sus ataques y la torturante risa de Beda.
—Bien, bien. Ahora ¡despierta! Y acaba conmigo para siempre —gritó el abad entre sonoras carcajadas.

Olaf despertó sobresaltado, con la espada en la mano y decidido a hacer callar a aquel monje para siempre. Un ruido a su espalda le indicó el lugar donde el espíritu del abad le esperaba, y sin pensárselo dos veces, descargó de improviso un enorme tajo que penetró, ante su asombro, en cuero, piel y carne humana, destrozando todo a su paso.

—¡Muere ser inmun…!

Pero no logró acabar la frase. Sus ojos se habían encontrado con los de su victima, y no eran los de Beda, sino los de Eric el sanguinario.

—¿Cómo has sabido que venía a matarte? —logró decir Eric entre borbotones de sangre, mientras soltaba su enorme hacha y caía al suelo.
—Yo no sabía —farfulló Olaf sorprendido por el giro que habían tomado los acontecimientos.
—¡Ah, Loke, enredador! Me la has jugado bien esta vez. Has hecho honor a tu nombre —dijo Eric antes de morir, con su cuerpo cubierto de sangre, pero con la diferencia de que esta vez era suya.
—Hasta nunca Eric. Hasta nunca Beda. Al final te saliste con la tuya.

Olaf se sentía otro hombre, como si se hubiese quitado una carga de encima. El monasterio ya no destilaba tristeza. La vida renacía allí de nuevo. Antes de abandonar el recinto, se volvió para respirar profundamente ese nuevo aire que había tomado el lugar, y sus pulmones se llenaron de perfume verde y justicia, de libertad y esperanza. Sí, Olaf estaba convencido que la esperanza que predicaban aquellos hombres volvería de nuevo a esos muros de fría piedra.

—Padre Odín, permite que así sea —rezó en voz alta mirando al cielo.

Al llegar al campamento, nadie preguntó por Eric. Fue envuelto en una manta y enterrado con todos los honores vikingos en una llanura cercana al poblado. Olaf pasó a ser el jefe del pueblo, no volvió a tener pesadillas, y nunca nadie se atrevió a preguntarle por lo que había sucedido aquella noche. Unos afirmaban que el propio Loke bajó a darle muerte, otros que la maldición se pasó a Eric y éste se suicidó, pero ninguno hablaba más de lo necesario sobre el tema.

Al fin y al cabo ¿Quién entiende los designios de los dioses?


Última edición por Ana García el Lun, 18 Dic 2023 21:02, editado 1 vez en total.
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Jaime Araos
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Re: Loke, el enredador

Mensaje sin leer por Jaime Araos »

Ni la temeraria forma del lobo
se atreve a rondar la Casa de Wutan.
Hay veces, no pocas, en que embarcarse en un viaje implica dejar en tierra lo que uno sabe. Solo se necesitan algunas hojas de parra para el cuerpo y acaso un equipaje llevadero. Una vez iniciado el periplo, las voces de lo habitual resuenan en la distancia con un eco cada vez más desganado, como si quedaran reducidas a retazos inofensivos del ayer.

Pienso en ello a medida que me interno en los pasajes de tu cuento, que se me antoja un vasto cuadro. Loke, el de los hilos, el imparable, es una de esas figuras omnipresentes en todo relato del mundo original. En este es el que carga con las culpas; es también el que lleva al engaño a los incautos; el que deshace y rehace ilusiones; el que extrae de su reino las fatalidades.

Los vikingos fueron un pueblo forjado en penurias de toda clase, lo sabemos por sus obras. Me parece, al leerte, que deambulo entre ellos, y toco el clima frío. Sus viviendas son pequeñas y precarias, y a los hombres, desde que aprenden a caminar, se los prepara para la guerra.

Olaf y Eric el Sanguinario no comparten más que unos pocos rasgos externos. El contraste entre los dos resalta como un pararrayos, y pasa por los modos opuestos de entender la grandeza, el valor de la victoria. Uno busca la gloria en un combate a vida o muerte contra un enemigo terrible; el otro tan solo busca hacerse más rico a costa de rivales desarmados. Lo increíble es cómo Loke se las ingenia para darles, aunque no como lo esperan, exactamente lo que quieren.
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Ana García
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Registrado: Lun, 08 Abr 2019 22:58

Re: Loke, el enredador

Mensaje sin leer por Ana García »

Tres siglos de vikingos que asolaron media Europa y qué poco se habla de ellos. La pobreza de sus tierras les hizo salir en busca de otros lugares. Buenos guerreros, navegantes y comerciantes, eso sí que lo tenían a su favor y es lo que usaron para expandirse... Hasta que fueron derrotados por normandos que eran descendientes de vikingos. ¡Qué ironía, verdad!
Quién a hierro mata, a hierro muere. O algo así.
Sus batallitas han dado pie a pelis, juegos, cuentos, poemas...
Y bueno, un pequeño cuento para recordar aquel juego en el que entraste tarde, muy tarda. Justo cuando yo salía de él. Y en el que conseguiste todos los logros posibles. Te enganchó bien, jajaja.
No me puedo reír mucho pq mi arquera hizo lo mismo. Buenos tiempos aquellos.
Ni caso con mi melancolía, es este otoño y el estar rodeada de gente con el covid (van cayendo en el trabajo) lo que me tiene de bajada. Y es en estos momentos cuando echo mano de los buenos recuerdos y de los amigos como tú. Siempre prestos a una palabra amable.
Un beso.
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Arturo Rodríguez Milliet
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Ubicación: Caracas. Venezuela

Re: Loke, el enredador

Mensaje sin leer por Arturo Rodríguez Milliet »

Interesante relato Ana.
El choque entre culturas donde hasta sus Dioses se involucran
y confunden realidad y pesadillas con el inevitable aderezo de la sangre.
Disfrute desde la primera línea hasta su cierre genial. Un afectuoso abrazo.
Te presento a mi padre, el que está a su lado es mi hijo.
Si los sumas y divides entre dos, obtendrás su promedio...
ese soy yo. Mucho gusto!
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Ana García
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Re: Loke, el enredador

Mensaje sin leer por Ana García »

Arturo Rodríguez Milliet escribió:Interesante relato Ana.
El choque entre culturas donde hasta sus Dioses se involucran
y confunden realidad y pesadillas con el inevitable aderezo de la sangre.
Disfrute desde la primera línea hasta su cierre genial. Un afectuoso abrazo.
Parece que las guerras era una forma de vida. Los vikingos con su religión es un tema que da mucho de si en los juegos de rol, filmes, libros...
Gracias por regalarme ese disfrute, es lo que pretendo con estas cosas mías.
Un abrazo.
Hallie Hernández Alfaro
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Registrado: Mié, 16 Ene 2008 23:20

Re: Loke, el enredador

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

,

Sube para deleite de todos.

Un abrazo enorme lleno de afecto, querida Ana.
"Algo, en este tan vasto como innecesario universo,
ha de tener sentido: ninguna ecuación diferencial
siente. Pero, se sabe, en el principio
fue dicho: hágase la luz; y abrimos los ojos."


Sub-jectum, Julio Bonal
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Ana García
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Re: Loke, el enredador

Mensaje sin leer por Ana García »

Hallie Hernández Alfaro escribió: Dom, 23 Jul 2023 13:49 ,

Sube para deleite de todos.

Un abrazo enorme lleno de afecto, querida Ana.

Aunque llego tarde para agradecer la subida del cuento no quiero dejar pasar hoy, con su casi noche ya, sin hacerte saber que ese día no estaba en condiciones de corresponder como se debe.
Gracias, hoy, Hallie. Imagina que fue ayer.
Un beso.
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