Sin duda, tu comportamiento es digno de dirimir responsabilidades en un juzgado, pero, de momento no te denunciaré, sé por experiencia que los juicios son amargos incluso cuando los ganas, y que me refrena el respeto a la amistad que siento por tu madre. Es cierto que, indirectamente, has dañado su reputación ante mí y mis hermanos. Habría sido preferible que hubiera denunciado a mi padre por sus obras, como todas las del Tobogán, también las vuestras, poco propicias para amoldarla a la legalidad que calentarle a sus hijos la cabeza con las penurias que la actitud de mi padre le hacía, supuestamente, pasar. Mi padre, como hombre de la mar que era, estaba abierto al diálogo y tenía en la generosidad su mayor virtud: no habría dudado dudado en indemnizar a tu madre por los daños que hubiera podido causarle siempre que estuviera justificado por la razón y la constatación empírica de los daños.
Conozco a tu madre desde siempre y, en el verano del 74, tuvimos una buena relación aliñada con fortuna por el mejor disco de Simon y Garfunkel, la playa y una anécdota de la que nos solíamos reír que nos provocó un fuerte dolor de cabeza durante un par de días. Tu actitud de joven descerebrado ha implicado, en gran manera, negativamente a tu madre respecto a mí y a mi familia y el recuerdo de lo que te he contado ha palidecido considerablemente. Es una pena que hayas venido a manchar con tu irresponsabilidad y tus fragmentos de odio una relación que ha funcionado bien, con sus tiempos de olvido, toda una vida.
Conozco a tus hermanos y respeto mucho a los mayores aunque, por diferencia de edad, siempre en mi contra, los haya tratado muy poco, con la excepción notable de aquel que se portó de una forma parecida a la que tú muestras ahora. Tengo que visitar al niño que fuiste para hablar a ti, eras espigado y con una cierta tendencia a la inquietud y, como casi todos los niños del mundo, me caías bien.
No está bien atacar cruelmente a quien ya no puede defenderse, no saber rendir culto a los muertos; mi padre fue el Robin Hood del Tobogán en los momentos más duros de la posguerra, e intentar empañar su memoria agradable de hombre bueno y escapar como si tal cosa con una excusa peregrina es lamentable.
Quizás otro día más propicio a la comunicación sería conveniente que habláramos de Ortografía.
Mi padre murió el año pasado, el destino le otorgó el privilegio de no vivir en tiempos de pandemia.