Tes quiero may lof

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ana García
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Tes quiero may lof

Mensaje sin leer por Ana García »

Méteme en tu cama que si me faltan las ganas me sobra imaginación.
Llévame a vivir contigo a la sombra del dobladillo de una loncha de jamón.
La Canalla




Siempre supe que necesitaría un hombre que no juzgara el convivir entre camisas de lino de Loewe y complementos de zara; que no le importase desayunar té verde de Ceilán en tazas mayólica con huevos fritos o usar los palos de golf como perchero y que ni se inmutase al ver a mi madre calzando con el Chanel de la última colección unos Nike para que no le produjeran dolor a causa de su gota, en realidad juanetes.

Por eso cuando Alexandre traspasó el umbral de la puerta me di cuenta de que había sido una equivocación invitarle a casa. Seguro que cambiaba de opinión al instante. A pesar de que yo nunca hacía ostentación del lujo de mi hogar, ni enfatizaba al hablar del brillante color caramelo del pino balear del mueble en el salón, ni de los granates y azul acero de las alfombras persas traídas en los multiplicados viajes de tío Marino, el mercante. De él decía su hermana que se mudaba más de país que de gallumbos. Ni alababa, como hacía mi abuela Catalina, la mezcla del rosado y gris de las delicadísimas porcelanas de Sèvres, o de las sutiles y musicales transparencias de los intocables Bohemias.

Y no era precisamente esto lo que me avergonzaba que Alex, cariño, viera o viese. Sino la mixtura que se había acoplado con el paso de las diferentes proles. Y así, al lado del Velázquez, herencia de la prima Aniana, se encontraba un póster de la Expo de Shanghái, capricho o recuerdo de mi hermano número siete en su viaje a tan excelsos fastos. ¡Pobre, Aniana! Muerte súbita a causa de una deuda con hacienda. Mejor muerta que presa.

Entre la sobria negrura de la moldura holandesa y el cristal de la orla de la promoción de Jorge Ernesto, había metidos a cuña billetes de lotería nacional, resguardos de la Bono-Loto y cupones de la ONCE, atrasados o recientes, listos para ser cobrados so pena de ser desheredados. No nos fueran a confundir con los pobres de a pie, locos por un simple premio.

Y entre los repujados marcos de plata argentina y mexicana del aparador, se adocenaban las fotos de los recordatorios de las Primeras Comuniones, bodas, bautizos y banquetes de familiares, vecinos y demás linaje de allegados.

No sé si en el momento en el que Alex, mi love, clavó los ojos en lo mullido del sofá, no sé digo, si abominé más que fuera un Roche-Bobois o los calados y filigranas de los pañitos de ganchillo que lo recubrían en sus dos terceras partes, elaborados por la nana Fina.

Y rememoré aquella trágica tarde en la que tuve la infeliz osadía de llevar a las cocinas a Besada Jr, haciendo un alarde de confianza. Tras cuatro semanas de burbujeantes cócteles vespertinos en la hípica y finos Tres Palmas con olivas en el Buzón, rodeados de los Rodríguez-Lapas, poseedores de la cadena La Flor del Mar, industriales con piscifactorías y amiguísimos de los Eguíluz, banqueros de toda la vida; o los Sánchez-Coelho, ganaderos, propietarios de fincas con reses bravas y exportadores de buen semen para engendrar vaquitas; o los Mota de Almeida, constructores del mayor patrimonio inmobiliario de la zona.

Entonces, digo, calculé que sería el momento adecuado para que conociera mi entorno más íntimo, sin pensar que el maravilloso hechizo se rompería.

¡OH infortunio! Olvidé que entrábamos en el imperio de Fina, la nana de ochenta años, que había criado a cuatro generaciones de Jiménez-Levi, y que a la absurda pregunta de Besada Junior sobre el precio de venta del hermoso palacete renacentista, ganancia de mi abuelo Theodoro al Marqués de Limón en una partida de mus, le echó a escobazos. Poco importó la crepitación pulmonar que sufría la buena señora para correr detrás de él.
Claro que el pobre Junior no tenía por qué saber que una cláusula del testamento del abuelo, el tahúr como le llamaba su amante, era precisamente no vender nunca tan gratuita heredad y tampoco sabía que la Fina había sido su querida.

Desde aquel día aciago en el que perdí la oportunidad de un feliz desposorio, no había vuelto a tener otra tan al alcance de la mano. ¡No se podía malograr! Yo hablaba atropelladamente. "¿Quieres un café o prefieres un Napoleón reserva del 69?

Con la boca sin cerrar, no porque sus palabras salieran sino por el asombro de ver las ordinarias figuritas, de resina, compradas en un chino. Colocadas en fila india sobre un bargueño de raíz de cerezo con incrustaciones de marfil, regalo de bodas de la prima-hermana de la yaya Matilde.

"Sí..., sí..., cualquier cosa" respondió saliendo de su ensimismamiento.

Me dirigí hacia el gabinete caoba, porque allí estaría el vicio de papá. Una petaca, presencia de la Primera Guerra Carlista del tatarabuelo Timoteo, de la que mi progenitor pimplaba en sus horas bajas. Al regresar con las bebidas, suspiré al ver su figura atlética y masculina observando a su alrededor, un poco desconcertado.

Mi ánimo se desplomó. Seguro que pronto llegaría el turno de las preguntas indiscretas, como "Dime, gitana ¿qué significa que San Pancracio lleve un sombrero mejicano en el retablo barroco? Eso si no había caído en las flores de plástico dentro de los Pebeteros de bronce o las sevillanas muñecas feriales del tiro al blanco que completaban las hornacinas vacías.

Alex, mi darling, aspiró los aromáticos efluvios del coñac y lo balanceó en su mano con suavidad, mientras echaba una mirada de soslayo a mis piernas, bronceadísimas, bajo el short rosa chicle.

"Uhmmmm", dijo deleitándose en su sabor.
"¿Está bueno?", pregunté yo retóricamente. Inútil, me dije, vas a tirarlo todo por la borda.
"Sentémonos", dijo ceremoniosamente.
"¡OH cielos, ahora me tumbará y follaremos como locos!", pensó mi mente calenturienta ayudada por el francés.

Apoyé la copa delicadamente sobre el mantel de hilo escocés de la mesita baja, para ofrecerle un cigarro de la pitillera de cordobán cartujano, y quedé tan pasmada como él al ver a su ladito el cenicero de barro, con la inscripción luciendo sobre el borde, a guisa de epitafio "Recuerdo de la bodega la Churra, Cerdos criados con la mejor compostura orgánica".

Al verme aturdida y a punto de darme un vahído, se levantó, acercándose a la ventana para que entrara un soplo de aire. Al descorrer las pesadas cortinas de brocado y damasco, la fatalidad volvió en mi ayuda. Maldiciendo, cerré los ojos, presa de la indignación más contenida. Y al mirar a Alexandro de la Gándara-Gutiérrez vi cómo los suyos, azul intenso como un mar calmado del norte, se habían quedado clavados en el repertorio de bragas que decoraban, por lo surtido, el radiador.

No le volví a ver como a tantos otros. Pero no pierdo la esperanza. Algún día descubriré qué es lo que les espanta: la pompa y el boato o lo Kitsch que lo recubre. Y encontraré al amor de mi vida. Aunque para una mujer como yo esto no debería ser un problema, ¿verdad?

Nota: el título del cuento es el mismo que el de un tema de La Canalla.

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Hallie Hernández Alfaro
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Registrado: Mié, 16 Ene 2008 23:20

Re: Tes quiero may lof

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Jo, muy bueno, Ana, muy bueno.
No te imaginas cómo he seguido a golpe de adrenalina la narración.
Hay un derroche de nombres, de referencias, de pistas, de crispaciones, de humor, que valen en absoluto la pena.
En cuanto al vídeo me parece un acierto y un complemento para la historia.

Gracias por traerlo a prosa; espero ponerme al día este fin de semana, hace mucho no paso a comentar.

Abrazos.
"En el haz áureo de tu faro están mis pasos
porque yo que nunca pisé otro camino que el de tu luz
no tengo más sendero que el que traza tu ojo dorado
sobre el confín oscuro de este mar sin orillas."

El faro, Ramón Carballal
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Ana García
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Re: Tes quiero may lof

Mensaje sin leer por Ana García »

Agradezco tu comentario, Hallie. Un texto creado con un humor basado en ese batiburrillo que hay en las casas, mezcla de recuerdos o de gente que pasa por ella. He descubierto que a mí no me gusta nada guardar cosas. Tiro y reemplazo cada vez menos. Cada día más minimalista.
Hay casas que no me dejan respirar.
Un abrazo, Hallie, por tu amabilidad.
Valle Oncina
Mensajes: 410
Registrado: Jue, 02 May 2019 9:47

Re: Tes quiero may lof

Mensaje sin leer por Valle Oncina »

Me pasé hoy por el rincón de prosa, Ana.

Encantado de haber hallado tanto batiburrillo. Se le pide demasiado al hombre ideal, me esperaba un desmayo por parte de Alexander ante tal acumulación de contrastes.

He pasado un buen rato leyéndolo.

Un abrazo.
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Ana García
Mensajes: 3041
Registrado: Lun, 08 Abr 2019 22:58

Re: Tes quiero may lof

Mensaje sin leer por Ana García »

Pues a ver si te animas, Valle y nos dejas algo de prosa por aquí.
A mí me agobia tanto recuerdo, adorno, fotos... Cada día soy más minimalista. Y he descubierto que me gusta tirar cosas, jaja. Es un vicio tremendo.
Gracias por ese "desmayo".
Un abrazo.
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