El silencio
Publicado: Mar, 21 May 2019 14:23
—¡Silencio! —aulló Rosalía, la maestra, entrando al aula.
—Buenos días, Señora. —El gentil saludo de Jacinto, desde el fondo del aula, sonó nítidamente en el silencio que habían hecho sus compañeros.
—¡Silencio! —aulló nuevamente la maestra, sin atender al saludo.
Pasaron los días y Jacinto no volvió a hablar delante de esa maestra, a pesar de las bondadosas zalamerías con que ella trató de seducirlo. Acudió, preocupada, al Gabinete Psicopedagógico, de donde citaron al padre de la criatura.
—¿Usted sabe lo que le pasa a Jacinto?
—Creo que sí —respondió tranquilamente el padre—: sabe mejor que otros niños el valor de su palabra.
—No comprendo... ¿Puede explicarme por qué calla?
—Mi esposa, su madre, es sordomuda. Por su carencia, Jacinto sabe lo que vale la palabra...
—Buenos días, Señora. —El gentil saludo de Jacinto, desde el fondo del aula, sonó nítidamente en el silencio que habían hecho sus compañeros.
—¡Silencio! —aulló nuevamente la maestra, sin atender al saludo.
Pasaron los días y Jacinto no volvió a hablar delante de esa maestra, a pesar de las bondadosas zalamerías con que ella trató de seducirlo. Acudió, preocupada, al Gabinete Psicopedagógico, de donde citaron al padre de la criatura.
—¿Usted sabe lo que le pasa a Jacinto?
—Creo que sí —respondió tranquilamente el padre—: sabe mejor que otros niños el valor de su palabra.
—No comprendo... ¿Puede explicarme por qué calla?
—Mi esposa, su madre, es sordomuda. Por su carencia, Jacinto sabe lo que vale la palabra...