contra lo que luchábamos a los veinte años.
(José Emilio Pacheco)
Brel cantó al candor de la infancia y a la fuerza irrefrenable de la juventud, pero hay demasiados niños que crecen y no juegan nunca más, demasiados jóvenes airados que acaban haciendo suyas las mismas posturas conservadoras de sus padres cuando se hacen mayores y nada les importa más que gestionar los cimientos en los que se apoyan las miserias de su comodidad. Brel nunca creyó en el sueño de aquellos muchachos burgueses que pedían lo imposible y trataban a sus mayores con un sarcasmo iconoclasta porque pensaba, con buen criterio, que no se referían a que dejaran de ser como eran ellos mismos, no veía un ansia verdadera de justicia sino un conflicto generacional de esos que se curan con el tiempo.
Brel, revolucionario casi siempre y a veces reaccionario; para lo bueno y lo malo estaría marcado por su educación católica hasta la muerte, se posicionó claramente en la década de los 50 en contra de que se utilizara la violencia para lograr los cambios en los que creía y que ansiaba. En esta soberbia canción nos da su punto de vista sobre la situación; "de jóvenes teníamos unos gustos muy originales, creíamos que podíamos cambiar el mundo y nos reíamos de los burgueses mientras les mostrábamos el culo y les cantábamos una coplilla que decía, supongo que sin ningún fundamento científico, que los burgueses son como los cerdos, cuanto más viejos más tontos. El tiempo pasa, nos hemos hecho mayores y no hemos cambiado el mundo, y somos distintos aunque nos identifiquemos con los mismos ídolos. Pero ahora los jóvenes nos hacen burla y nos cantan la coplilla mientras piensan que ellos lograrán acabar con la injusticia y la desigualdad, que acabarán con nuestra estirpe.