Amanecer no es despertar

[Ricardo López Castro.]

Los primeros hombres, si en realidad existieron, y todo el trayecto de la historia hasta aquí, no ha sido una auténtica ilusión, como las doctrinas y creencias transmitidas de generación en generación, si realmente todo ello no forma parte solo de libros que acumulan gloria terrenal para filósofos, hitos y todo tipo de personajes reconocidos, ¿qué seríamos sino un nudo de respuestas?
¿Qué seríamos sino asimilación completa, sin margen para el error o los absurdos?
Todo ello, a través de los sentidos, son indicios, como los que transmite la experiencia.
Yo he nacido, aunque no lo recuerde.
Ello tengo que asumirlo.
Al igual que hay otras cosas muy importantes que asumir, al menos para la sociedad.
Para la correcta integración del individuo en cualquier colectivo.
Creencias, doctrinas, memoria, experiencia, expectativas, ilusiones -o no ilusiones. Lo único capaz de desilusionar-.
Lo que no se ve, oye, huele, saborea, toca, solo forma parte de nuestra mente.
Cuando ella se satura por las imposiciones solapadas que pretenden quizá una especie igual y constructiva, y colaboradora con los fines de la civilización, puede nacer un conflicto entre ideales e intereses, entre unos y otros, entre unas y otras.
Se rebela la mente, los pensamientos, las conductas, los hombres.
Se rebelan, ¿contra qué?
¿Qué importa el sistema impuesto a nivel mundial para el correcto funcionamiento de la sociedad, cuando el ser humano no sabe responder a sus propias preguntas?
Si existiera algo semejante a un dios, el hombre tomaría variadas posturas ante él -creencia, hostilidad, incertidumbre, miedo-.
¿Qué diferencia hay pues entre ello y localizar el verdadero problema, que no es otro que la asimilación pura y dura de lo que percibimos?
Nada puede con esto.
Si intentamos cerrar los ojos a lo que hemos visto.
Si fuéramos capaces de abrir la mente.
No hay confusión, solo pretensiones de negación.
Lo único afirmable y reiterable y reincidente es el conflicto que el hombre padece, por pertenecer a un estado constitutivo de disociaciones.
Ello es la implenitud de los sentidos.
Si fuéramos un organismo perfecto, jamás entraríamos en conflicto con nuestros propios componentes.

[Hallie Hernández Alfaro]

Gracias por compartir este trabajo, Ricardo.

Es sin duda tu visionario poeta, quien reflexiona y profundiza en los ejes del entramado universal que apenas comenzamos a descubrir.

Un abrazo.