Decir adiós.
Publicado: Vie, 07 Abr 2017 1:22
DECIR ADIÓS.
Te hablaba desde el andén, pegada a la ventanilla, gesticulando y haciendo ademanes. Te reías por la torpeza de mis gestos, el saludo del tren aturdió el aire y los vagones comenzaron a avanzar con lento movimiento. Las palomas de Constitución, asustadas por el pitar del tren y los gritos de los que quedábamos, rompieron a volar. Corrí unos metros, saludándote junto al cristal, hasta que comprendí que era imposible, tendría que haber sido pájaro para volar pegada a la ventanilla. El tren se fue perdiendo, hasta convertirse en un recuerdo al que tragó la tarde.
El hall de entrada estaba poblado de vendedores que anunciaban diarios, chipá y cuanta novedad fuera posible comprar y vender; las personas cruzaban a mi lado murmurando palabras que yo no entendía. Buenos Aires había desatado un cielo gris, recortado entre edificios más grises aún, con ventanas abiertas como bocas desdentadas y vos tan lejos de mis manos. Yo deseaba que te quedaras y no obstante sabía que hubiera sido imposible vivir juntos, somos tan diferentes. Hoy no iré a trabajar, hoy me dedicaré a caminar y a mirar la cara de las personas que pasan a mi lado, descifraré sus tristezas y alegrías, compraré un helado gigante y mis lágrimas serán de chocolate y crema, a quién le puede importar mi corazón roto, el mundo seguirá su eterno girar, aunque a mí me duela el alma.
Te hablaba desde el andén, pegada a la ventanilla, gesticulando y haciendo ademanes. Te reías por la torpeza de mis gestos, el saludo del tren aturdió el aire y los vagones comenzaron a avanzar con lento movimiento. Las palomas de Constitución, asustadas por el pitar del tren y los gritos de los que quedábamos, rompieron a volar. Corrí unos metros, saludándote junto al cristal, hasta que comprendí que era imposible, tendría que haber sido pájaro para volar pegada a la ventanilla. El tren se fue perdiendo, hasta convertirse en un recuerdo al que tragó la tarde.
El hall de entrada estaba poblado de vendedores que anunciaban diarios, chipá y cuanta novedad fuera posible comprar y vender; las personas cruzaban a mi lado murmurando palabras que yo no entendía. Buenos Aires había desatado un cielo gris, recortado entre edificios más grises aún, con ventanas abiertas como bocas desdentadas y vos tan lejos de mis manos. Yo deseaba que te quedaras y no obstante sabía que hubiera sido imposible vivir juntos, somos tan diferentes. Hoy no iré a trabajar, hoy me dedicaré a caminar y a mirar la cara de las personas que pasan a mi lado, descifraré sus tristezas y alegrías, compraré un helado gigante y mis lágrimas serán de chocolate y crema, a quién le puede importar mi corazón roto, el mundo seguirá su eterno girar, aunque a mí me duela el alma.