tres, dos, uno...

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Arturo Rodríguez Milliet
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tres, dos, uno...

Mensaje sin leer por Arturo Rodríguez Milliet »

En su pensamiento, Darío sigue minuciosamente el transcurrir del tiempo.

- Las dos de la tarde, diecisiete minutos y veinte segundos; veinticuatro al terminar de decirlo, veintitrés si lo digo más rápido…

Se entretiene calculando.

-Entró al baño hace dos minutos y doce segundos, abrirá la ducha en: tres, dos, uno… Allí está.

Resultó una suerte encontrarla tan predecible en sus hábitos.

-El vapor ya debe haber cubierto los espejos, en este momento entra a la ducha levantando una pierna y… ¡Ah! Qué divinidad la turgencia de esos muslos y el tono firme de sus pantorrillas…

Mantiene los ojos cerrados, mientras se deja cautivar por el olor a champú que apenas percibe.

- Ya está toda mojada, ahora brillan más sus carnes bronceadas y la diminuta marca de su bikini. Casi puedo verla serpentear la sinuosidad de sus pechos y mover sus caderas con cadencia seductora. Si en este momento se sintiera observada por algún desconocido, flexionaría una pierna en punta pie, recostaría sus nalgas contra el plexiglás y con cualquier pretexto se inclinaría complaciente para exhibir su escultural trasero…

Tendido en la cama, se entrega al disfrute de su fantasía y se conforma con el trepidante compás de una taquicardia…

- No tardará en salir. Cuenta regresiva; esta vez desde veintiuno, veinte, diecinueve… Ya llega; se ha puesto el albornoz blanco a media pierna que tanto me excita y me ha dado una de sus miradas cómplices. ¿Qué se traerá entre manos?... Está abriendo la tercera gaveta de la cómoda, donde guarda sus bragas más… ¡Ah! Dios mío, que se tarde un poco en encontrar lo que busca, adoro contemplarla en esa postura…

Mucho antes de lo que Darío habría deseado, Erika consigue lo que busca. Sin voltear hacia la cama y mirándolo por el espejo se calza un minúsculo hilo dental negro sin despojarse del albornoz. Acto seguido, estira sus cabellos mojados con un peine, unge su cuerpo con un sedoso aceite perfumado y se maquilla discretamente…

- Hoy viene un nuevo enfermero, mejor dicho, esta vez solicité a un fisioterapeuta.

Erika le dispensa una amplia sonrisa, se acerca a la cabecera de la cama y se inclina para besarlo en la frente, poniendo empeño en que uno de sus pechos se asome, mostrando la perfecta redondez de su pezón erguido…

- ¿Lo hará de nuevo? No puedo creerlo. ¡Me lo hará de nuevo!

A los pocos minutos, (siete con treinta y tres segundos, contó Darío) Erika atiende el llamado de la puerta.

- Pase usted, disculpe, ha llegado puntual pero me he retrasado un poco con los cuidados a mi marido y… qué pena que me encuentre en estas fachas.

- Allí está el muy imbécil, tiene cara de yo no fui, al menos no es tan alto como supuse, aunque sí se le notan las horas de gimnasio, qué edad tendrá, parece un crío, pero con esa voz de barítono engaña…

- Él es mi marido, Darío, su paciente.

- Cinco, cuatro, tres…

Al presentarlo, Erika se aproxima a la cama y se inclina para besar de nuevo a su esposo ofreciendo, al atónito enfermero, la misma perspectiva de la tercera gaveta.

- ¡Zorra!

La prolongada exhibición no deja espacio para la duda al ahora encendido socorrista, quien discretamente se acerca y con firmeza le aprieta una nalga.

- Mi querido esposo –se apresura a decir, después de un breve sobresalto– quedó cuadripléjico después de un accidente hace un año, tampoco puede hablar, sólo mueve sus ojos y no creo que eso le permita enterarse de nada de lo que pase a su alrededor.

- Bien sabes que sí ¡Perra lujuriosa! –pensó Darío–

Erika, mira fijamente a los ojos de su marido mientras el enfermero lame con notorio deleite la prolija humedad que mana de su vulva. En la doble perspectiva que le permite el espejo, Darío presencia –impotente– los gestos de placer en el rostro de su mujer y las involuntarias contorsiones de su cuerpo. Un zarpazo inesperado la despoja de su albornoz, dejando en evidencia su exquisita desnudez, un arco venusino perfecto describe su torso agitado por la excitación y un periné erguido espera exultante el asedio. Cual desaforado semental, el enfermero la toma por los cabellos y desde atrás la penetra, con la desbocada rigidez fálica que sólo puede provocar la sorpresiva seducción de una hembra caliente, una buena hembra. Con cada embestida, las tetas de Erika pendulan frenéticas, abofeteando el rostro de Darío, hasta que un gutural tono de barítono (tres, dos, uno…) anuncia el fin.

Una despreciable sensación de autocensura embarga a Darío al reconocer su propia excitación. Erika siempre supo complacerlo en su desviada lujuria. Una lágrima negra cayó en los labios de él después del orgasmo.
Última edición por Arturo Rodríguez Milliet el Jue, 11 Oct 2018 0:46, editado 1 vez en total.
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Hallie Hernández Alfaro
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Re: tres, dos, uno...

Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Es un texto impresionante; los detalles, bailan, infieren, complacen, arden en la exquisita cognición de lo más oscuro.
El tercer cajón se convierte en un hito para el lector.
Dario, Erika, el fisioterapeuta. Las parafilias, la belleza, los complementos.

Me ha encantado, querido amigo; gracias por estar.

Abrazo enorme.
"Algo, en este tan vasto como innecesario universo,
ha de tener sentido: ninguna ecuación diferencial
siente. Pero, se sabe, en el principio
fue dicho: hágase la luz; y abrimos los ojos."


Sub-jectum, Julio Bonal
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Ara López
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Re: tres, dos, uno...

Mensaje sin leer por Ara López »

Esa consciencia tan pesada del paso del tiempo, cosa que le sobra y que ya conoce a fuerza de la estática.
La tercera gaveta.
Conformarse con una taquicardia. Algo todavía se mueve, vive, la te y responde.

y, como suele pasarme, los buenos cierres siempre tienen algo que me engancha, en este caso me quedo con:
Una despreciable sensación de autocensura embarga a Darío al reconocer su propia excitación



Definitivamente, si alguien sabe colocar correctamente una palabra para que dé una bofetada, una caricia, una sorpresa, erice o entristezca, eres tú.

¡Qué bueno te ha quedado!
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Arturo Rodríguez Milliet
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Re: tres, dos, uno...

Mensaje sin leer por Arturo Rodríguez Milliet »

Hallie Hernández Alfaro escribió:Es un texto impresionante; los detalles, bailan, infieren, complacen, arden en la exquisita cognición de lo más oscuro.
El tercer cajón se convierte en un hito para el lector.
Dario, Erika, el fisioterapeuta. Las parafilias, la belleza, los complementos.

Me ha encantado, querido amigo; gracias por estar.

Abrazo enorme.
Gracias Hallie, siempre tu afecto presente, siempre tu amable cercanía. Un abrazo.
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Si los sumas y divides entre dos, obtendrás su promedio...
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Arturo Rodríguez Milliet
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Re: tres, dos, uno...

Mensaje sin leer por Arturo Rodríguez Milliet »

Ara López escribió:Esa consciencia tan pesada del paso del tiempo, cosa que le sobra y que ya conoce a fuerza de la estática.
La tercera gaveta.
Conformarse con una taquicardia. Algo todavía se mueve, vive, la te y responde.

y, como suele pasarme, los buenos cierres siempre tienen algo que me engancha, en este caso me quedo con:
Una despreciable sensación de autocensura embarga a Darío al reconocer su propia excitación



Definitivamente, si alguien sabe colocar correctamente una palabra para que dé una bofetada, una caricia, una sorpresa, erice o entristezca, eres tú.

¡Qué bueno te ha quedado!
Gracias, Ara. Por tu siempre aguda lectura y la generosidad de tus comentarios.
Un fuerte abrazo.
Te presento a mi padre, el que está a su lado es mi hijo.
Si los sumas y divides entre dos, obtendrás su promedio...
ese soy yo. Mucho gusto!
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Ara López
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Re: tres, dos, uno...

Mensaje sin leer por Ara López »

Esto merece subir cada cierto tiempo y que todos tengan la oportunidad de leerlo.
Es maravilloso.
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Ara López
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