No hay sepia que por bien no venga (Fin)

Blanca Sandino
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No hay sepia que por bien no venga (Fin)

Mensaje sin leer por Blanca Sandino »

(Nos habíamos quedado en aquel momento en el que yo...)

- ¡Agua!–exclamé, comprobando que al menos mis labios se había despegado-. ¡Necesito agua! ¿Dónde estamos?

La voz de Daniel me sonó cercana, incluso familiar:

- La cocina está más cerca, pero tú no eres un plato, ¿no?

Muy digna, y dueña ya de la situación, dije algo que prefiero no reproducir.

Por regla general, cierro los ojos para no ver los desastres, pero no tuve que hacerlo, ése era, precisamente, mi problema: no podía abrirlos. Varios minutos bajo el chorro de agua templada me devolvieron la percepción, la vista, y la seguridad de que la cocina estaba hechaun autentico desastre. Lo que no puedo asegurar es si comprobar lo tarde que era fue lo que me hizo palidecer, o si mi palidez era resultado de la mascarilla de arcilla. Y recé: recé para que su color verdoso no se hubiera quedado adherido a mi piel. Y recé para que el hombre con el que soñaba desde hacía meses se retrasara (fue una tontería, lo reconozco, podía haber llamado para advertirle de que me retrasaría un poco: unas... dos o tres horas). Pero no lo haría. De ninguna manera iba a consentir que de nuestra primera cita sacara la conclusión de que no sabía organizarme. ¡Yo sé organizarme perfectamente! Desde luego que sí.

Por eso, si exceptuamos un hijo adolescente, la manía de empezarpor el final o de terminar por el principio que tengo cuando escribo, y, quizá, la de llegar antes de la hora prevista que tiene él, puedo asegurar que no hay nada peor que un conserje amable y servicial. Sí, claro que le voy a explicar el porqué. Yo trataba de poner orden en la cocina cuando sonó el telefonillo. Bien, gracias, respondí tras descolgar y colgar, como puede, el dichoso aparato. Pero volvió asonar. Me desconcertó escuchar por segunda vez que: «era más que probable que el caballero que había preguntado por mí estuviese a puntode llamar a la puerta». ¡No solo le había abierto él mismo la del portal, sino que se había preocupado de saber a dónde iba!, y aunque comprendo que ésa es una de sus obligaciones, más le hubiera valido -pensé-, retenerlo en la calle un buen rato como hubiera hecho yo. Y si dejo constancia del desconcierto que sentí, no es por justificarme, sino porque, sin saber qué hacer, fui guardando todo lo que encontraba en mi camino en el frigorífico. El móvil (¿por qué razón llamaremos móvil a un cacharro que hay que llevar a todas partes?) volvió a sonar: lejano, y frío; muy frío. Furiosa, me acerqué de nuevo al frigorífico. Escuché un ring, un corto silencio y, al unísono, el timbre de lapuerta.

- Dani, Dani. Abre tú por favor, yo no puedo. Por favor, por favor, mira la pinta que tengo - supliqué a la sombra que, muerta derisa, se apresuraba a escabullirse.
-¡Ni lo sueñes!

Más furiosa aún, alargue la mano, cogí el móvil, cerré la puerta del frigorífico de una patada, y tomé una decisión heroica: ¡abre, me dije, y que sea lo que Dios quiera! Y lo hice.

-¡Hola! –silencio-. ¿Hola? –preguntó, supongo que sorpendido al no encontrar a nadie frente a él- Oye, perdona -¡y elevaba el tono de voz como si yo estuviera en el ultimo rincón de la casa!-, ya sé que me he adelantado unos minutos pero... -de improviso se quedó callado: le impresionó verme salir de detrás de la puerta, yo creo que no se lo esperaba... Pero se rehizo-. Esto... te he llamado varias veces almóvil pero no has contestado, y... ¿Marta? -preguntó-.

¡Vaya pregunta idiota!

- Es que- balbuceé-, verás, es que... se perdió -afirmé triunfal como si aquello me salvara de cualquier otra explicación-, y resulta que, bueno, lo he encontrado, pero es que. A ver: antes de que se perdiera yo estaba partiendo cebolla, he leído que es buena para el cabello, y rallando patatas porque son buenas para los ojos y, bueno, pues que no sé que ha pasado: no funciona -mis nervios metraicionaban-; compruébalo, sólo hace ring una vez -insistí sin comprender porque no lo cogía-. Y tras dejarlo en sus manos, ordené: ¡siéntate!; si puedes, rectifiqué tratando de que mi voz sonara, esta vez, con dulzura. Luego, mentí: aún necesito «unos minutos» para terminar de arreglarme. Y antes de darle la espalda, a punto de echarme a llorar (por culpa de la cebolla), musité: «¿sabes lo que te digo?, quizá no te lo parezca, pero yo sé organizarme muy bien».

- ¡Caramba! -Pues sí, ésa fue su respuesta: creo que trataba de ignorar mis disculpas-. Es el primer móvil de esta especie que he visto que no funciona bien. Son muy fiables, te lo aseguro, incluso en aguas profundas; vamos que es primer calamar que...
- Sepia -le interrumpió Daniel.
- ¿Sepia? -Miró con atención aquel ser viscoso y medio congelado todavía, que yo misma había puesto en su mano. Arqueó las cejas, y tras unos instantes de silencio, prosiguió-, ah, bien, sepia, digo, ¡móvil!, que me encuentro que.. –al parecer, por mucho que lo intentó, ya no pudo evitar reírse a carcajadas. Y no era para menos: un adolescente y una mujer que prácticamente había desaparecido debajo de una toalla rosa, escuchaban atentamente sus explicaciones-. No hay prisa, tómate el tiempo que necesites. Mientras, nosotros nos encargamos de arreglar este desastre, digo, este móvil.

De nuevo se oyó su risa (y esa vez estoy segura de que no era por mi aspecto). Carraspeó, y antes de dejar la «sepia», lavada y sobre unplato, en el frigorífico, sacó, sabe Dios de que parte de él, mi móvil (el de verdad), y también un par de medias sin estrenar.

Y ése fue el primer día de muchos días, igual de catastróficos algunos, deliciosos (con y sin sepia) los más, y en ocasiones –incluso- con mi vestido del revés: con lo de alante detrás.


FIN

Blanca Sandino
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Alonso de Molina
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Mensaje sin leer por Alonso de Molina »

el final se presumía, pero debo aceptar que la lectura, ágil, fresca, me ha hecho sonreir en varias ocasiones.

a por mas doña Blanca


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Blanca Sandino
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Mensaje sin leer por Blanca Sandino »

Me alegra que te haya divertido, Alonso, lo de "a por más" ... no sé yo. No es fácil el humor, por eso, imagino, mis relatos son pelín más serios (algunos) , sólo cuando, por ejemplo, estoy de exámenes, se me ocurren tantas tonterías seguidas : )) No me quejo, a veces, cuando ha pasado cierto tiempo, incluso yo me río con lo que escribí.

Gracias.


Blanca



Alonso de Molina escribió:el final se presumía, pero debo aceptar que la lectura, ágil, fresca, me ha hecho sonreir en varias ocasiones.

a por mas doña Blanca


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