Editorial Alaire

Tengo el amor disperso en las muñecas
y los años gastados en la lengua.
Yo soy de aquel lugar que no conoces
de aquella tierra húmeda
que llora en los marjales
y amenaza de muerte los recuerdos.

Toda la soledad abre sus puertas
y al mar le sobran olas en la tarde.

Tengo secos los bordes del silencio
y mi boca se quiebra en la distancia.
Tú eres de ese lugar que no conozco
de aquel desierto libre
que grita entre los muertos
y se niega al olvido de sus nombres.

Toda la soledad se queda sola
si tu cuerpo en mi cuerpo se alimenta.

Y lo tendremos todo,
bendecidas de muerte las palabras
volverán nuestros ojos al origen.
Nos sabremos de todos y de nadie,
de aquel viento que hereda la conciencia
donde vivimos ciegos,
donde morimos lúcidos.

Somos carne de poesía
y estamos solos.