Editorial Alaire

Eran las siete y cuarto del silencio.
Por un momento los teléfonos
habían dejado de afilarse los timbres.
Habían quedado absortos en un gesto
los teclados de los ordenadores
No inventaba chismorreos
el aire oculto en su acondicionador.
A los bolígrafos les nacían raíces a ras de los cuadernos
y ramas temblorosas en el botón de arriba.
La ventana a la calle se convirtió en un cuadro
en que pasaba un niño completamente inmóvil,
en que volaba un pájaro absurdamente quieto.
Como en un repentino asalto de imposibles
el tiempo se cayó de todos los relojes.
Se rompió sin ruido sus dientes de minutos.
El débil segundero se volvió un garabato...
Eran las siete y cuarto cuando por vez primera
la locura insolente de mis ojos
sucumbió a la terapia de los tuyos.

Administración Alaire escribió:Eran las siete y cuarto del silencio.
Por un momento los teléfonos
habían dejado de afilarse los timbres.
Habían quedado absortos en un gesto
los teclados de los ordenadores
No inventaba chismorreos
el aire oculto en su acondicionador.
A los bolígrafos les nacían raíces a ras de los cuadernos
y ramas temblorosas en el botón de arriba.
La ventana a la calle se convirtió en un cuadro
en que pasaba un niño completamente inmóvil,
en que volaba un pájaro absurdamente quieto.
Como en un repentino asalto de imposibles
el tiempo se cayó de todos los relojes.
Se rompió sin ruido sus dientes de minutos.
El débil segundero se volvió un garabato...
Eran las siete y cuarto cuando por vez primera
la locura insolente de mis ojos
sucumbió a la terapia de los tuyos.

Acabo de descubrir una zona próxima pero hasta ahora desconocida, y descubro un poema que -de poder - lo pondría en la página uno del foro de al aire, un saludo, Luna de Nos.-