Ignacio Mincholed escribió:Decía Hans Gadamer, filósofo alemán, que el núcleo de lo simbólico en el arte es la auto representación y por tanto supone una auto significación; auto significación en la conciencia. Con esto vino a decir que el símbolo no necesita compartir estructuras colectivas para actuar como símbolo. El símbolo no necesariamente deviene en arquetipo.
Eduardo Cirlot presentó un excelente trabajo en su diccionario de símbolos. Evidentemente no están todos los que son, pero ¿son todos los que están? Supongamos que sí. Lo son por una estructura colectiva así concertada. Incluso en la simbología hermética hay un código aceptado para los iniciados.
Pero si al símbolo le es suficiente con ser auto significante, ¿cómo trasmitir su significado? Si el receptor quiere llegar a él estamos ante una cuestión hermenéutica; o sea, solo alcanzaremos su significado mediante la interpretación. No es mala cosa, no lo es por su invitación a ensanchar horizontes. También puede suceder que el símbolo pretenda ser críptico y quedar camuflado sin propósito de que sea desvelado (algo sobre esto comenté en el foro de Crítica).
Entonces, ¿Necesita el símbolo alguna otra condición? Yo diría que una, la honestidad de su auto significado.
¿Cómo captar esa condición? Solo se me ocurre una respuesta: creyendo en el poeta, confiando en él.
Toda la simbología de este poema, aun no siendo ortodoxa en su codificación, es interpretable en todos su filos; no tiene un ápice de hermetismo ni orientación críptica alguna, menos todavía de surrealismo. El poeta, Jerónimo, es plenamente consciente de la auto significación porque se deduce honesta. Es interpretable no buscando qué quiso significar el autor, sino buscando la descodificación propia de cada lector. Sin duda es importante qué quiso decir el poeta, más que decir trasmitir, pero no es necesario para los efectos que pueda producir el poema cuando el poeta es honesto. Dicho al modo que señala Jerónimo en Gamoneda:
Si el poeta ha sabido realmente «controlar» el contexto poemático.
Pero puede suceder que en ocasiones nos encontremos ante la arbitrariedad del símbolo, ante algo no forjado desde la auto representación y que por tanto no contendrá auto significación alguna. Si el poeta es fagocitado por la palabra, ¿qué hacer entonces? Nada. No podemos hacer nada más que lo que nos permita nuestro instinto deductivo acerca de la honestidad del poeta.
El lector se hace cada vez más importante en la poesía, se hace necesario su espíritu crítico de modo que haga legítimo al poeta y lo retroalimente en su honestidad. De otro modo, ¿estaremos ante la indiferenciación del Arte? Espero que no.
Jerónimo, felicidades por este sensible y significativo trabajo, muy hermoso.
Un abrazo.
Ignacio
Estimado Ignacio:
Intentaré dar una respuesta a tu comentario en la medida de mis posibilidades.
Empezando por Gadamer, he de decir que sintetiza muy bien todo lo que he leído sobre el símbolo.
En cuanto a Cirlot, no lo conocía, tampoco su Diccionario, que ya me he descargado.
Y entrando en el significado y su interpretación, diré que en este poema no pretendo un sentido inmediato y universal. Esto creo que es bien sabido. Lo que busco es exaltar el texto en sí mismo, lograr que el lector experimente esa alegría estética de Sartre y otros existencialistas, sin la menor intención exegética, y me inclino más por la segunda opción que das en este párrafo.
Preguntas que cómo captar la honestidad del autor. Difícil, pero no imposible. Decía Agatha Christie, por boca de Poirot, que para desenmascarar a un asesino, solo hace falta dejarle hablar. Pues bien (ya lo habrás advertido), para saber de la honestidad de un pretendido poeta, solo hay que leer todo lo que expone. Pronto se apreciará su virtud o su fraude.
Como dije en la Introducción de mi obra “Esbozo de una ética para el comienzo del tercer milenio”, los impulsos naturales del hombre son:
Mantener la propia vida. Mantener la vida de la especie humana. Evolucionar.
Y estos tres impulsos se resumen en el Impulso primordial natural:
Trascender.
Buscando la trascendencia, el hombre adquiere conocimientos que le acerquen a su objetivo vital. Pero no ocurre de la misma forma en todas las etapas de su vida. Dicen que cultura es aquello que queda cuando se olvida lo que se aprendió. No estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación: nunca se olvida todo. Durante una primera y larga época, el hombre adquiere conocimientos y los almacena como se almacena un vino, pero, ya cerca del final, la adquisición de conocimientos disminuye y del vino solo van quedando los posos. En la primera etapa predomina la erudición; en la segunda, la intuición.
Pues bien: si damos por cierta la premisa de la trascendencia, en la poesía hay todo un amplio camino para avanzar. Con la poesía, el hombre va más allá, progresa, traspasa límites… se aproxima a la trascendencia personal e intelectual y también a la trascendencia biológica (porque lograr plenamente esta última está reservado a un futuro lejano e imprevisible, supongo). Y, hoy por hoy, no encuentro mejor expresión poética que la basada en el simbolismo. Basta ya de líricas repetidamente emotivas, basta de tirabuzones mentales, basta de lágrimas. El simbolismo se apropia, cada vez más, de la poesía española.
Ignacio, te agradezco mucho tus sapientes palabras, el tiempo que has dedicado a mi texto y tus elogios.
Un abrazo cordial.