Editorial Alaire

I
La sangre cárdena golpea
en el talud del grito.
Bajo mis pies
se enciende el eco de los surcos: oigo
lentas campanas redoblando a oscuras.
Pulsan su bordón herido.

II
Se yergue el ascua
sobre la mansedumbre
del pájaro que cae.
La casi luz es el enigma
del límite amarillo. Cenizas del fulgor
abandonado a la tristeza,
pigmentos sobre el llanto sin sutura.

III
Rozo un aleo de palomas en el rito
de la melancolía.
Inmóviles, las aves cruzan
mis venas en el vértigo con que enloquece
el rostro blanco del olvido.

IV
Desde la soledad invoco inutilmente
los sauces húmedos de la misericordia.

Felipe Fuentes García escribió:I
La sangre cárdena golpea
en el talud del grito.
Bajo mis pies
se enciende el eco de los surcos: oigo
lentas campanas redoblando a oscuras.
Pulsan su bordón herido.

II
Se yergue el ascua
sobre la mansedumbre
del pájaro que cae.
La casi luz es el enigma
del límite amarillo. Cenizas del fulgor
abandonado a la tristeza,
pigmentos sobre el llanto sin sutura.

III
Rozo un aleo de palomas en el rito
de la melancolía.
Inmóviles, las aves cruzan
mis venas en el vértigo con que enloquece
el rostro blanco del olvido.

IV
Desde la soledad invoco inutilmente
los sauces húmedos de la misericordia.

Noble trabajo, Felipe.
Un festín de sentimientos, direcciones y vida.

Felicitaciones sinceras y un abrazo, querido poeta.

Arriba con esta hermosa propuesta, amigo Felipe.
Abrazos.

Qué maravilla, amigo Felipe, me dejas sin palabras. Claro y limpio en su esplendor. Simplemente espectacular, todo un acierto.
Enhorabuena por tan magníficas letras.

Un fuerte abrazo.

Imponentes imágenes hilvanadas con maestría,
evocan la solemnidad de un camposanto.
Un poema sobrecogedor de profunda belleza.
Todo un placer disfrutar tu sensibilidad y talento.
Un abrazo.

Qué buen poema Felipe, triste y evocadora pero bien hilados los versos.
Un placer leerte, amigo.
Un abrazo.

Imágenes impactantes en un hermoso poema. Me gustó leerte.
Abrazos
PIlar

Felipe Fuentes García escribió:I
La sangre cárdena golpea
en el talud del grito.
Bajo mis pies
se enciende el eco de los surcos: oigo
lentas campanas redoblando a oscuras.
Pulsan su bordón herido.

II
Se yergue el ascua
sobre la mansedumbre
del pájaro que cae.
La casi luz es el enigma
del límite amarillo. Cenizas del fulgor
abandonado a la tristeza,
pigmentos sobre el llanto sin sutura.

III
Rozo un aleo de palomas en el rito
de la melancolía.
Inmóviles, las aves cruzan
mis venas en el vértigo con que enloquece
el rostro blanco del olvido.

IV
Desde la soledad invoco inutilmente
los sauces húmedos de la misericordia.

Ah! Cuanta belleza y cuánto dolor intrínseco! Maestro, si el poeta no llora sus límites (muerte, olvido), cómo va a llorar de alegría ante su propia misericordia; La capacidad de crear la voz íntima y sensible de La Poesía. Un abrazo grande, querido Felipe. ERA