Las 24 flores - X y XI - Un homenaje a Marius Gabureanu
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Ricardo Serna G
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Re: Las veinticuatro flores de los cerezos - X y XI
Sigo viviendo tu poesía, las flores
llegan con su aroma
en cada verso....
Gracias
Un abrazo fuerte
Cuídate
hay que respirar con salud, siempre
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Ricardo Serna G
- J. J. Martínez Ferreiro
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Re: Las veinticuatro flores de los cerezos - X y XI
Gracias a ti, querido amigo. Es un honor que hayas disfrutado de estos versos. Se te echa de menos por el foro. A ver dónde andas metido.Marius Gabureanu escribió:Querido amigo, siempre tengo esa emoción, al leerte, la del que mira los tigres saltar por ruedas de fuego, es un momento supremo, eres un verdadero domador de palabras, parece que te escuchan mientras conservan su lado salvaje. Es un honor que me hayas dedicado los poemas, me has emocionado, muchas gracias por regalarnos tu poesía. Recibe mis abrazos sinceros.
Abrazos y salud.
- J. J. Martínez Ferreiro
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Re: Las veinticuatro flores de los cerezos - X y XI
Gracias, Rosario. Celebro que disfrutaras de esto versos.Rosario Martín escribió:Un poema inmenso y dos poetas de altura.
Enhorabuena, compañeros,un fuerte abrazo.
Se os echa de menos tanto a ti como a Marius.
Bicos e saúde.
- xaime oroza carballo
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Re: Las 24 flores de los cerezos - X y XI - Un homenaje a Ma
Bolillos de vidro no ar fan esas aves que son as túas verbas.J. J. Martínez Ferreiro escribió:Las 24 flores - A Marius Gabureanu
X
Solemnes ídolos de mármol,
demolidos al borde de los cantiles,
miran a las bestias del mar
alzándose en las ondas.
Quién irá geminando
la noche sobre los castillos
eternos, regresando y ofreciendo
la vida en el intento.
En la giratoria inmensidad
nosotros,
el venero de la anarquía
nos adueñaremos sin discreción
de lo que allí aparezca.
La angustia se dilata
en el jardín de los cerezos
donde la plaga es más dañina
y cuelgan los frutales consumidos.
Sudan las flores.
La llovizna está seca.
Se enfebrece,
se enreda el agua en la hojarasca.
Desde el calor ramificado
se funda el verano en la Antártida;
desde ahora de hielo serán las dunas.
XI
Solamente a través del triángulo del paso
entrarán todos los horrores:
La podredumbre de las calles,
la riada de luces grises.
Al otro lado de los ventanales
humean las arenas sueltas
siembran el oro
sobre las muchachas tendidas
con sus eróticos juguetes.
Más allá, el huracán se engalana
en los lejanos mástiles, dilata
las velas sobre abismos
que vacían bosques enteros.
Se hincha como un tumor
el ojo de los navegantes
con restos de algún cielo aniquilado,
que no toca, ni mira,
que no oye, ni siente,
simplemente existe
eludiéndolo todo en el rumor
de los destrozados farallones.
Si adelantamos la mirada
las corrientes arrastraran aves
que nunca vimos.
Unha aperta moi fonda, meu.
-
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Re: Las 24 flores - X y XI - Un homenaje a Marius Gabureanu
Maravilloso homenaje de un gran poeta a otro gran poeta. Felicidades Ferreiro y Marius!J. J. Martínez Ferreiro escribió: ↑Dom, 02 Feb 2020 12:48 X
Solemnes ídolos de mármol,
demolidos al borde de los cantiles,
miran a las bestias del mar
alzándose en las ondas.
Quién irá geminando
la noche sobre los castillos
eternos, regresando y ofreciendo
la vida en el intento.
En la giratoria inmensidad
nosotros,
el venero de la anarquía
nos adueñaremos sin discreción
de lo que allí aparezca.
La angustia se dilata
en el jardín de los cerezos
donde la plaga es más dañina
y cuelgan los frutales consumidos.
Sudan las flores.
La llovizna está seca.
Se enfebrece,
se enreda el agua en la hojarasca.
Desde el calor ramificado
se funda el verano en la Antártida;
desde ahora de hielo serán las dunas.
XI
Solamente a través del triángulo del paso
entrarán todos los horrores:
La podredumbre de las calles,
la riada de luces grises.
Al otro lado de los ventanales
humean las arenas sueltas
siembran el oro
sobre las muchachas tendidas
con sus eróticos juguetes.
Más allá, el huracán se engalana
en los lejanos mástiles, dilata
las velas sobre abismos
que vacían bosques enteros.
Se hincha como un tumor
el ojo de los navegantes
con restos de algún cielo aniquilado,
que no toca, ni mira,
que no oye, ni siente,
simplemente existe
eludiéndolo todo en el rumor
de los destrozados farallones.
Si adelantamos la mirada
las corrientes arrastraran aves
que nunca vimos.