Carpe diem
Publicado: Sab, 23 Nov 2019 12:22
Cuando... llega...
tan serena de nueva levadura
esta mañana...
Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación...
Claudio Rodríguez
Venid,
alzad el vuelo, encaramaos a esta lumbre,
sorbed la claridad recién vertida,
deslizaos, alacres, por los tendidos toboganes
desde las altas cúpulas donde el sol se serena;
abrazad las alondras incendiadas
de los aromos del Naciente
que sobrevuelan la blancura de los pórticos
y anuncian la ardentía de la calma;
tendeos en sus lienzos de luminosidad:
¿no veis cómo se tornan los colores
en sutil transparencia, y cómo luego,
lentamente, su fértil ensamblaje
crea los tonos imposibles del azul?;
bebed ahora
la delicada refulgencia de la música
que los acordes núbiles
propagan por los linos de la luz; balanceaos
en los oros que penden de los pretiles de la altura,
saboread el polen que desciende en finísima lluvia
y alimenta como un manjar de soplo el alma;
bogad, uncid la gran ola celeste,
meceos en su valle y ascended hasta el vértice
donde el fulgor se engendra; abandonaos,
abríos –aves ya en plenitud, alas de un himno–
al canto que armoniza todo impulso
y arded en la explosión de luminarias;
sentid, eterna, la dádiva del lapso,
su purificación, volad sobre este incendio,
pavesas de este fuego sin ceniza,
quemaos, ascuas inmortales de la fulguración,
¡vivid!
tan serena de nueva levadura
esta mañana...
Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación...
Claudio Rodríguez
Venid,
alzad el vuelo, encaramaos a esta lumbre,
sorbed la claridad recién vertida,
deslizaos, alacres, por los tendidos toboganes
desde las altas cúpulas donde el sol se serena;
abrazad las alondras incendiadas
de los aromos del Naciente
que sobrevuelan la blancura de los pórticos
y anuncian la ardentía de la calma;
tendeos en sus lienzos de luminosidad:
¿no veis cómo se tornan los colores
en sutil transparencia, y cómo luego,
lentamente, su fértil ensamblaje
crea los tonos imposibles del azul?;
bebed ahora
la delicada refulgencia de la música
que los acordes núbiles
propagan por los linos de la luz; balanceaos
en los oros que penden de los pretiles de la altura,
saboread el polen que desciende en finísima lluvia
y alimenta como un manjar de soplo el alma;
bogad, uncid la gran ola celeste,
meceos en su valle y ascended hasta el vértice
donde el fulgor se engendra; abandonaos,
abríos –aves ya en plenitud, alas de un himno–
al canto que armoniza todo impulso
y arded en la explosión de luminarias;
sentid, eterna, la dádiva del lapso,
su purificación, volad sobre este incendio,
pavesas de este fuego sin ceniza,
quemaos, ascuas inmortales de la fulguración,
¡vivid!