Editorial Alaire

Has tocado —herrumbre fría— la cancela.
Llueve abandono al jardín tras la verja,
las ruinas del cenador
aloman la enredadera.
Tiembla en tus manos la herencia.


Padre abría cada tarde el portón al sol poniente.
Oteabas la cálida planicie, la brisa del serrallo transportaba
el rumor lejano y gris del autopista. Reunías
—bufando de odio juvenil— la siega fragante en balagares,
y luego te sentabas, por fin, a fumar al frescor de las arcadas,
ensimismando tu vida al horizonte, imaginando
negocios increíbles, ciudades prodigiosas, amores corsarios.


El día de la insurrección, como tormenta,
no acataste el imperativo de la tierra.
Querías libertad, ansiabas mundo, te ahogabas en estiércol…
Madre sollozaba silenciosa, camino de la iglesia. Padre
rumiaba y maldecía, sus ojos encrespados de pueblo y de vergüenza.
Y abrazaste el viaje, la fiebre de la ida,
el fulgor de las ventanas de los trenes,
el anónimo tropel de la ciudad: su alma mestiza y numerosa.


Vino después un largo tiempo de auges y caídas.
Quiebras y opulencias alternándose, fiestas y sustancias y mujeres.
El olor a fruta rota del burdel, el brillo empedernido del dinero,
la húmeda paz del calabozo... La vida
presentando su rara ensoñación, su amorfa belleza submarina;
ocultando sus signos, su sentido, sus reglas paradójicas y estrechas.


Hasta hoy, cuando vuelves y tocas —herrumbre fría— la cancela
y tiembla en tus manos la herencia. Y entras, solo,
a las sombras hipnotizadas de la casa, cubiertas de fantasmas.
Los trofeos de caza te arrojan su escrutinio
de ojos y cuernos y pelaje macilento. Los muebles en silencio
conservan su afán utilitario; su olor a polvo y monasterio
sacude tu memoria y tu equilibrio. Te duele respirar.


Y miras hacia arriba, a la puerta aniñada de tu estancia.
Y van envejeciendo tus pies las escaleras.
Y van enmoheciendo tus dedos la baranda.

Dan ganas de colarse dentro, Pablo,subir al desván
y abrir la empolvada caja de juguetes
a ver si entre los soldaditos de plomo,
el tren de madera o el caballito de cartón,
hay un recuerdo de ternura de niño
para acariciar los dedos enmohecidos...
¡Qué maravilla!
Me has emocionado, compañero, un abrazo.

Vaya poemazo, querido amigo. Lo tiene todo: belleza, ritmo, y sobre todo emociona. Para releer y beber el sentimiento de sus versos.
Felicidades. Poema sobresaliente.
Abrazos
Pilar

En fin, así es la vida: un frágil edificio que se va levantando dificultosamente con las piedras que uno va encontrando por el camino y en cuyo diseño y construcción, en teoría, nadie tiene por qué entrometerse y mucho menos los progenitores; pero el pasado está siempre ahí, es nuestra herencia, para recordarnos, entre otras cosas, de dónde venimos y quiénes somos... Y esto amigo Pablo, expresado con tu magnífico verso, queda precioso y soberbio.

Saludos cordiales, admirado poeta.

Una interesante historia, Pablo, sobre una vida (en realidad todas las vidas son interesantes), hermosamente versada, y con sus dosis de emoción y logradas/"llegadoras" imágenes, rozando la prosa poética. Me parece un buen trabajo grato en su lectura.
Mis felicitaciones y abrazos, amigo.

Precioso, Pablo, por su historia y su buen hacer poético.
Esos balagares me recuerdan los "praos" del abuelo, los afanes de los "mayores" y corretear entre hierbas y algún susto de guadaña.

Un abrazo,

Víctor

Bellísima obra, reitero bellisíma.

Esencializas cada hueso, cada músculo, cada mota de polvo que puede surgir de la andadura.
Riqueza semántica y movimientos precisos. Los versos finales siguen su brillante ruta, apegados, intencionados...

Has logrado un gran poema, querido amigo; abrazos.

Gracias Rosario por tus amables palabras. Me alegro mucho que te haya gustado.

Abrazos.

Gracias Pilar, querida amiga.

Siempre vienes a verme y eso me encanta.

Abrazos.

Gracias John,

sí, así es, piedras que se acumulan. Un honor para mí tu paso y amable comentario, amigo.

Un abrazo.

Gracias Luis,

me alegro que te guste amigo. Como bien dices, todas las vidas tienen su cuota de interés.

Abrazos.

Gracias Víctor,

sí, una bella palabra, balagar. A mí también me trae recuerdos de la infancia.
Una satisfacción verte por aquí, amigo.

te mando un abrazo.

Gracias Hallie,

me encanta tu entusiasmo contagioso en los comentarios, siempre un honor verte por mis cosas.

Abrazos.

Es gratificante encontrar tanta soltura en este poema crónica, lleno de matices intimistas que proporcionan una lectura muy apetecible.

Felicidades Pablo. Un fuerte abrazo.
Ignacio

Coincido totalmente con Hallie, , es un poema impecable, de movimientos precisos y mucha belleza en sus palabras. Mis abrazos, estimado amigo.