Siempre deslumbrante deambular por tus versos, amigo.Marius Gabureanu escribió:Mi tía Ana cuidaba mucho de su sombra.
En los veranos, la peinaba cada atardecer
cruzando un campo de trigo.
A veces seguía sus pasos disimuladamente;
a mis doce años de apoyarme en la orfandad de los recuerdos,
tenía doce sanguijuelas del tiempo pegadas a mi rostro
en un campo de trigo,
fascinado por las amapolas y por los labios de un rojo imposible de mi tía Ana,
por lo menos , recuerdo una oración de sanguijuelas.
Hay una infancia nunca vivida
que es álgebra del miedo a desconocerse
tanto como para hacer huelga de latidos;
hay el hielo frágil y liviano
de las márgenes del tiempo,
donde la desventura se vuelve diamante
que se derrite
entre seísmos de silencio.
Aquí todo es
ritmo de muerte,
kilómetros de rosas en un solo párpado
cuando los espejos dormitan
en su histeria de plata, en su cráter de instantes derribados.
Hielo derretido de sanguijuelas,
hielo de sanguijuelas derretido
porque nacen palabras muertas de palabras muertas
y los ríos padecen la memoria crucificada
de una piedra de mechero.
Mi tía Ana querría que su sombra fuera una oración de sanguijuelas
y me decía que le pegara con un látigo,
y yo, a mis doce años, imaginaba que las sanguijuelas también lloran
y escribía sobre las paredes de mi alma un verso:
aquí, la luz es una oración de sanguijuelas.
Un abrazo